Capítulo 24

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Lysandra intentaba convencer por todos los medios posibles a su esposo para que dejara que Alyssa regresara a Hogwarts a terminar sus estudios.

—A lo único a lo que va a ir es a seguir acostándose con el mestizo ese —decía.

—Pero no puedes tenerla aquí encerrada —replicaba su esposa—, tiene que terminar sus estudios, solo le quedan dos años.

—Pero yo no quiero que vuelva. Es que tú no viste lo que yo vi...

—No debiste haber entrado en su mente de esa manera, Armand. Además, no entiendo por qué te preocupas tanto. Lo que hay entre ellos puede ser algo temporal, nada serio, son casi unos niños.

—Pues espero que tengas razón, Lysandra, porque me niego rotundamente a que mis nietos lleven ese apellido tan muggle.

Lysandra movió la cabeza negativamente, era muy difícil hacer que su esposo cambiara de opinión sobre algo así. Llevaban veinte años casados, y había sido un matrimonio arreglado. No estaba segura de amarlo, pero se había acostumbrado a vivir con él. Le preocupaba Alyssa, y la manera en que él la trataba. Ya habían llegado las notas de las TIMO, y eran excelentes, lo que le hacía pensar que tal vez eso haría que Armand permitiera que su hija regresara al colegio. Sacó el pergamino del bolsillo y se lo entregó.

—Alyssa no solo se dedica a acostarse con ese chico —dijo—, si eso fuera lo unico que hace en Hogwarts, no tendría estas notas.

Armand estudió con mucha atención las notas de su hija, y parte de su ira se calmó. Durante todos esos días ni siquiera podía mirarla, pero en esos momentos se cuestionó si su actitud no había sido demasiado desmesurada. Miró los ojos verdes de su esposa y asintió.

—Bien —dijo—, dejaré que termine sus estudios, solo porque ha probado ser inteligente y dedicada. Pero espero que tengas razón y que para cuando haya terminado el colegio, haya pasado lo que sea que sienta por ese mocoso.

Lysandra le sonrió con dulzura.

—Gracias, Armand.

Salió y fue a buscar a Alyssa, que estaba en su habitación con Eduardus.

—Tengo buenas noticias —dijo al entrar—. Tu padre te dejará volver a Hogwarts.

Alyssa sintió una emoción inmensa, y se levantó para darle un abrazo de agradecimiento a su madre. Le asustaba no poder regresar, pero todo se había solucionado gracias a ella. Podría volver a ver a Tom todos los días.

Su padre no le dirigía la palabra, pero ella no lo lamentaba. Ni siquiera se despidió de ella el primero de septiembre, y le dijo a Lysandra y Eduardus que la llevaran a King's Cross.

—Me vas a hacer mucha falta —le dijo Alyssa a Eduardus, cuando se despidió de él.

—Y tú a mí —le dijo él, mientras la abrazaba—, va a ser difícil convivir con padre si tú no estás.

—Yo lo único que espero es que dejes de permitirle tratarte de esa manera.

Eduardus suspiró y Alyssa supo que no se sentía capaz de enfrentarse a su padre. Le dio un beso en la mejilla y abrazó a su madre antes de subir al tren.

En cuanto vio a Tom, no lo pensó dos veces y lo envolvió en sus brazos para después besarlo. Él no lo decía, pero se sentía tan aliviado como si acabara de despertar de una pesadilla.

—Parece que me extrañaste —le dijo, y sonrió.

—No sabes cuánto —respondió ella.

Se sentaron en un compartimiento del tren, y Alyssa pensó en hablarle de lo sucedido con su padre. Ya había llegado a la conclusión de que había sido Abraxas quien le había dicho, y sentía que lo odiaba inmensamente.

—Padre ya sabe de lo nuestro —dijo.

Tom la miró alzando las cejas.

—¿Le dijiste? —preguntó. Ella negó con la cabeza.

—La noche en que se enteró, fue a la mansión Malfoy. Cuando regresó estaba furioso y usó legeremancia para averiguar todo. No tengo dudas de que Abraxas aprovechó que estaba en su casa para contarle todo.

—¿Qué dijo tu padre? —Tom ya sabía la respuesta, pero quería confirmarlo.

—No está de acuerdo, como era de esperar. No iba a dejarme regresar a Hogwarts porque no quiere que estemos juntos.

«Maldito Abraxas —pensó Tom—. Me las va a pagar, esto no lo pienso dejar así».

Estaba decidido a acabar con él si era necesario, no pensaba permitir que siguiera metiéndose en lo que no le importaba. No tenía por qué contarle al padre de Alyssa sobre su relación, pero se había atrevido a hacerlo, e iba a pagar por ello.

—No me importa lo que tu padre piense —dijo Tom, con convicción—, si no está de acuerdo es su problema, porque yo no me voy a alejar de ti.

Alyssa sonrió al escuchar esas palabras. A ella tampoco le importaba mucho la opinión de su padre, porque todo lo que quería era estar con Tom, y no pensaba permitir que nadie se lo impidiera. Pensaba que su padre cambiaría de opinión con el tiempo, que tal vez después, si no lo aceptaba, al menos ya no diría nada. Pero Armand no era de los que cambiaban de opinión fácilmente, y Alyssa no lo conocía lo suficientemente bien.

Cuando por fin estuvieron en Hogwarts, se encontraron con Cadie en el gran comedor. Ella no estaba muy feliz, pues Eduardus ya no estaba y no era lo mismo, pero saludó a Tom y Alyssa con un abrazo y se puso a conversar con ellos mientras transcurría la ceremonia de selección y la cena.

Tom estaba buscando el mejor momento para ajustar cuentas con Abraxas. Aunque en esos momentos hubiera sido capaz de matarlo sin contemplaciones, Hogwarts no era un buen lugar para cometer un crimen de ese tipo. Sería suficiente con hacerle solo un poco de daño, tal vez así entendería que debía dejar de meterse donde nadie lo había llamado.

El momento llegó cuando lo vio salir de la sala común. Fue tras él, con la varita en la mano, listo para lanzarle una maldición. Abraxas se percató de que lo seguían, se detuvo en medio de las escaleras que subían de las mazmorras y dio media vuelta. En cuanto vio a Tom, supo que corría peligro. Pero no estaba dispuesto a demostrarle miedo, así que lo miró con altivez y fingió naturalidad.

—¿Qué quieres? —preguntó, con brusquedad.

—Eres un maldito imbécil, Abraxas, y voy a hacer que te arrepientas de lo que hiciste —respondió Tom, furioso.

—El señor Rosier no te quiere cerca de su hija, y eso no tiene nada que ver conmigo. Tiene mucho más que ver contigo y con que cualquiera se daría cuenta de que ella se merece algo mejor.

A pesar de su ira, Tom puso una sonrisa burlona.

—¿Y eso mejor eres tú? —Abraxas asintió y Tom soltó una carcajada sarcástica— ella no se fijaría en ti ni aunque fueras un poco menos idiota e inútil. ¿Cuándo lo vas a superar?

—¡Nunca! Porque cuando la vi supe que era la indicada, y te advierto que voy a tenerla, a cualquier precio.

Aquella amenaza solo hizo que Tom perdiera los estribos mucho más rápido.

—¡Crucio! —exclamó.

Como lo odiaba tanto, la maldición le causó un dolor insoportable e indescriptible. Tom nunca hubiera pensado que se sentiría tan bien hacerle daño a aquel imbécil. No tenía ni la más mínima intención de detenerse. Él se lo había buscado, se estaba interponiendo todo el tiempo entre Alyssa y Tom, y eso era imperdonable.

«Nadie me va a quitar a la única persona sobre la tierra que me importa —pensó, y la maldición se hizo todavía más agresiva».

𝙾𝚜𝚌𝚞𝚛𝚊 𝚊𝚍𝚒𝚌𝚌𝚒𝚘́𝚗 || 𝚃𝚘𝚖 𝚁𝚒𝚍𝚍𝚕𝚎Where stories live. Discover now