Capítulo 1. Destino

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Sett se apoya en la pared más cercana. Una mano se sujeta de una roca para no caer, la otra reposa sobre su abdomen haciendo presión para detener la hemorragia. Gruñe adolorido, obligándose a resistir frente al otro hombre. Aún no han acabado.

Su oponente respira agitadamente, apenas se puede mantener erguido. Tiembla, pero sostiene con firmeza la pequeña y extraña hoz. Pese a que jura que están solos, no deja de escuchar la voz de una mujer, casi como un murmullo del viento, revelándole su nombre. "Aphelios, estás herido".

Aphelios. Aphelios maneja una inhumana habilidad de crear armas para cada situación que se le ha presentado, como con la que le disparó desde tan lejos que ni sus sentidos pudieron verlo venir, o con la que casi lo rostiza en llamaradas azules antes de siquiera notar que la mitad de la caverna se le derrumbaba encima. Ya había sido advertido en que Targón contenía "criaturas mágicas" de todas las formas, creyó que sería similar a las tribus de Jonia, pero no había visto nunca algo parecido. No quiso responder ninguna de sus preguntas, ni aceptar la señal de paz que le brindó al principio.

—Escucha a la chica —dice, reprimiendo las arcadas. Insiste en la ella porque el pelinegro se tensa cada vez que la menciona, como una especie de punto débil sin poder contrarrestar—, continuaré hasta matarte si lo necesito...

A pesar de que el arma roja lo apuntara amenazante, el sujeto estaba más concentrado en tomar aire como se debe después del puñetazo en el estómago que les dejó el pequeño descanso.

La pelea es absurda y le está quitando tiempo; el problema es que no le está dejando pasar. Cuando alcanza a golpearlo se le escapa cual escurridizo, con una grácil destreza; identificó desde un primer momento que era un luchador desarmado, así que mantuvo siempre la distancia para dispararle.

"Puede oírme, Aphelios"

"No lo entiendo"

"Ten cuidado"

"Phel, no lo lastimes"

La voz no se silencia.

—Sé que la escuchas también. ¿Puedes decirle que se calle?

Alune no se atreve a hablar de más. Si efectivamente la oye, no puede decir nada que los exponga ante el desconocido; por suerte, no da señales de poder verla, o la leería como un libro abierto. Irradia una fuerte aura, lleno de determinación; una persona bastante terca, el hombre no se rendirá tan fácil, y sabe que su hermano tampoco.

Pero está realmente intrigada... nadie podía conectarse con ella fuera de su realidad sin usar un conducto. Tenía que saber algo del Reino Espiritual...

—No vas a ceder ¿eh?

El joven de pálida tez afirma su posición defensiva ante ese tinte burlesco del mayor. Lo otea con insistencia, busca encontrar una razón para no matarlo ahora mismo (más allá del hecho de que saben, el que pueda oír a Alune es suficiente). Las dudas lo carcomen, y no le gusta para nada, porque hace tiempo dejó de dudar de su deber.

—Bien —un ligero jadeo adolorido se escapa de la garganta de Sett cuando se levanta. Aphelios quiere darle los últimos golpes de gracia con Severum, pero casi siente la mano de su hermana sobre la suya, frenándolo. ¿Por qué está frenándolo? —, negociemos. El Jefe es bueno haciendo negocios también.

Silencio, sinceramente, que el chico no hable le hace aún más difícil la tarea de buscar la ruta pacífica.

—Déjame pasar y, además de no arruinarte la cara a golpes, te daré 10 escarlatas.

No era una buena oferta para él, pero necesitaba cruzar esa montaña y según lo que sabía, ese era el único camino si no quería pasar por la cumbre helada y morir en el proceso. Aphelios ni siquiera sabe qué es una escarlata, por lo que está a punto de negarse rotundamente y retomar a la pelea hasta el final, cuando su gemela hace algo que lo descoloca.

Noctum y Dyrium (Settphel)Where stories live. Discover now