Capítulo 18. Pesadilla

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Pasan unos cuantos días para que el Arma de los Adeptos se reencuentre con el Triunvirato de Santos. Tiene una rápida conferencia con ellos y luego se retira para entregar el reporte mensual de vigía a su maestro. Settrigh lo acompaña al Mercado cuando acaba; esta vez no hay peligro, Aphelios se ha asegurado de que Irene se marche antes de volver a la ciudadela con el extranjero.

—¿Te enojarías mucho si me concedo un capricho? —le pregunta el vastaya, cuando terminan de comprar todo lo esencial. Aunque no lo mira a él, sino a unas pesas medianas en una tienda cercana.

Phel sonríe sutilmente por su ocurrencia. —No, no lo haría.

Sett se separa para ir a pedir su artículo. Aphelios lo espera a unos metros, atento a que el hombre bestia no se involucre en ningún problema. Ese rincón del Mercado es raramente transitado; se conforman con visitar los puestos de la periferia, para no llamar la atención. Parece que el joniano había encontrado un local interesante por ahí; hace semanas que lo ve girando la cabeza hacia esa esquina. Anota mentalmente ofrecerle entrenar a dúo cuando vuelvan a la caverna, para alegrarle un poco más el día.

Un estruendo corta sus pensamientos.

—Lo lamento, señorita —dice Settrigh, echado en el piso junto a la mencionada.

Fue la mujer quien lo chocó, pero él casi la golpea con todas sus compras en el proceso. Ayuda a recoger la mercancía que se ha caído del canasto de la pueblerina y le tiende su mano. Sin embargo, el contacto queda a medias; la fémina clava la vista en su figura y no se levanta. Sett, inconscientemente, le da una sonrisa ladeada a forma de disculpa y coqueteo.

Linda señorita. Complexión esbelta, el vestido ciñe su delgada cintura y pronuncia su espalda ancha; el cabello blanco y corto hasta la nuca, este y las marcas lunaris grisáceas resaltan la palidez de su rostro, y sus pequeños ojos violetas contemplan las orejas vastayas que sobresalen ligeramente de la capucha del luchador. —El aprendiz de Seok... —reconoce, en un murmullo.

—Vaya fama —ríe con galantería, sin desperdiciar el pie de la conversación—. ¿Podría saber yo tu nombre, preciosa?

Aphelios interrumpe, estirando su mano para también ofrecer su ayuda a la mujer. —Discúlpelo. Tenemos prisa, si no ha sufrido pérdidas, le ruego nos lo deje pasar —dice, cautelosamente, al percatarse de que quien está al frente es una lazarillo. Con lo último que quería toparse ahora es con Irene o con una lazarillo...

La aludida, al verlo, no tarda en endurecer su semblante. —Arma de los Adeptos.

Lucha por mantener el gesto estoico, aunque la manera en que la fémina le ha escupido el título le produce asquearse. Es un secreto a voces que las lazarillos han tomado la ofensa en la Ceremonia de Iluminación de forma personal; Settrigh no parece notar la tensión entre ambos, actuando como todo un caballero ante la hermosa damisela en apuros. —: ¿Estás herida? Podemos ayudarte si-...

—Estoy bien, aprendiz —interrumpe ella, levantándose por su cuenta, sin dejar de otear mordazmente al tirador. Se sacude el polvo de la falda y recoge su canasta—. No necesito cortesía de quien dice tenerla y demuestra lo contrario —"hipócrita" gritan sus ojos.

El Arma de los Adeptos asiente, importándole poco el insulto indirecto con tal de marcharse pronto. Sin embargo, la perversa crítica a su camarada sí que provoca a Sett. —Oye —frunce el ceño y llama amargamente, olvidándose por completo de la galantería de hace tan solo unos segundos atrás—. No le hables así.

La mujer enarca una ceja, interesada en su reacción. Aphelios jala a su compañero del brazo, negando con la cabeza para recordarle su acuerdo: no interactuar con lunaris, evitar el alboroto innecesario, y reducir las posibilidades de que algo fuera de lugar se les escape; ante una lazarillo con más razón. El joniano se levanta a fin de cuentas, dispuesto a seguirle.

Noctum y Dyrium (Settphel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora