Capítulo 35

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Alyssa despertó y se quedó mirando a Tom, que dormía profundamente a su lado. Con mucho cuidado, le retiró el cabello despeinado que le caía sobre la frente, y le acarició la mejilla. Llevaba dos días ahí con él, y quería quedarse para siempre, pero tenía que regresar a su casa porque no tenía ninguna de sus cosas allí. Afuera nevaba copiosamente, y con solo mirar por la ventana el cielo gris, se hizo una idea del frío que debía estar haciendo en la calle. Miró el reloj, todavía era temprano, pero ambos tenían que ir a trabajar. Alyssa se levantó, se puso la camisa de Tom, cerró los botones y se recogió las mangas hasta los codos. Él abrió los ojos lentamente, y parpadeó rápidamente para alejar el sueño. Se cubrió con las mantas hasta la cintura, porque también estaba desnudo. Alyssa se recogió el cabello en un descuidado moño, y se acercó para darle un beso de buenos días.

—Voy a bañarme —anunció, mientras se encaminaba hacia el baño.

Tom la miró con el ceño fruncido.

—¿Sin mí? —preguntó.

Ella se detuvo para mirarlo.

—Si nos bañamos juntos nunca saldremos de ahí, y hoy hay que ir a trabajar.

Él no le dijo nada más, pues sabía que tenía razón, de manera que se levantó de la cama y fue al armario a buscar algo para ponerse.

Una hora más tarde, se estaban despidiendo en la puerta. Durante esos dos días, Tom había pensado una y otra vez en decirle que se fuera a vivir con él. Ella le había dicho que no pensaba estar en la casa de su padre más del tiempo que tardara en ir a recoger sus cosas, y despedirse de su madre. Pero él no estaba seguro de nada, nunca había tenido un hogar, así que no tenía idea de qué tenía que hacer para que las cosas funcionaran. En parte, convivir y verse a diario no era nada nuevo para ellos, pero a la vez se sentían muy jóvenes para eso.

—Sabes que... puedes venir a vivir conmigo... si quieres —le dijo, visiblemente incómodo, mientras la tomaba de la mano. Ella sonrió.

—Gracias... creo que, podría hacerlo. Esta noche iré a despedirme de mi madre y a empacar algunas cosas, y luego vendré aquí.

Él asintió y se acercó para darle un beso.

—Nos vemos en la noche.

Ella volvió a sonreír y le dio otro beso.

—Hasta pronto.

Alyssa pasó todo el día pensando en la horrible conversación que le esperaba con su padre, pues él no se quedaría callado, dejándola irse así como así. Le entristecía profundamente la idea de alejarse de su madre, pues sabía que era una buena mujer, que la quería y se preocupaba por ella, además, la compadecía porque vivir con Armand no era nada fácil. A pesar de sus preocupaciones, se sentía emocionada por ir a vivir con Tom, no había manera de que presintiera lo que les esperaba.

Cuando terminó su trabajo, salió y se dirigió a su casa. Su corazón latía cada vez a mayor velocidad cuando se apareció en la puerta, y estuvo a punto de hacer un agujero en su pecho y salir despedido, cuando vio a sus padres sentados en la sala con Abraxas. No soportaba verlo, y el hecho de que estuviera ahí, no le presagió nada bueno.

—Ni siquiera voy a preguntar en dónde estuviste —dijo Armand, tan pronto se percató de su presencia.

—Yo solo vine a recoger mis cosas, porque no pienso estar un día más en esta casa —le respondió ella, con la misma altivez con la que le hablaba siempre, sin demostrarle miedo y dejando muy en claro que no estaba de acuerdo con nada de lo que él dijera.

Contra todo pronóstico, su padre sonrió, pero fue una sonrisa fría que le causó mucha desconfianza. En ese momento fue por primera vez plenamente consciente de que era un hombre capaz de todo, cuya intransigencia desconocía límites.

—No tan rápido, Alyssa, tenemos que hablar muy seriamente.

Ella lo miró con impaciencia.

—Tu padre y yo estamos muy preocupados por ti —dijo Lysandra, en el tono cariñoso que usaba siempre para hablarle a sus hijos—, todo lo que nos preocupa es que tengas un buen futuro. Es por eso que queremos que te cases con Abraxas.

Alyssa no sabía que en realidad su madre no estaba de acuerdo con eso, pero Armand la había puesto bajo la maldición imperius, y a diferencia de ella, no tenía la fuerza de voluntad suficiente para resistirse.

—¿En qué idioma les tengo que decir que no voy a casarme con este imbécil ni porque fuera el último que quedara sobre la tierra? —dijo Alyssa, cada vez más furiosa, y levantando considerablemente la voz— por eso es que me voy a largar de esta casa, porque estoy cansada de que te estés metiendo en mi vida, padre. No tienes ningún derecho a decidir por mí, ya tengo la edad suficiente como para ver qué demonios hacer con mi vida, y lo que haga no es tu maldito problema. Así que vete al infierno, y haz de cuenta que estoy muerta desde hace tiempo.

A pesar de que estaba furioso por la forma en que su hija se había atrevido a hablarle, pues nadie nunca le había hablado de esa manera, Armand se mantuvo sereno e imperturbable. Tan grande era la certeza de que con lo que había planeado sería suficiente para manipular a Alyssa, a pesar de su carácter fuerte, que no perdió la calma.

—Tu madre acaba de hacer un juramento inquebrantable con Abraxas —dijo—, y ya sabes las consecuencias de romper un juramento de ese tipo.

Alyssa sintió como si el peso del mundo le cayera encima de repente.

—¿Qué? —preguntó, con un hilo de voz, y miró a su madre, como rogándole que dijera que no era cierto, pero en lugar de eso, ella asintió, y pudo ver en sus ojos que no se trataba de ninguna mentira.

—Juré que tú te casarías con él, y que el día que te vayas de esta casa, será porque ya eres su esposa.

Sintió que una rabia incontenible se apoderaba de ella, su futuro estaba completamente arruinado, pues el inmenso cariño que sentía por su madre la hacía sentirse obligada a casarse con Abraxas, pues sabía que si no lo hacía, ella moriría. Sentía unos enormes deseos de llorar, pero no se permitiría mostrar ningún signo de debilidad frente a sus más acérrimos enemigos. Respiró profundo y miró a Abraxas, con todo el odio que fue capaz de mostrarle. Él sintió un leve escalofrío al ver aquella mirada, pero fijó sus ojos grises en ella.

—No te va a alcanzar la vida para arrepentirte de lo que hiciste —le dijo, cuidándose se impregnar cada sílaba con el odio inmenso que le tenía—. Yo me voy a encargar de que vivas un infierno por haberte metido donde no te llaman. Ahora vas a tener que pagar un precio muy alto por haberme obligado a estar a tu lado. Me casaré contigo para que mi madre no rompa su juramento, pero te juro que nunca vas a conocer la felicidad a mi lado. Voy a hacer del resto de tu vida una desgracia, lo vas a lamentar profundamente.

𝙾𝚜𝚌𝚞𝚛𝚊 𝚊𝚍𝚒𝚌𝚌𝚒𝚘́𝚗 || 𝚃𝚘𝚖 𝚁𝚒𝚍𝚍𝚕𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora