Capítulo 4

3 2 0
                                    

Katheryne

Adoro pasar el día en la playa, hoy estuvimos menos tiempo debido a la fiesta de bienvenida de Rubí. Al llegar a la casa dejo a los gemelos en la piscina a cargo de Carolina quien los cuidará lo que queda de tarde. Subo a mi recámara donde Josué me espera para ducharnos, llevamos once años juntos y estoy más enamorada que la primera vez. Entro a la bañera y después de media hora tomo una bata y salgo a escoger el atuendo de esta noche. Luego me siento a maquillarme poniéndome una sombra clara y un labial rosa vieja. Me coloco un vestido con escote en forma de corazón, suelto hasta los muslos y ajustado en la cintura con un cinturón plateado a juego con los zapatos y el bolso. La fiesta será solo para unos amigos por lo que no hay necesidad de tanta elegancia. Josué se pone una camisa de manga larga con unos vaqueros ajustados y la característica fragancia de un Antonio Banderas.

— Estás preciosa, ¿te lo he dicho alguna vez? — me dice antes de abandonar la habitación.

— Sí, pero me gusta que me lo digas — tomo su mano y vamos a despedirnos de los niños.

Bajamos al vestíbulo y Rubí nos espera con el cabello perfectamente alisado, con una sombra tenue, los ojos delineados y los labios de un rojo pasión. Lleva puesto un vestido negro que se le ciñe al cuerpo resaltando todas sus curvas dejando al descubierto sus piernas y unos tacones del mismo color con tiras en la parte superior del pie. Ella toma su bolso y nos subimos en el Lamborghini con destino a Copacabana. El departamento de Diego y Patricia está a unas cuadras de la playa, es espacioso, con sala de juegos y un gran salón. Al llegar ya están todos esperándonos, aunque solo son ellos dos, Cristina, Iván, Clarissa, su esposo Lucas y su hermano Samuel, siempre estábamos juntos a pesar de tener edades diferentes.

Nos acercamos y Rubí parece muy contenta con los saludos y abrazos de todos a excepción de Clarissa que ni la mira.

— Vaya, vaya Lucas como has cambiado, ¿dejaste los videojuegos por pesas? — le pregunta Rubí a su antiguo mejor amigo

— Me alegro que estés de vuelta — le responde y le da un abrazo.

— Te ves muy bien — le dice Samuel a la rubia. Fueron novios desde los trece hasta los quince, cuando ella se marchó las cosas terminaron.

— Gracias, tú tampoco te ves nada mal.

— Sam por qué le hablas — interviene Clarissa —. Si hubiese sabido que esta fiesta era para ella no me habría molestado en venir.

Las tres éramos mejores amigas, siempre lo fuimos desde pequeñas pero algo cambió cuando Rubí se fue.

— Aún sigues con lo mismo — responde Rubí.

— Podemos terminar la noche tranquila — intervengo antes de que arruinen la velada.

— Cállate Kathe siempre te has puesto de su parte, nunca me das la razón — me grita Clarissa —. Teníamos un pacto, estar unidas, apoyarnos en las buenas y en las malas y entonces ella se largó.

— Tuve que hacerlo — aclara Rubí tratando de no alterarse.

— No me vengas con eso, te fuiste porque te dio la gana, tenías dinero, amigos y una familia, qué te faltaba, nada, no te faltaba nada.

— Eso lo dices porque no viste como asesinaron a tus padres a los diez años, es verdad, tenía dinero, amigos y a los Ribeiro — exclama la rubia con los ojos llorosos — pero me faltaban ellos, cada vez que estaba a solas no hacía más que pensarlos, necesitaba salir de aquí, pero nunca me entendiste, ni lo harás porque tú sí que lo has tenido todo.

Rubí termina de hablar, se seca las lágrimas, toma su bolso y se despide rápidamente dirigiéndose a la salida , parece que deja de escuchar al no oír mis llamados para que se detenga. Cruza el umbral y prefiero no seguirla, es mejor que se tome su tiempo.

Instante infinito Where stories live. Discover now