Jack

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El bar del gremio de los cazadores estaba atiborrado, había quienes ya habían venido de sus expediciones y había quienes todavía se estaban preparando. Era fácil diferenciar les, los que ya habían venido tenían heridas, vendas y comentaban sus hazañas con otros cazadores. Quienes se preparaban se mantenían cerca de la puerta y llenaban sus zurrones con provisiones. Tome otro sorbo de cerveza. Vi que cerca del tablón de misiones había otro grupo, los novatos, los que todavía no habían cumplido su primera misión y todavía no tenían su insignia de cazador: una flecha atravesando una rosa. Acaricie mi insignia que colgaba de mi chaqueta de cuero. Aún recordaba el día que me la dieron, al primer gigante que mate. Fue hace mucho tiempo, cuando ni siquiera era un adolescente.


La puerta chirrió y entraron dos personas, los hermanos Hanin, Adowa y Adiel. Parecían frescos como lechugas, Adowa se estaba estirando. Charlaba con su hermano sobre aquello en lo que gastarían su recompensa.


- Necesitamos más munición y estaría bien comprar nuevos materiales para talismanes – Decía Adowa. Ambos se acercaban a la barra, cerca de donde me encontraba yo. Di un par de pasos a la izquierda para dejar espacio entre nosotros. Ni a ellos ni a mi nos gustaba demasiado el contacto físico.


- Había visto un libro de talismanes que no tenemos sobre talismanes en una librería nueva, quizás deberíamos pasarnos. - Le dijo Adiel a su hermana. Adowal asintió. Sus rizos oscuros siguieron el movimiento de su cabeza. Una camarera se acercó a los hermanos.


- ¿Que os pongo? - les preguntó.


- Dos licores de almendras y lavanda. - El licor favorito de ambos, siempre lo pedían. El que servían en el bar era de importación, de Yinid. Nadie lo sabía cpn certeza, pero debido a su piel negra, sus ojos oscuros y su pelo rizado, la teoría de que provenían de Yinid corría por todo el gremio y por toda la ciudad.


- ¿Ya no saludais ni a un viejo amigo? - Les pregunte distraidamente mirando los restos de mi cerveza.


- No somos amigos – Dijo Adowal. Sonreí levemente. Los cazadores son lobos solitarios. Era lo que se susurraba en ciudades, pueblos y aldeas. No confían en nadie más que en si mismos, lo único que les mueve es la recompensa. Lo peor era que aquellas habladurías en su mayoría eran ciertas. Solo los hermanos Hanin eran la excepción.


- Vaya y yo pensando que eramos los mejores amigos, me rompes el corazón Adowal. - Ella se giro y fijo sus grandes y oscuros ojos en mi. Su tez oscura brillaba con el reflejo de las velas. Adiel, se quedó detrás de ella, esperando a sus licores.


- Yo solo confío en Adiel y en mí misma. Tú y yo solo somos compañeros, y muchas veces no llegamos ni a eso - Dijo enderezandose y cruzando los brazos. La camarera llegó con los dos licores y Adiel los cogió. Le tendió el suyo a Adowal. Suspire exageradamente.


- No solo destrozas mi corazón, si no que además esparces los cachitos por el desierto para que no lo pueda recomponer. - Adowal escondió una ligera sonrisa tomando un trago de su licor.


- Ya quisieras tú que te rompiera el corazón, rubito.- Ahí estaba. Rubito. Puede que no fuéramos amigos, pero si teniamos cierta complicidad. Yo bromeaba, ella me despachaba llamandome rubito. Era una dinámica tan conocida por ambos como la caza. Adiel nos miraba sospechando. No te preocupes, Adiel, no tengo intención de alejar a tú hermana de tí. ¿Como podría hacerlo? Sois el duo más famoso de cazadores. Los hermanos Hanin, los cazadores de brujas, los inseparables. No tienes que temerme, al fin y al cabo con tus casi dos metros de altura y tus brazos podrías matarme con facilidad. ¿Oh quizas mi espada sería más rápida y podría apuñalarte en el corazón?

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