Capítulo 7

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Rubí

Hoy comienza la remodelación del local, volveré a ver a ese hombre que no salía de mi cabeza anoche. Me levanto y entro a la ducha, abro el grifo de agua caliente y cada músculo se relaja al entrar en contacto con el líquido, salgo envuelta en una toalla y reviso el móvil cuando veo un mensaje de Patricia:

Ya todo está listo, si te conviene te lo muestro a las 8:00 PM.

Le envío un SMS de confirmación al terminar de leer, estoy segura de que el departamento quedó increíble, Patricia es muy buena en su trabajo. Decido ponerme unos vaqueros, una playera púrpura y un par de sandalias, me maquillo y dejo el cabello sin recoger el cual llega hasta mi trasero. Kathe aborda mi auto y nos dirigimos al local, unos minutos después llegan unas camionetas blancas llenas de instrumentos para el trabajo y hombres, algunos corpulentos y otros no tantos. Mi vista recae sobre el castaño que baja del primer vehículo con unos jeans y una camiseta que se le pega al musculado torso. Se hacen las debidas presentaciones, luego entran y se ponen manos a la obra. Clarissa entra en mi punto de visión y las tres nos dirigimos a mi "oficina", la que solo cuenta con un sofá, dos sillas y un escritorio hasta ahora. Entre risas y cuentos discutimos temas legales y administrativos y se nos va la mañana en ello. Almorzamos en un puesto de la playa y luego se van dejándome en el local repleto de masculinidad.

Acomodo mi trasero en el sofá y tomo el móvil en el que me dedico a hacer una lista de personas que no pueden faltar a la inauguración, entre ellos amigos, importantes empresarios y algunos críticos culinarios. Dejo de lado el teléfono y me asomo a las escaleras para observar el trabajo, Marco está subido en una escalinata, desnudo de la cintura para arriba y con el cabello pegado a la frente. Despejo mi mente y vuelvo a mi sitio tratando de olvidar lo que me provoca verlo así.

— ¿Café? — me dice recostado en la puerta extendiendo el brazo derecho lo que me permite detallar el tatuaje que a simple vista es un ave, pero no distingo cuál.

— ¿Por que estás a medio vestir? — le respondo con otra pregunta y  recojo el café

—¿Qué más da? — expresa sonriente —. Ya me has visto así y creo que te gusta mucho.

Sus palabras me llevan a pensar en aquella noche y un calor repentino recorre mi cuerpo concentrándose en mi entrepierna. Mis pómulos deben estar a rojo vivo y mis ojos miran fijamente a los suyos mientras se sienta a mi lado posando la mano izquierda en mi muslo, «Dios» siento que estoy mojando las bragas con el tacto que se aproxima a la zona de mi sexo. Sus labios chocan con los míos a la vez que desabrocha mis pantalones, «esto no puede ser»

— Marco para — le digo entre jadeos —, te dije que esto no volvería a ocurrir.

— Perú tú quieres.

— Por favor déjame sola — le digo cuando logro separarme conteniendo la lujuria que se enciende al tenerlo cerca.

Se marcha y cierro la puerta rápidamente, me estoy comportando como una zorra, nunca he sido de hacer locuras. El Sol se va poniendo y los trabajadores abandonan el lugar, cierro todo con llave y me dirijo a mi nuevo departamento. La chica delgada, cabello negro, nariz fina y ojos verdes me espera en la quinta planta. La saludo con un abrazo y me asombro cada que me muestra algo. El apartamento es de dos pisos y bastante espacioso para mí sola, todo quedó decorado en blanco y negro con muebles a combinación, en el centro de la sala hay una alfombra con un diseño abstracto en azul y otras tonalidades, una amplia cocina que se divisa desde la entrada y perfecta para mis días de experimentos, varios dormitorios cada uno con su respectivo cuarto de baño, uno ambientado con equipos de gimnasio y otro como un salón de juegos y un balcón que me da una vista maravillosa del mar. Todo se ve elegante, cómodo, moderno pero con ese toque de calidez que me distingue, no me equivoqué en elegir a Patricia para el trabajo. Juntas nos quedamos conversando y esperando unas pizzas para cenar.

— ¿Qué tal los preparativos de la boda?

— Todo bien, ya queda poco para el gran día. Cristina ha puesto tanto empeño que parece que es ella la que se va a casar.

En verdad me alegro que le vaya bien junto a Diego, seguimos hablando y me ofrezco para preparar los bocadillos de la fiesta. Cristina, la madrina de la boda es una mujer alta de pelo corto por encima de los hombros y color verde azul, es una gran amiga pero un poco superficial y demasiado ambiciosa. Después de cenar me quedo sola y organizo unos pequeños detalles y cuando me dispongo a regresar a la mansión veo en la entrada del edificio de al lado a Marco besando a una mujer contra su auto. Gracias al cielo que no accedí esta mañana, era obvio que no es de los que se comprometen, sino de los que follan y después ni me acuerdo. Hoy casi estuvo conmigo y ahora está metiéndole la mano por el vestido a esa pelirroja, «menudo idiota». Tomo el volante del auto con rabia y vuelvo a Jardín Botánico.

En mi habitación pongo un poco de música para relajarme mientras pienso en el menú del restaurante. Ensimismada en mis pensamientos siento el celular vibrar con un archivo enviado por Max, él está de viaje con su nuevo novio por Italia. En la foto los veo tomados de las manos en un café, me quedo detallando la vista y diviso la pared del costado la cual tiene fotos de los visitantes. «No puede ser» digo para mis adentros al ver a mis padres en una de ellas con un señor que no me suena de nada, tiene un porte serio, ojos oscuros y penetrantes y una espesa barba, parecen muy amigos.

No sé quién sea ese señor pero lo tengo que averiguar si quiero saber la verdad de lo que le pasó a mi familia. A los Ribeiro no les puedo preguntar siempre dijeron que fue un robo, pero me queda claro que no fue así.

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Mañana estaré subiendo otro capítulo, sé que he estado desaparecida por un tiempo, espero que le guste hasta ahora.

Instante infinito Where stories live. Discover now