04. Aníbal Cortés

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Madrid, España, 2019.


— Jamás creí que el pobre Dalí estaría tanto en las noticias o en la agenda de inteligencia— decía Alicia en el medio toda su intimidad junto a Emiliana, quien supo al instante a qué organización criminal se refería su mujer y rogó internamente que no hablase más porque cada mención, cada recuerdo de esa banda era un puñal para su corazón y sus sentimientos.
Tanto por Ágata como por Andrés.

En ella el sentimiento culpa no existía.
Emiliana no se veía culpable de que su viejo amigo hubiera muerto acribillado.
Claro que sentía tristeza pero no culpa. Pues nadie había obligado a Andrés a entrar a la fábrica, a ser parte del plan de Sergio.
A diferencia de su hermano, quien se sumergía cada vez más en una aguda depresión y había generado un odio y rechazo por ella, por esa imperdonable traición.

La pareja tenía una semana libre en sus puestos en las fuerzas de seguridad por el arduo trabajo que habían cumplido tiempo atrás y decidieron tomarse esos días para estar puertas adentro de su hogar y para sellar todo el amor en besos que no se habían dado por la distancia y ausencia que provocaba el trabajo.

— Tenemos la semana libre. No quiero pensar en nada que no tenga que ver con lo que estamos haciendo ahora, en este momento— fue lo que dijo la argentina que estaba emergida en ese trance que el contacto de la piel de Alicia le brindaba siempre.

— Es una muy buena noticia la que te cuento y hasta creí que te enfadarías conmigo por no habértela contado antes, cariño— dijo la pelirroja cerrando sus ojos por un momento. Disfrutando de la unión de sus cuerpos que jamás se cansaban uno del otro a punto de llegar a su punto más alto.

— Si hay mejor paraíso que este no quiero saberlo. Aquí follando contigo y fuera siguiéndole los pasos a los Dalí. ¿Cuánto tiempo crees que duren vivos cada uno?— decía Alicia totalmente plena, a punto de ver las estrellas y hablando de algo tan delicado en semejante momento. Emiliana prefería hacer oídos sordos con todas sus fuerzas porque no era de plástico y en cualquier momento estallaría.
Se concentró en Alicia y siguió inmersa en la aventura hasta que ella dijo algo que le heló la sangre.

— Río, Tokio, el Profesor, Denver... Nairobi— los nombraba uno a uno en el hilo de su voz, ya en el más elevado estado. Con los ojos cerrados y abrazando a Emiliana contra ella con todo el placer y el amor del mundo, en pleno éxtasis.
Al oír el nombre Nairobi, a Emiliana le estrujó el pecho pero siguió concentrada en Alicia hasta que completamente culminó.

Después de eso, se sentó en la punta de la cama intentando calmar el pasado que quería arrastrarla como una avalancha, gritándole que lo suyo con la inspectora Sierra era una horrible mentira y que su corazón estaba en otro lado junto a quien perteneció desde un principio, antes de ese plan de Andrés.

Aunque todo su amor hacia a Alicia, para desgracia del plan del Banco de Madrid, era más que cierto, cada vez que pensaba en Ágata todo se reducía. Incluso la pelirroja.
La mente de Emiliana se castigaba por haber dejado a Ágata casi que a la deriva hacia ya diez años contados a reloj.

— ¿Te encuentras bien, cariño? — preguntó desentendida Alicia, al ver a Emiliana de espaldas, sentada en la punta de la cama como si quisiera aislarse del mundo entero, con el semblante pálido y seguramente la mirada perdida.
Alicia ni veía su rostro pero la conocía tanto que lo proyectaba a la perfección con tan solo su imaginación.
Ella acarició cada uno de los huesos de la espalda de la agente con absoluto amor, sintió la necesidad de estar más cerca así que la abrazó suavemente y le besó la mejilla.

𝓐𝐆𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐒𝐈𝐄𝐑𝐑𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora