Café

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Dazai despertó muy tarde, era casi medio día para ser exactos. La noche anterior tuvo una misión sumamente agotadora, y más cuando se trata de trabajar junto al enano.

"¡Podemos hacerlo!" gritaron los dos cuando Mori les retó. Ja, imbéciles. Su relación iba de mal a peor, Chuuya no paraba de insultarle, él no paraba de burlarse de su altura, golpes, insultos, preguntas personales, ataques por la espalda, hubo agresiones de todo tipo.

¿En qué consistía su misión? Vigilar una embarcación. ¿Por qué ellos? Porque había un posible usuario de habilidad queriendo atacar su objetivo, y al parecer era peligroso. Por lo que sus jefes no perdieron el tiempo y los mandaron a ellos.

Obviamente abandonó a Chuuya en plena media noche, camino sin rumbo alguno hasta llegar a un bar y tomó unas cuantas copas. Después de cinco horas se digno a aparecer de nuevo, con el enano echo una furia pero sin dirigirle la mirada.

Por alguna razón, se sintió mal de verlo cabezear con unas ojeras gigantes, el cabello revuelto y una cara de querer asesinar a todos. Él durmió plácidamente en la barra del bar, pero su ex-compañero se la paso bozteando todo el rato.

Era un ejecutivo de la Port Mafia, ¿no podía aguantar ni una noche sin dormir? Esa pregunta dio vueltas en su cabeza el resto de la misión, no era que le importará, pero moría de curiosidad.

Maldito tratado de paz indefinido, de por sí tenía suficiente con calmar los nervios de Atsushi cada vez que tenía misiones con Akutagawa, ahora tenía que trabajar codo a codo con el pitufo, otra vez.

Se odiaban, cualquiera diría eso. Pero bajo esa fachada de rencor, había un pequeño aprecio y enorme confianza, aunque no lo dijeran en voz alta, confiaban el uno en el otro.

Chuuya no usaría Corrupción si no confiara en Dazai y Dazai no propondría que el enano usará Corrupción si no confiara en que Chuuya confiara en él.

Difícil de explicar, fácil de realizar.

Con una sensación extraña en su pecho, decidió llevarle un café al pitufo naranja como ofrenda de paz por abandonarlo en la misión de anoche.

Salió de la residencia y se encaminó a la cafetería más cercana. Ni loco pasaría cerca de la Agencia, ellos estarían haciendo su trabajo y él no tenía ganas de hacer el suyo.

Un café a estas horas era extraño, pero sabía que Chuuya no rechazaría un Frappuccino de caramelo, aunque para él fuera la cosa más dulce y empalagosa de todo el universo.

Entró al local, pidió la bebida, espero a que se la entregarán y salió del lugar.

Ya sabía la dirección de su casa, lo había llevado de regreso tantas veces cuando aún era su compañero y no podía ni hablar de lo ebrio que se ponía.

Unos 15 minutos y estaba frente a la puerta del edificio, una señora algo mayor lo recibió en la entrada.

- Buenas tardes jovencito- Saludó bastante alegre

- Buenas tardes señora- Regresó el saludo

Ni idea de quién era la señora, pero le agrado su manera de recibir a los desconocidos. Subió con ayuda del elevador y fue practicando consigo mismo como pedir disculpas al pelinaranja.

Llegó al cuarto piso y busco la puerta de su departamento, el número era 29-05, no tardó en encontrarlo y sacar una horquilla de entre sus cabellos.

Un par de movimientos y la puerta estaba abierta, dejo sus zapatos en la entrada por respeto y abrió la segunda puerta.

- ¿Eh?- Pronunció al aire cuando vio el interior

Esos no eran sus muebles, esa no era su manera de decorar. Confundido entró a la cocina, esos no eran sus gabinetes, esos no eran los cuchillos que usaba para cocinar, ¡Ni siquiera estaba su reserva de vino!

¡Podemos hacerlo! // SKKWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu