𝟮.𝟮.

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—Has tardado once minutos, puta calientapollas —susurró, alzando la mano instantáneamente para aprisionar mi garganta. Por un momento mi mente volvió a los eventos acontecidos de la semana pasada, cuando me dejó marcas con la forma de sus anillos por todo el cuello.

—No era mi intención. Me han entretenido —dije a bocanadas y él empujó mi cabeza hacia atrás, en un ángulo antinatural. Sus orbes oscuros brillaban con deseo, clavados fijamente en los míos.

—¿Cómo quieres que te crea después de haberte largado así la semana pasada? —escupió, y sentí como se me revolvía el estómago. No pensé que le molestaría tanto, pero era evidente que estaba enfadado porque me marché.

—Nunca dije que me fuera a quedar —respondí con una pequeña sonrisa y Jimin gruñó enfurecido, empujándome contra la taquilla aun con más fuerza.

—Eres la primera chica que se ha ido sin tener que decirle que lo hiciera. ¿Intentas ganarme a mi propio juego? —preguntó, arrastrando un tono de diversión, pero la furia predominaba por encima de todo. 

Se le marcaban las venas y tenía el cuerpo tenso, la mano hecha un puño y la mandíbula contraída.

—No. Simplemente no me gustas —respondí con voz cansada porque su mano me estaba apretando muy fuerte el cuello, tanto que la cabeza empezaba a darme vueltas.

Escuché como dejaba salir una risa fingida.

—Claro. Obviamente que no. Veamos cuanto me odias —dijo, separándome las piernas con su mano libre para tener espacio y así subir su mano por mi falda.

Deslizó el dedo índice por debajo de mis pantaloncitos de seguridad y soltó una carcajada cuando notó lo mojada que estaba mi ropa interior, haciéndome apartar la mirada de él, sumamente avergonzada.

—Mírame —ordenó y desvié la vista rápidamente cuando apartó a un lado mis pantalones para introducir un dedo en mi empapado interior. Respiré hondo y él se rio por lo bajo—. Creo que me estás mintiendo, cielo. Creo que en realidad te gusto. Y mucho —sonrió mientras sacaba su mano de mi falda, levantando el dedo que relucía con mis fluidos y llevándolo a mi boca. Mantuve los labios sellados y él alzó una ceja—. No me hagas castigarte. No vamos a repetir lo mismo de la semana pasada... hay otras cosas que quiero hacerte —dijo con voz queda. La excitación me agitó el cuerpo, pero aún seguía siendo igual de terca que la última vez.

—No he venido a por un segundo asalto. Vengo a por mi sujetador —bufé y él blanqueó los ojos, soltando una risita mientras su mano se ajustaba más a mi cuello.

—Puedes ganártelo.

—¿Qué manía tienes... con robarme... las cosas?

—No te he robado nada. te dejaste tu sujetador cuando hiciste ese pequeño paseo de la vergüenza. Así que ahora es mío... ha estado en mi habitación durante una semana, con tus tejanos ceñidos, tu bonito top, esos tacones tan monos y ese bolsito con tus llaves, un brillo de labios y tu cuaderno. Y como todo es mío, quiero que te los ganes —respondió antes de inclinarse hacia abajo y presionar sus labios contra mi oreja.

Su fragancia masculina nubló todos mis sentidos.

—Déjame follarte las tetas —susurró, haciendo que mi bajo vientre se contrajera solo de pensarlo. Luego se apartó de mí y estudió mi cara para ver algún tipo de reacción.

—Y dicen que el romanticismo ha muerto —murmuré secamente y él se rio, fue una risa de sorpresa, ya que no esperaba que dijera una broma. Hizo que mi corazón latiera un poco más deprisa, lo que después me hizo querer abofetearme.

FILTER || pjm. (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora