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El Juzgado (Armetty)

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Apenas habían pasado un par de días tras el regreso de Beatriz. Tras ese regreso que dejó a todos los accionistas descolocados ante la belleza de la mujer que se presentó a la sala de juntas, esa tan diferente a la que todos recordaban se había ido en medio de gritos, lágrimas y odio.

Armando no pudo sino sentirse obnubilado ante la mujer que se presentó frente a él. Desde aquella primera noche donde estuvieron juntos, él supo la belleza encontrada mas allá de esa ropa tres tallas más grande. Encontró unos grandes y profundos ojos negros con unas pestañas largas y rizadas, unos labios de porcelana con un ligero carmín natural y una piel suave cual gamusa. Esa noche supo que su Betty era más bella de lo que cualquier persona podría llegar a imaginar, sin embargo, prefirió mantener este pensamiento para sí mismo puesto que no quería que su recién descubierto tesoro fuera robado por cualquier hombre que fuera realmente merecedor de ella.

En este recuerdo se encontraba inmerso Armando mientras esperaba a que llegara su mujer al juzgado para buscar una tregua legal y sacar a Ecomoda de la crisis en la que la sumergieron. Apenas si escuchaba lo que uno de los pequeños abogados de Beatriz le decía cuando la vió. Podría reconocer esos preciosos ojos aún a miles de kilómetros.

Ella iba ataviada con una falda gris que iba a juego con un saco del mismo color y una blusa color lavanda debajo. El traje se ajustaba divinamente a sus curvas y le daba un aire juvenil y a la vez formal. Su cara iba maquillada ligeramente, resaltando de forma majestuosa sus rasgos naturales, mismos que combinaban de manera perfecta con sus rizos. Su melena le caía de una manera tan natural que simplemente la hacía parecer una diosa del olimpo merecedora del más bello templo en Grecia. No podía hacer otra cosa sino contemplar a su musa.

Armando salió por un momento del trance en el que estaba gracias al pequeño carraspeo que Don Hermes emitió al ver la persistente mirada del accionista sobre su niña. Lo anterior lo trajo de nuevo a la cruda realidad, dónde al saludarla, ella sólo le respondió con el más frío y escueto "Buenos días, doctor."

Estas simples palabras fueron como dagas para Armando, lasceraban su ya tan rota alma. Durante este lapso que lo trajo de vuelta a la realidad, por primera vez prestó atención a lo que decían los abogados de Beatriz:

-... y hemos llevado varios casos juntos.

A. POV.

En ese instante las palabras que salieron de mis labios lo hicieron con la leve esperanza de obtener una respuesta que me diera al menos un momentáneo alivio ante lo que el juez pudiera declarar. Tan solo una frase que pudiera calmar parcialmente la ansiedad que me embargaba ante la hecatombe que podía resultar de esta auditoría.

-¿Ha ganado usted algún caso?.- Dije con un aire de duda. Y momentos después me arrepentí de haber preguntado

-Pues como tal no doctorcito, pero mire...- Después de esa frase dejé de escuchar nuevamente, puesto que nos indicaron que pasáramos a la sala con el juez.

Mis nervios iban desbocados, sin embargo, cuando Beatriz pasó a mi lado el suave aroma a cítricos que desprendió me devolvió a la burbuja en que me sumergí al verla llegar. No pude sino apreciarla a la distancia, y al llegar a la sala, los demonios que me acechaban desde el desastre ocurrido en la junta se saciaron con sentir su presencia mientras estaba sentada junto a mí.

Pese a que estaba tratando de enfocar toda mi atención en el repele del juez ante nuestra solicitud para mantener la prenda sobre establecimiento, mi mente se encontraba en otro plano, en uno no-terrenal donde solo apreciaba de reojo la única presencia de Beatriz. Su olor, sus gestos, la manera en que sus manos se colocaban juntas en señal de su preocupación, el movimiento casi imperceptible que hacia con su pie producto de su ansiedad. Toda ella era un universo que me mantenía como los antiguos pensadores, tratando de descubrir mas allá de lo que la gente veía en un primer instante.