21. Apellido

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Soundtrack:

"Cruz Diablo"— Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Argentina, 1996.

 Antiguamente, se llamaba apellido (del bajo latín, appetlitum, convocación, llamamiento de guerra) a la señal que se daba a los soldados para aprestarse a tomar las armas.

Era también el llamamiento hecho a los vecinos para que saliesen a la defensa de la población acometida o para perseguir a los enemigos o gentes comarcanas que hubiesen entrado en su territorio, prendando ganados o causando otros daños

Florencia, Italia, 2010 

 Inevitablemente, los aviones eran uno de los medios de transporte más frecuentados por la joven. Si bien, pertenecían legalmente a sus trabajos de alto riesgo, completando casi todo el planisferio, este viaje se debía a un motivo un tanto... Personal.
Como a toda persona que no podía despegarse de las mentiras, le llovían miles de excusas para todo el mundo, incluso para la sangre de su sangre.
El clima en Florencia era radiante en pleno mes tan esperado por los europeos, pero puertas dentro del Monasterio, existía alguien que convertía todo ambiente en un invierno desolador. Hacía nueve meses que la mujer no visitaba a su fiel escuadrón, un trío engarzado en el sueño del oro entre los dedos. 

Esta hija de puta tiene todo el oro que quiere entre las manos, con una alianza de mierda con esa vieja. Nos cambió ¿No te das cuenta? ¡Se caga en nosotros y tiene piel de Judas!— gritaba con frecuencia Martín en las narices de Andrés, quien detenía el calendario, el tiempo entero pensando en su gran y "fiel" amiga, esperando se veía totalmente idiota y nostálgico. 
Los informes que escribían la traición a tinta de Emiliana hacia la primera víctima de ese plan, disponían de hojas vacías que tanto como Andrés, esperaban noticias y la disposición de la mujer para traicionar a sangre fría, como si fuese una viuda negra a esa torturadora.

— Hola— frente a los ojos azules de Martín, brillaban unos idénticos con rastro de amor del bueno. Las prendas de Emiliana se renovaban con constancia y burguesía madrileña de primera marca y todos lo notaron. 

— ¿Cómo vas con dejarte tocar con las mismas manos que torturan a los nuestros?— le preguntó anticipado a un saludo que, consideraba, ella no merecía. A oídos del ambiente y por parte de Sergio, había llegado la terrible y defraudadora noticia de que Emiliana no solo era una agente más del CNI. 

— Muy bien, la verdad. Tan placentero que no lo imaginás— asintió seriamente, siguiendo esa tensa corriente, con el viento desordenando su cabello en la belleza absoluta de su rostro.

— De vos, no espero nada más— pronunció bajo el cielo gris de Italia, con profunda y helada decepción.
— Pero hay alguien que te espera todos los días, pasá— el aroma a Iglesia inundó sus fosas nasales, sus manos estaban dispuestas a estar vacías, sumergidas en ese amor que era más grande incluso que todos sus sueños compartidos con su hermano y Andrés.

— Qué bien te sienta el amor, estás mucho más guapa de lo que recordaba— la recibió con toda su calidez y atención el español, bajo la rabia de Martín que firmaba la creencia de que Emiliana se merecía el destierro de ese lugar sagrado y sobre todo de la vida de Andrés.

— Qué pilcha cargás, nena. Te ves más exuberante que de costumbre y veo que el sueldo de la corrupción gubernamental te alcanza para mucho— le dijo resentido él, sabiendo del éxito de su hermana para con las fuerzas armadas en las que Alicia era una de las cabecillas. 
Martín no tardó en acusarla indirectamente como también de pedirle a gritos la información que faltaba en los expedientes de Alicia.

𝓐𝐆𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐒𝐈𝐄𝐑𝐑𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora