Capítulo 5

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Rubí

¡Oh Dios! me cuesta abrir los ojos, tengo un dolor de cabeza que no puedo con él, trato de mantener mis luceros abiertos tratando de saber dónde estoy, logro divisar mi ropa en el suelo y como una película las imágenes de la noche anterior vienen a mi mente. Me envuelvo en una sábana y paseo por la habitación la cual tiene un ventanal de cristal a la izquierda de la cama, el clóset está abierto y puedo ver la cantidad de atuendos y lociones que tiene este hombre, además de lo que logro recordar de la decoración del apartamento me da a entender que su gusto es impecable.

Agarro mi vestuario y me lo coloco lo más rápido posible, entro al cuarto de baño y me lavo el rostro y enjuago los dientes con un poco de pasta dental. Bajo las escaleras y me encuentro con el sexy personaje de metro noventa en la cocina.

— Buenos días — dice al verme.

— Ya estaba de salida.

— Puedes desayunar, tengo una reunión en quince minutos, pero puedes quedarte el tiempo que quieras — en sus palabras puedo percibir un leve acento italiano.

— Le dices eso a una desconocida, y si resulto ser una ladrona o asesina.

— Si no hiciste eso mientras dormía no lo harás ahora — toma su teléfono y sale por la puerta.

No termino de creerme que se haya largado y me dejase sola en su apartamento, tomo mi teléfono y tengo varias llamadas perdidas de Kathe y Max, « ¡oh no, no puede ser! » digo para mis adentros.

Llegaré un poco tarde, por favor no dejes que el señor se vaya.

Le envío un mensaje a Kathe mientras abordo un taxi y autoseguido llamo a Max:

— ¿Qué pasa?

— Tenemos que hablar, por qué no me respondiste las llamadas.

— Estaba ocupada follando con un extraño.

— ¿Queeé? Al fin me hiciste caso, entonces estaba bueno el condenado

— Luego te cuento que tengo prisa.

Entro a la mansión, saludo a Carolina y voy directo a tomar una ducha, me pongo lo primero que encuentro que es una minifalda color verde con un cinturón negro, la blusa es corta con los tirantes cruzados en la espalda. Los zapatos son estilo boticas y de tacón cuadrado, todo en combinación con el delegado cinto. Me echo un poco de base tratando de cubrir las ojeras y lo chupetones del cuello, unto rímel en las pestañas y un poco de lápiz en los ojos, los labios los pinto de un tono piel y me recojo el cabello en una trenza china. Cubro mis ojos con unas gafas de Sol, el dolor de cabeza me está matando y tomo dos aspirinas queriendo eliminar el incesante pitido que intenta perforarme los sentidos y el estómago se me revuelve con cada paso que doy.

Abordo el Audi un tanto mareada y al entrar en él me enfoco en el volante queriendo despejar mi mente. Aprieto el acelerador hasta llegar a Copacabana, en la entrada me espera Kathe, la cual pasa su peso de un pie hacia el otro al ver mi demora.

— ¿Qué ocurrió? — me pregunta.

— Luego te cuento, dónde está.

— En la segunda planta a la derecha, en tu futura oficina. Se llama Marco D'angelo, tiene treinta años y ha sido muy paciente al esperar tanto.

— Lo sé.

Subo las escaleras a toda prisa mientras Kathe se queda abajo.

— Señor D'angelo, siento mucho la demora —le digo al hombre de espalda ancha que se encuentra sentado frente a una mesa.

— Solo Marco por favor — dice volteándose y pido desaparecer al notar quien es.

— ¿Me estás acosando? — paso por su lado y me siento frente a él.

— Solo estoy trabajando, y si vamos a laborar juntos al menos debería saber su nombre.

— Tu nombre, se oye mejor así, solo tienes cinco años más que yo. Soy Rubí Vieira. Esto es lo que planeo hacer con este sitio — le muestro unas imágenes que tengo en el móvil —. ¿Pueden hacerlo?

— Por supuesto, solo necesito un día para trazar un plan de trabajo, comunicárselo a mis compañeros y el miércoles estamos aquí.

Saca unos papeles de la carpeta que llevaba consigo y me los extiende, los leo detenidamente y aunque no estudié Derecho puedo decir que todas las cláusulas están en orden. Tomo un bolígrafo de mi cartera y firmo en la línea de puntos, autoseguido él hace lo mismo.

— Perfecto, respecto a lo de anoche...

— Sé lo que vas a decir — me interrumpe — estabas un poco tomada y no sabías lo que hacías — observo sus labios al hablar y no puedo evitar que baje un ardiente vapor por mi cuerpo —, no te preocupes.

— En realidad iba a decir que estuvo muy bien, me encantó pero no puede volver a ocurrir.

— Nos vemos el miércoles.

Lo acompaño a la salida y me siento en un rincón al lado de Kathe.

— Estaba preocupada por ti, ¿qué te hizo llegar tan tarde?

— Siento haberte preocupado — digo abrazándola —, respecto a lo que me pasó — hago una pausa — bueno su nombre es Marco D'angelo, una discoteca, alcohol, su departamento y sexo desmedido.

— Perooo — calla al no saber que más decir.

— Fue quien golpeó mi cabeza con el balón en la playa, luego de irme de la fiesta fui a Le Boy, lo vi, había bebido demasiado, y le insinué que quería coger.

— ¿Y qué tal estuvo?

Si Katheryne y Max fueran hermanos no se parecieran tanto, le conté todos los detalles sin saltarme ni un punto ni una coma. No podía creerse que pasé la noche con un desconocido, en verdad nunca había sido así.

Instante infinito On viuen les histories. Descobreix ara