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La mañana de clases por fin había terminado, pareció eterna, me la pase sentada junto a Pilar y Lujan, mientras tratábamos de descifrar a Luna Fernández, ella no era como nosotras, Pilar, Lujan y yo jamás nos juntaríamos con los falsos reyes solo para encajar, nosotras éramos todo lo contrario a ellos.

En cambio Luna no era como nosotras ni tampoco como ellos, ella trataba de adaptarse al grupo monarca, pero a la vez se llevaba bien con nosotras. Pero una persona así ¿es de fiar? Lujan dice que nos va a traicionar a la primera oportunidad que tenga, Pilar dice que es imposible, que es una buena persona rodeada de las personas equivocadas ¿y yo? yo no me decido, no confió en ninguna de las tres, pero iba a tener el doble de cuidado con esa chica.

Estaba con la rubia y Pilar en mi cuarto, ella duerme en otro lugar pero no se lleva bien con sus compañeras de cuarto, me dijo algo de Fernanda y Belén, pero esas me importan menos que cualquier otro. Ni pinchan ni cortan en esta escuela, eran unas simples chicas sin neuronas.

—Tengo que devolverle la camisa al chico que me la prestó— les dije mientras miraba la prenda estirada sobre mi cama —¿Se la lavo? ¿o se la devuelvo con mi perfume? así tiene un recuerdito de mí—

Yo ya llevaba puesta la remera roja, con el cuello de mezclilla.

—Si seguís dejando recuerditos por ahí te vas a quedar sin ropa Marizza— me advirtió Lujan, las tres sabíamos que mi remera roja con cuello celesta la tiene Pablo Bustamante, posiblemente tenga que comprarme otra igual.

—¿Quién es ese chico? ¿te gusta?— preguntó Pilar con picardía —No nos dijiste nada—

—No hay mucho que decir, no les voy a negar que me parece muy atractivo— admití —Pero no me interesa, nadie me interesa en lo más mínimo, me gusta gustarles, nada más— 

Me prometí a mi misma no fijarme en nadie de este colegio, con la pequeña experiencia que tuve con ese rubio hueco ya me basta, no planeo volver a humillarme, por más que tenga cuarenta años y siga sin dar mi primer beso. Prefiero ser monja antes que enamorarme.

—Cualquier chica normal se la daría limpia después del favorcito que te hizo— dijo Pilar como si fuera obvio, pero Marizza Pía Spirito no es cualquier chica.

—Entonces se la voy a llevar así como esta— sonreí

Tomé el embace de mi perfume, era de un aroma a fresa, era dulce, era adictivo, lo amaba. Rocié un poco de él sobre la camisa del chico, la doble perfectamente acomodada y me decidí a llevársela.

Camine hasta el sector de los hombres de cuarto año, fui leyendo los carteles uno por uno, "Manuel Aguirre, Nicolás Provenza" aquí era.

Estaba por entrar hasta que oí unas risas, y las reconocía bien, Pablo Bustamante estaba cerca. me asome a la puerta de al lado y allí leí su nombre, junto al de Tomás Escurra y Guido Lassen. Pero no me importó, yo vine por Manuel, no por él. Ya iba a tener todo este año para hablar con Pablito, si tenía suerte iba a verlo caer poco a poco.

No golpee la puerta, simplemente entre, ahí estaba Manuel, sentado en su escritorio escribiendo, volteó a verme sorprendido.

—¿Qué haces aquí? esta prohibido que las mujeres entren en esta área—

—Lo prohibido es divertido, Aguirre— me senté en la cama de en medio y lo observe —Traje tu camisa, supuse que te va a hacer falta mañana—

—De todos modos tengo una más, pero gracias, déjala en mi cama yo luego la guardo—

—Gracias por el favor, te debo una grande— 

The actingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora