Capitulo #4

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Odio mi cuerpo y siento asco por mí misma.

Me veo al espejo y odio lo que veo.

Siempre he tenido un cuerpo más desarrollado que el de otras niñas, mis senos son grandes y mis caderas anchas. En la escuela suelen molestarme por eso, diciéndome que no es normal ser así, pero nunca odié tanto mi cuerpo como lo hago en estos momentos.

Antes de esto mi falda estaba por arriba de la rodilla. No usaba sudaderas ni suéteres, solo cuando hacía frío. Mis calcetas largas y con zapatos de la escuela. Siempre traía un moño o diadema en la cabeza.

Ahora me estoy bajando un poco más la falda. Uso botas largas para ocultar mis piernas. Me vendo los senos para que no se noten tanto. Uso sudaderas más holgadas para que no se note mi cuerpo. ¿Los moños? Deje de usarlos.

Me veo al espejo mientras derramo unas lágrimas.

—¡¡CECY, BAJA PARA YA IRNOS!! —grita mi hermana desde abajo.

Seco mis lágrimas, doy un suspiro, tomo mi mochila y salgo de mi recámara.

—Vamos, que ya es tarde —me dice apresurada.

Camino con lentitud hacia ella, como si no tuviera ánimos de nada, y es que realmente no los tengo.

—Agarra tu botella de agua y ya vamos.

Voy al refri y saco mi bote de agua.

—¡Ya deja la flojería, Cecy! Camina bien —dice algo molesta—. ¿Y por qué te vestiste así?—me mira de arriba a abajo.

—Así me gusta.

Rueda los ojos —Eres tan rara. Mejor camina para ya irnos.

Salimos de la casa y caminamos a la parada del transporte.

Saudy me deja hasta la puerta de la escuela y se espera hasta que entre.

Mientras voy caminando, me encuentro con Brianda. Me siento tan mal que no quiero hablar con nadie, mucho menos con ella.

—¿Por qué estás vestida así? —dice viéndome.

—Me gusta —digo sin dejar de caminar.

—Así Alex nunca te hará caso, eh.

—No me interesa.

—Oye, ¿por qué no viniste por toda una semana?

—Me sentía mal.

—¿De qué?

—No quiero hablar, Brianda, en serio —avanzo más rapido hasta llegar al salón de clases. Dejo mi mochila en la mesa, me siento y me recargo en ella.

—Cecy, ¡qué gusto verte! —dice Alex con alegría—. ¿Cómo has estado?

Por primera vez, desde que conozco a Alex, no me da emoción escucharlo o verlo. Lo único que quiero es estar sola.

—¿Por qué no viniste en toda la semana?

—Me sentía mal —digo sin ánimos y sin despegar mi cabeza de la mochila.

—¿Por qué? ¿Qué tenías?

—Me duele todo el cuerpo... hasta el corazón —unas lágrimas salen de mis ojos.

—Cecy... —se pone a un lado de mí y toca mi cabello—, te ves muy triste.

—Luego se me pasa.

—Dime qué te pasa, lo podemos solucionar.

—No lo tomes a mal, Alexis, pero no me hables, no tengo ganas de nada, ni siquiera de hablar.

—Está bien, pero sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad?

Asiento con la cabeza sin hablar. Alexis ya no dice nada, solo se sienta mientras espera que todos entren.

Durante el resto de las clases me la paso igual, ya no recargada sobre la mesa, pero sin hacer los trabajos, sin hablar con nadie, solo miraba a la nada. Lo bueno que el profesor ni cuesta se da.

El timbre de receso comienza a sonar, todos se levantan y salen del salón, todos menos yo. Vuelvo a poner mi mochila sobre la mesa y vuelvo a recargarme en ella.

—¿No vas a salir? —me pregunta Alex.

—No tengo ganas.

—Pero tienes qué comer algo.

—La comida engorda.

Frunce las cejas —¿Desayunaste algo?

Niego con la cabeza.

—Entonces tienes qué comer.

—Ya te dije que no quiero, y tampoco quiero salir de aquí.

—Pero Cecy...

—Dejame sola, Alex, por favor.

—Está bien —da vuelta y sale del salón.

Levanto mi cabeza y pongo mis manos sobre mi barbilla.

Otra vez viene ese recuerdo, ese horrible recuerdo de ese horrible día.

Llorando y dando un grito, arrojo mi mochila al suelo, pongo mis codos sobre la mesa y me tapo la cara, sin dejar de llorar.

¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? ¡¿POR QUÉ?!

No sé cuanto tiempo ha pasado, pero yo sigo llorando ahí en mi lugar. En eso vuelve a entrar Alex, pero no lo veo hasta que me habla.

—Te traje algo de comer, Cecy —se sienta en el lugar de Brianda, enfrente de mí.

Quito mis manos de mi cara y lo miro.

—No sé qué te guste comer, pero yo te traje un sándwich de pavo —me lo pone enfrente—. ¿Te gusta?

—Muchas gracias, Alex, pero ya te dije que no tengo hambre.

—Pero debes comer algo, Cecy, no desayunaste.

Realmente no tengo apetito, pero se siente tan hermoso que se preocupe así por mí.

—Solo le comeré un poco entonces.

Sonríe —Bueno, ya aunque sea. ¿Te puedo preguntar algo?

—¿Qué?

—¿Por qué estás triste?

Bajo la mirada.

—Puedes confiar en mí, en serio.

—Gracias, Alex, pero lo que me para no puedo contárselo a nadie.

—Lo entiendo, pero no me gusta verte así. Tampoco me gusta verte sin moño.

Lo miro con extrañeza —¿Cómo dices?

—Siempre tienes un moño en la cabeza, pero ahora no.

—No tengo ganas de usarlo.

—¿Te digo un secreto?

Asiento.

—Te ves más bonita con moño.

Eso me pone un poco nerviosa.

—Prometeme que mañana lo traerás.

—Está bien, te lo prometo.

Sonríe —Ahora come tu sándwich.

Abro la charola de plastico, le quito el pan de arriba al sándwich y le saco el tomante. Alex se ríe un poco.

—¿Por qué haces eso?

—Me gusta el tomate, pero no en el sándwich.

Vuelve a reír y me sonríe —Come como quieras, pero come.

Tomo el sándwich entre mis manos y le doy una mordida. Alex solo me sonríe mientras me observa comer.

Mi Primer Amor©✔ Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora