Por lo general, casi todos los que pertenecían al equipo del hospital psiquiátrico se rendían ante el nuevo recluso. Ya sea por su poca colaboración, mala actitud e incluso daños físicos que él mismo les provocaba. No era un caso fácil y (N) lo sabí...
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𝙲𝚊𝚜𝚘 𝚙𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚘
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Terminaba de beber mi café en la pequeña cafetería del edificio mientras veía las noticias en el televisor. Nada relevante, otra vez la banda criminal de Bonten hacía de las suyas causando caos en la sociedad. Realmente eran un dolor de cabeza y ahora más que nunca luego de que arrestaran al número dos dentro de la organización criminal, Haruchiyo Sanzu. Conocido por sus tendencias psicópatas y alta adicción a drogas peligrosas, realmente fue sorpresa de muchos que lograsen atraparlo. ¿Era algo positivo? Claro, el departamento de policía estuvo festejando durante toda una semana por su logro luego de varios intentos fallidos por estar cerca de Bonten. Sin embargo, había algunas personas que no lo consideraban algo bueno como tal.
— ¡(N)! — dijo Hanae entrando al lugar, dando un portazo en el acto.
Hanae era una de mis compañeras de trabajo. Ambos trabajábamos en un hospital psiquiátrico, en realidad, en varios. Últimamente éramos convocados a pabellones psiquiátricos de varias cárceles. ¿El motivo? Probablemente para que los policías obtengan más información sobre los reclusos y sus organizaciones, solo que ese interés lo camuflaban con el que en realidad buscaban "cambiar y ayudar" a los prisioneros, convirtiéndolos en hombres hechos y derechos de la sociedad. En mi caso, realmente siempre me dio igual en donde trabajase, mientras que pudiese ayudar a gente que lo necesitase me bastaba y sobraba.
Ahora mismo me encontraba en la cafetería privada de los policías de una de las cárceles más peligrosas de todo Japón, integrada por los criminales más buscados y temidos en la ciudad, incluyendo al integrante de Bonten. Justamente a mi compañera de trabajo le habían ofrecido trabajar con él, pero por su expresión actual, veo que las cosas no fueron como lo esperaba.
— ¿Qué sucede? Parece como si tu alma hubiese abandonado tu cuerpo — digo mientras tomo un sorbo del café ya frío, causándome una mueca de disgusto por el sabor.
