La última cosa

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Al llegar a su casa entro corriendo a su habitación cerrando la puerta. Se recargo en esta deslizándose hasta el suelo. Abrazo sus piernas y sin poder contenerse más comenzó a llorar.

Los extrañaba mucho. Esos segundos fueron suficientes para darse cuenta que aún dolía. Miles de recuerdos llegaron a su mente, de los buenos y malos momentos.

Se asusto un poco al sentir el abrazo de su hermana. No sé percató que estaba en la habitación.

– ¿Estás bien, Mimi? Creí que vendrías más tarde – la pequeña no la soltó. Hasta sintió como correspondía el abrazo –

– Tranquila Kyoko. Todo está bien, no pasa nada – la aferraba hacia ella sin dejar de llorar –

– Últimamente estás llorando. ¿Es por lo que dije el lunes? Perdón, no volveré a insistir – decía algo triste, no le gustaba ver a su hermana así –

–¿Quieres que te cuente un cuento? Me haría sentir bien – la mira limpiando sus lágrimas –

– ¡Si!

Ambas se levantaron para acomodarse en la cama. Nuevamente atrajo a la pequeña en sus brazos mientras acariciaba su cabello.

– Mimi, ¿Podrías contarme la historia de la princesa y el vestido mágico? – pregunto la menor cerrando sus ojos a lo que Midori acepto –

– En un lugar muy lejano había una hermosa princesa. A ella la molestaban mucho porque todos en el reino sabían pelear muy bien, menos ella – hablaba calmada sin dejar sus caricias – sus amigos habían intentado de todo para enseñarla, pero fue en vano. Entonces un día encontraron de una tela muy especial, se decía que quien usará una ropa hecha de ese material sería el mejor en artes marciales. Entre sus amigos había un habilidoso en la costura y le hizo un hermoso vestido negro con adornos dorados. La princesa ahora peleaba mejor que nadie, pero tenía un nuevo problema. El miedo siempre la consumía. El caballero más valiente dividió su amuleto mágico para dárselo a la princesa y así compartir un poco de su valor. Y a partir de ese día vivieron aventuras por todo el reino.

– Me gustaría tener ese vestido y el amuleto mágico – estaba tan relajada que se iba durmiendo poco a poco –

– Tal vez un día puedas, descansa Kyoko – besa la frente de la niña –

– Igual... Mimi...

Al poco tiempo ambas se quedaron dormidas. Contar esa historia siempre la dejaba con un vacío en su corazón. Era la única forma de decirle parte de su tristeza sin que ella lo supiera.

Y así una nueva semana inicio. No quería hablar con Hina, ella seguro preguntaría pero debía afrontar sus problemas. Soltó un suspiro para entrar al salón y ahí estaba ella. Le sonrió sentándose en su lugar.

– Mimi, buenos días. Traje pastel para el receso – le muestra una cajita de plástico dentro de su mochila –

– Gracias, y perdón, la señora me dijo que no podía cuidar de Kyoko. Tuve que regresar – mordió su mejilla por dentro, odiaba mentirle a su amiga –

– Oh, que lástima. Yo quería presentarte a los demás. Son amigos que Takemichi, aunque también se preocupan por mi – decía alegre en su lugar – tienen una pandilla.

– Si lo dices tú seguro así lo es – claramente sabía, pero no iba a decirlo – en otra oportunidad será.

– Estoy segura que te caerán bien. Son buenos chicos

– Entones ¿Hanagaki pertenece a la pandilla? – pregunto por curiosidad. Era imposible que el novio de Hina la conociera debido a eso. Dudaba que alguno hablara de ella –

Corazón encadenado | Tokyo Revengers | MikeyxOcDonde viven las historias. Descúbrelo ahora