A mistake over a mistake

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     La expresión de Yoongi era severa, como si no quisiese estar en esa situación; pero al mismo tiempo, no le molestara del todo. Se podría considerar todo un milagro que no hubiese ni un ápice del usual desprecio en su semblante como cada vez que estaba en presencia del demonio.

     Bajó de la motocicleta y el demonio se volvió hacia él con su tan acostumbrado ceño fruncido.

     —Será mejor qu...

     —Ya lo sé. Cállate.

     —No seas tan malditamente engreído. Tu cuerpo ya sanó, pero podría destrozarlo de nuevo y esta vez no me las arreglaría para curarte —musitó Jimin con desdén.

     Yoongi apretó los labios. Había algo particularmente divertido en el perro del Diablo. Eran tan temerario y se molestaba con la misma facilidad que lo haría un animal rabioso infestado de sarna; sin embargo, había sido moldeado para ser terriblemente leal, y tan letal como la filosa espada de un sumo sacerdote.

     Era triste, incluso molesto...

     Yoongi era curioso como un gato, y Jimin la excepción a la regla: un perro que ladra y muerde. Un terreno fértil para cosechar una enemistad. Una enemistad bastante extraña.

     Jimin era siempre quien sufría los ataques de furia, quien provocaba las peleas impulsivas y, de igual manera, quien se la pasaba maldiciéndolo. Yoongi no tuvo que pensar mucho para llegar a la conclusión de que el perro del Diablo era solo un niño atrapado en el cuerpo de un adulto. Siendo sincero, sus rabietas no le resultaban tan asombrosas, pero eso no significaba que no fueran de cuidado; después de todo, el demonio había sido criado en el infierno, y su figura paterna —si así se le podía llamar— era el Diablo mismo. Algunas personas solían decir que todos somos hijos de nuestro entorno, y eso era tan acertado que asustaba.

     ¿Qué más se podía esperar de un hombre nacido y criado en el Infierno? Era un lugar jodido, dirigido por alguien igual de jodido.

     Pero Yoongi no sentía lástima por el demonio. ¡Mierda! Le había roto los huesos y luego había bailado sobre su cuerpo inerte como si fuese totalmente normal. Si le dieran la oportunidad, Yoongi estaba seguro de que no dudaría en hacer lo mismo con él. Si tan solo tuviera el poder...

     Pero no era opción. Estaba falto de fuerza y era débil de por sí.

     Odiaba a sus ancestros, pero algunas veces deseaba tener algo de su malevolencia. Si Yoongi tuviera un solo ápice de la maldad que corría en las venas de los antiguos Videntes, estaba seguro de que podría hacer que Jimin se arrodillara ante él y le suplicara perdón. Algunas veces, incluso llegaba a pensar que el mal corría por sus venas, solo que estaba dormido. Entonces hacía falta un disparador; pero, habiendo decidido hace mucho vivir pacíficamente y con un deseo de sobrevivir tan fuerte como para sacrificar a otros por su causa, llegaba a la conclusión de que tal vez ya no podría hacer que el mal renaciera.

     Sin embargo, hacía tiempo que Yoongi había perdido todo interés en vivir. Anhelaba la muerte... pero le temía al dolor. Porque un ser inmortal no podría morir fácilmente, definitivamente no sin una tormenta torrencial de dolor que al final lo hiciera perecer.

     Pero desde hacía semanas, cuando comenzó a pasar tiempo con su enemigo, las chispas de interés volvieron a encenderse en su interior. Ver el futuro de los mortales nunca había dejado ningún sabor en su boca, pero pelear con el demonio hacía que la vida tomara un rumbo interesante.

     Sabía que no solo estaba a un paso de ser mutilado por el demonio, sino también de una revelación tan inquietante como brutal, que podría sacudir a los cielos y al infierno por la eternidad.

The DevilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora