Por lo general, casi todos los que pertenecían al equipo del hospital psiquiátrico se rendían ante el nuevo recluso. Ya sea por su poca colaboración, mala actitud e incluso daños físicos que él mismo les provocaba. No era un caso fácil y (N) lo sabí...
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𝙿𝚛𝚘𝚋𝚕𝚎𝚖𝚊𝚜
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— Es bueno verte de nuevo, Sanzu — le digo mientras formo una sonrisa en mis labios.
Él se encontraba entrando con un guardia a la habitación en la que se darían las sesiones, en la que por cierto ya me hallaba dentro esperándolo, con su rostro siendo tapado por sus largos cabellos rosados. Por lo menos agradecía el hecho de que ya no fuesen más de dos guaridas, ahora solo era uno, y que a simple vista parecía ser nuevo, ya que sus expresiones faciales de nerviosismo lo delataban.
El de pelo rosado se sentó en la misma silla de la anterior sesión, este sin siquiera dirigirme la mirada.
— ¿Cómo has estado? — pregunté de cortesía.
— ¿Cómo esperas que esté en un lugar como este? — contestó con mal humor, pero aun sin levantar el rostro.
— No lo sé, por eso te estoy preguntando — respondí inocentemente, a lo cual como respuesta recibí un gruñido del otro — Aunque no lo creas, muchos criminales de aquí pasan alegremente su condena.
El ambiente volvió a ser uno silencioso, el cual aproveché a intentar analizar su figura, buscando algún indicio para comprender que era lo que le sucedía o porqué mantenía aquel comportamiento. En un inicio, pensaba que solo era casualidad, pero luego de un rato este aún seguía manteniendo sus cabellos sobre su rostro, tapándolo así de una manera exagerada, tal y como si estuviese ocultado algo.
— ¿Sucede algo? — pregunté inclinándome hacia un lado para intentar ver alguna parte de su cara, lo cual no dio ningún resultado.
No mostró ningún signo de querer responder, a lo que mi vista giró a la figura del guardia, el cual se mantenía firme en una de las esquinas.
— ¿Tienes alguna idea del por qué está haciendo eso? — el chico giró su cabeza en forma de negación, a lo que yo solo solté un suspiro agotado.
