Capítulo 6

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Rubí

El Sol está en su apogeo y disfruto de él a la orilla de la piscina. Los gemelos están en el agua y cuido de ellos mientras que sus padres asisten a una reunión familiar en el colegio. Percibo a Carolina que se acerca vistiendo un traje de dos piezas color negro, nunca la he visto usar un uniforme de sirvienta, siempre ha vestido elegante.

— La buscan señorita Vieira — dice y muevo la cabeza en señal de asentimiento para que haga pasar a la visita.

Veo entrar a la mujer de cabello cobrizo, ojos claros, mediana estatura y luciendo un vestido color sangre.

— Clarissa no estoy para discutir, así que si viniste a eso te puedes largar por donde mismo llegaste.

—  Solo quiero hablar — hace una pausa y se sienta a mi lado a la vez que mueve la mano para saludar a los gemelos —, será un momento.

— Entonces habla.

— Lo siento, no debí decir todas esas cosas, me conoces y sabes que soy muy terca, no quería entender tus razones para irte — ladea la cabeza y calla por un momento mientras observa a los niños —. Me hiciste mucha falta todos estos años y no tuve el coraje de llamarte y aceptar que estaba molesta por una estupidez, espero que puedas perdonar mis niñerías — respira hondo al terminar su discurso.

— También me hiciste mucha falta, claro que te perdono — la abrazo y me siento aliviada al recuperar a una de mis mejores amigas.

— Por ganarme el título a la peor compañera del mundo — sonríe al decir esa frase — ahora quiero que me cuentes que has hecho durante este tiempo.

Le cuento lo más importante de mi vida y la invito a ser la abogada que necesito a lo que responde con un sí. El móvil suena y la pantalla se ilumina con un mensaje de Samuel.

Hola, espero que estés bien, me preguntaba si quieres cenar esta noche conmigo.

— Tu hermano quiere que salga con él a cenar.

— Puedo preguntarte algo — inquiere curiosa.

— Sí.

— ¿Sentiste algo al verlo aquella noche? Prometo no contarle nada — cruza los dedos en señal de promesa y me mira en busca de una respuesta.

— Samuel, qué quieres que te diga, fue mi único novio, mi primera vez, obvio que sentí cosas al verlo.

— ¿Único novio?

— En París salí con varios tipos, pero nada serio, dos o tres meses como mucho, nada más.

— ¿Vas a aceptar su invitación?

— Me parece que sí, después de todo somos amigos.

Kathe llega y se sorprende al vernos juntas, se une a nosotras y nos quedamos parloteando por varias horas. A las 5:30 PM subo a mi habitación y preparo la bañera, tomo un relajante baño de espumas y luego salgo a arreglarme. Elijo un vestido corto entallado en las caderas con escote en forma de V que llega al inicio de mis senos, recojo el cabello en un moño alto dejando unos flequillos afuera. El maquillaje sencillo siempre será mi mejor opción, coloco un brazalete dorado en mi muñeca derecha y unos tacones del mismo estilo.

El timbre de la casa suena alrededor de las 8:00 PM y bajo al saber que es él.

— Luces espectacular, más bella que nunca — me halaga besando mi mejilla izquierda gesto que me sonroja un poco.

Abordamos su auto y tomamos la Avenida Henrique Dumont, dirigiéndonos al restaurante francés Le Bristrot du Cuisinier. El sitio es acogedor y muy tranquilo con plantas pequeñas alrededor para dar una sensación de calidez y familiaridad. Nuestra primera cita fue aquí y luego se convirtió en nuestro lugar favorito.

— Por favor — espeta Samuel mientras inclina la silla para que me acomode.

— Gracias, veo que aún eres el mismo caballero que antes — le sonrío y a la velocidad de la luz le damos un vistazo a la carta pidiéndole al camarero la recomendación de la casa. Veo al hombre de ojos cafés, piel ligeramente bronceada, alto, pelo negro y con un tatuaje de un león en el antebrazo derecho y sé por qué me gustaba tanto. Observo sus labios moverse y siento su mirada en mí haciendo que recuerde todos los momentos íntimos que tuvimos lo que provoca que me ponga algo roja.

— ¿Así que jefe de la policía de Río de Janeiro? — pregunto para disimular

— Exacto, fui subiendo de puesto poco a poco, estoy feliz con esto, y aún más de que hayas regresado — toma mi mano y la acaricia por encima —, extrañé estar contigo.

—Yo también a ti, pero no te hagas que te vi en las redes con unas cuantas.

— Tengo treinta y cinco, hay que disfrutar antes de los cuarenta — sonríe pícaramente y hago lo mismo.

— Comentario típico de hombres.

— Sabes que soy un hombre serio y responsable, pero estoy soltero, qué hay de malo en un poco de diversión.

— Solo comentaba, además tengo muy claro el tipo de persona que eres.

— Después de que te fuiste no quise sentar cabeza con más nadie, perooo — extiende la última sílaba y me mira fijamente —, puedo volverlo a hacer si estás dispuesta a intentarlo una vez más.

— Sam —... digo con temor pero me interrumpe

— No te preocupes, no tienes que responderme nada, solo quería que supieras que desde que te vi la otra noche fue como rebobinar el casete — pestañea varias veces y vuelve a retomar el contacto visual — siempre me gustaste y ese día recordé que aún tengo sentimientos por ti.

Seguimos conversando de temas triviales y haciendo bromas de la adolescencia, terminamos la cena y me lleva de vuelta a Jardín Botánico.

— Respecto a la conversación de hace un rato — dice cuando bajo del auto — solo piénsalo, buenas noches.

Me despido y subo a mi alcoba, tomo un pijama blanco con pequeños soles y me tiro en la cama. Los momento felices junto a Sam vienen a mi cabeza, siempre fue muy respetuoso conmigo a pesar de llevarme diez años. Repito sus palabras varias veces pero mi subconciente me traiciona y me traslada a la velada que pasé con Marco, sus besos, sus ojos marrones recorriendo cada centímetro de mi cuerpo y las embestidas que hicieron que me corriera a chorros hacen que se enciendan mis deseos sexuales. No dejo de revivir esa noche hasta que el sueño termina venciéndome.

Instante infinito Where stories live. Discover now