Por lo general, casi todos los que pertenecían al equipo del hospital psiquiátrico se rendían ante el nuevo recluso. Ya sea por su poca colaboración, mala actitud e incluso daños físicos que él mismo les provocaba. No era un caso fácil y (N) lo sabí...
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𝙴𝚙í𝚕𝚘𝚐𝚘
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Narrador omnisciente
La sangre continuaba expandiéndose en el suelo, algo que generaba desesperación al pelirrosa. El pobre se había arrepentido de haber disparado, pero ya no podía hacer nada. Como si fuese poco, este intentaba salvarlo juntando sus dos manos para sostener la sangre que iba saliendo del cadáver y colocarlo en el orificio que había hecho en la frente de este con aquella arma de fuego, aunque claramente era inútil.
Por otro lado, los hermanos Haitani se reían en voz baja de la desesperación del otro mientras terminaban de fumar sus cigarros.
— Es hora de irnos, Sanzu — finalmente habló Ran mientras tiraba el cigarro al suelo — Los policías llegaran pronto si no nos apuramos.
Pero el chico no se inmutaba, solo seguía llevando con sus manos la sangre que salía del cuerpo de (N) hacia su frente.
Ambos hermanos comenzaban a impacientarse y estaban a punto de llevarlo a la fuerza, claro, hasta que finalmente hizo aparición cierto peliblanco.
— ¿Qué es lo que se supone que estás haciendo, Sanzu?
— ¡M-mikey! — giró la cabeza con emoción el de cicatrices para observarle.
— Si ya terminaste de jugar, nos vamos — ordenó.
— P-pero — soltó en voz baja.
— ¿Qué? ¿Prefieres quedarte con un trozo de carne muerta que se aprovechó y burló de ti?
— ¡N-no! — interrumpió levantándose rápidamente del suelo.
Y sin nada más que acotar, Mikey comenzó a dirigirse por donde había entrado.
