Capítulo #40

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Estamos a semanas de la graduación. Ya las clases no son obligatorias, pero seguimos asistiendo más que nada por la convivencia, para estar con los amigos y, en mi caso, para estar con Alexis.

Todos los grupos de 6to año nos escribimos en nuestras camisas. Escribimos o nos escribes alguna firma, nombres o frases. Es algo que es muy común al menos en México cuando nos vamos a graduar, es para guardar esa camisa y así recordarnos cuando no nos veamos más.

Casi todos en el salón escribieron en mi camisa, y yo escribí en la de ellos, solo en la de los que me caen bien. No he escrito en la sudadera de Alexis porque no lo he visto, está jugando fútbol con Héctor y los demás mientras yo estoy con mis compañeros escribiéndonos en nuestras camisas. Decimos que hay que ir a la canchas con los demás para que también nos pongan su firma.

Llegamos a la canchas y empiezan a gritar los nombres de los que están abajo para que dejen de jugar. Todos bajamos de las gradas para ir con ellos. Yo voy directo a abrazar a Alexis. Alexis me toma de la cintura y me levanta un poco del suelo.

—Tu camisa está toda rayada —se ríe viéndome.

—Ya sé —río—. Fue idea de todos. ¿Me quieres escribir? —le doy un plumón.

—Date vuelta pues.

Doy vuelta. Siento el plumón en mi espalda, me está escribiendo algo.

—Listo —tapa el plumón.

—¿Qué me pusiste? —pregunto.

—Miralo cuando te quites la camisa.

—Bueno... ¿Yo puedo escribir en ti?

—Es que mi mamá se enojará si rayo la camisa.

—Yo no pedí permiso —reímos.

—No, en serio no puedo... —se queda pensando—, pero... —se va a la banca por su sudadera. Yo lo sigo—, esta sudadera es vieja, tengo con ella desde los 10 años y ya está algo gastada. Puedes escribir en ella si quieres.

Sonrío, agarro el plumón y le escribo.

“Eres el mejor en el fútbol.
Te quiero, bebé♡
Cecy”

—Yo también te quiero, bonita —me abraza.

Justo cuando me está abrazando llegan todos los demás. Le piden a Alex que le firme a ellos y ellos a él, y así lo hacen. En ese momento todos dejamos atrás todo problema, conflicto o diferencias que podamos tener. Todos escribimos en las camisas de todos, incluyendo a Daniela, Brianda, Héctor y entre otras personas con las que he tenido algún problema.

Una compañera llamada Perla pide que nos tomemos una foto todos juntos, ya que ella tiene celular con cámara y la subirá al grupo de Facebook que tenemos, en el que Alex no está por no tener Facebook. Le pedimos a un niño de otro salón que nos tome la foto. Nos ponemos todos juntos y recargados en una pared, las niñas paradas y los niños en el suelo incados o sentados. El niño toma varias fotos y luego le regresa su celular a mi compañera. Después cada quién se va por su lado. Yo me quedo con Alex.

—¿Seguirás jugando fútbol? —le pregunto.

—No, prefiero ir contigo a donde sea. Fútbol puedo jugar cuando yo quiera, pero estar contigo es algo que ya no voy a poder a hacer.

Eso me pone algo triste, pero al mismo tiempo me hace feliz que él quiera pasar conmigo el poco tiempo que nos queda en la primaria.

Ya tiene meses que nuestros padres pagaron para que se nos entregara una camisa de recuerdo de graduación; generación 2006-2012, con nuestros nombres y los nombres de todos los del grupo. Esa camisa la usaríamos el último día de clases, la última vez que estaremos en el salón, la última que seremos ”6to B”. Claro que también queda la clausura, pero eso es distintos.

En el último día de clases todos nos pusimos nostálgicos y recordamos muchas cosas, algunas divertidas y otras no tanto, sobre todo los que llevamos los 6 años completos en la misma escuela. A pesar de que sufrí mucho bullying por parte de casi todos, la verdad es que también hubo cosas buenas, y es mejor llevarme eso que llevarme lo negativo.

—Cecy, ¿podemos hablar? —me pregunta Brianda.

—Sí, dime —la mira.

—Quiero disculparme contigo —dice Brianda—. Las cosas que te hice estuvieron mal, yo lo sé, pero me arrepiento y, aunque no lo creas, te aprecio mucho, siempre lo he hecho porque fuiste tú la primera persona a la que le hablé cuando recién entré en tercero.

—Yo también te aprecio, Brianda, fuiste mi amiga y no todo fue malo, hubo cosas buenas, nos divertimos y así. No ge preocupes, yo no tengo problema alguno contigo. Lo pasado está olvidado.

Me sonríe y me abraza.

—Eres muy buena, Cecy, gracias.

—No tienes qué agradecer —la suelto y le sonrío.

—Bueno, te dejo porque ahí viene tu galán —guiñe el ojo y luego se va.

Volteo hacia atrás y veo a Alexis, está sonriendo.

—¿Qué te decía Brianda? —me pregunta Alexis.

—Se disculpó conmigo por todo lo que me hizo antes.

—¿Y la perdonaste?

Asiento.

—No es bueno tener rencores con nadie.

Sonríe.

—Por eso me encantas, bonita, por lo buena persona que eres.

Le sonrío.

—También perdono a Daniela —la veo a lo lejos, está hablando con Adrián—, así ella no me pida nunca perdón.

—Ves —me toma de la barbilla y me hace voltear a verlo—, eres tan buena y tierna.

—Es que así es mejor, es mejor perdonar.

Me abraza.

—Te quiero, preciosa —me dice.

—Y yo a ti, Alex... ¿Te das cuenta que después de la clausura nunca nos volveremos a ver?

—No digas nunca —me suelta y me mira—. Yo sé dónde vives.

—Me cambiaré de casa, no sé a dónde, pero en unos meses me mudo.

Pone cara triste.

—Bueno —me mira—, tú sabes dónde vivo yo, me has visto entrar a mi privada dices.

—Sí, Alex, pero la escuela nos quitará tiempo. No será lo mismo.

—No quiero dejar de verte, bonita —acaricia mi mejilla.

—Yo tampoco, pero va a pasar, lo queramos o no, sucederá. No quiero llorar, pero... —sin poder evitarlo las lágrimas empiezan a salir se mis ojos—, te voy a extrañar tanto, Alexis.

Sus ojos también se empiezan a cristalizar.

—Yo también, preciosa —acaricia mi cabello—, más de lo que imaginas y más de lo que yo mismo pensé que iba a extrañarte.

Lo abrazo, sin dejar de llorar.

—Ojalá fuéramos a la misma secundaria, así te siguiera mirando todos los días.

—Lo sé, eso fuera increíble, pero tristemente así no son las cosas, bonita.

—Yo sabía que esto pasaría, sabía que algún día te tenía qué dejar de ver, pero no pensé que llegara tan pronto, ni mucho menos que me doliera como me está doliendo.

—Ni yo lo imaginé, es más, jamás imaginé que te fuera a querer como te quiero.

Me aparto un poco para verlo.

—Yo eso sí, eso lo supe desde que te miré.

Toca mi mejilla, limpiando mis lágrimas, aparta un poco mi cabello, me toma de la mejilla y me besa lentamente. No quiero dejar de besarlo, así que lo pesco del cuello y la cabeza sin dejar de besarlo. Nuestros compañeros empiezan a decir: “Miren, miren” y gritan y aplauden. Nosotros nos dejamos de besar y solo sonreímos a los demás.


Mi Primer Amor©✔ Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora