29. Cosas Imposibles

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Soundtrack:

— "Cosas Imposibles"— Gustavo Cerati, Argentina, 2002.

— "Vencedores vencidos"— Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Argentina, 1987.

"Queso Ruso"— Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Argentina, 1991.

— "The Labyrinth Song"— Asaf Avidan, Israel, 2014.

Madrid, España, 2019

 Las noches parecían ser interminables, el amor se quebrantaba debajo de las máscaras de Salvador Dalí. La memoria persistente provocaba derrotas irreparables.
Tanta oscuridad en su mente, le imposibilitaba seguir entre las manos de su pareja.
Tokio, prefirió ir por el alcohol y el resentimiento barato tomando cercanía con Denver.
Mientras, a él la oscuridad le prohibía seguir adelante en ese atraco y el rostro de Alicia Sierra le quitaba el sueño.
En un operativo bajo el mando de Emiliana, no existían los límites y Río fue su victima. 
A ella también le quitaba el sueño, recordar el rostro de la inspectora.
Le dolía el alma, y aquello no tenía reparo.

Aníbal fue el único testigo del agudo dolor de Alicia.
No paró de llorar, sentía tener un fusil clavado en la nuca a punto de abrir fuego contra sus sesos en cualquier momento. 
Sus inocentes ojos, fueron protagonistas de la endiablada bestialidad que se albergaba en el alma de Matanza y supo que amaba con pasión, de una manera muy extraña.

Los demonios crecían, el cuerpo entero le temblaba.
Oyó al principio una oración y luego el silencio feroz.
La mujer no lloraba, no emitía queja alguna.
Buscaba el dolor máximo en su cuerpo, las cadenas hirvientes que arrasaban con los tejidos de su espalda, eran tan infernales como el calvario que merecía.
Ni la totalidad vaticana sería capaz de sanar sus errores, de darle la pureza necesaria.
Los errores estaban hechos y sentía la necesidad de buscar ese dolor abismal provocado en el alma de Alicia.
Si su alma había sido capaz de causarle tanto daño a su esposa, corazón suyo y a la criatura que vivía en su vientre, se merecía arder en el infierno.

Morir, nunca fue una opción.
Los buenos morían, las almas impuras merecían pagar el precio del dolor.

"Te odio con toda el alma"— la voz desconsolada de Alicia, resonaba entre las memorias y las carnes heridas de su cuerpo que pedían a temblores y sangrados que acabase con semejantes torturas.
Su garganta silenciada, padecía más el nudo por la angustia que las quemaduras de hierro entre la piel.
Con extrema firmeza, se mantenía dispuesta a sufrir como se merecía.
Jamás llegó a tomar dimensión del daño causado a las miles de personas pasadas en su vida, pero Alicia se reducía a un eterno todo, tan suyo que hasta Aníbal, compungido, pudo dimensionar cada una de las intenciones de su jefa.

Emiliana buscaba la equivalencia del dolor a todos esos pecados.
Pero sabía que ninguna tortura era capaz de hacerle sentir dolor, porque para ambigua fortaleza y causas de su muerte, era una bestia.
Y las bestias no sentían.

— Tendrá que arreglárselas por sí sola— sollozó tembloroso, en el valor de hacer énfasis en la disposición para no servirle más de verdugo.
En el gran atrevimiento de quitarle las cadenas hirvientes de la espalda y las caderas.
Era necesario, si no quería lidiar con la muerte de su jefa al mando.

En paralelo, mientras Gandía les complicaba las cosas bajo aprobación de Tamayo, la banda procuraba no matarlo, una regla tan complicada impuesta por el Profesor.
El andaluz gozaba de la ceguera de Emiliana, pues tenía el camino libre para asesinar al resto de la banda.
Torturando a Palermo, creyó que no existía peor cargo de conciencia que aquel para la argentina, pero la verdad no le importaba en lo absoluto porque estaba demasiado ocupada buscando el dolor.

𝓐𝐆𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐒𝐈𝐄𝐑𝐑𝐀Where stories live. Discover now