Capítulo 1

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"Dios me dijo que no había que temer, el diablo me aconsejó que me escapara y no me dejara encontrar"



Aferrarse a las cosas siempre fue mi mayor error. Jamás pude pensar en lo doloroso que sería dejar ir eso a lo que tanto me aferré.

Luego de pasar de casa en casa, de familia en familia, no pude evitar aferrarme a lo último que me aceptó como soy.

Me aferré a personas negativas y terminé corrompido.

Me aferré a las drogas y al alcohol y terminé en un hospital.

Me aferre a mi familia y no pude dejar que enterraran a mi padre adoptivo.

Me aferre a lo único que me quedaba y ahora estaba en una cama.

Tal vez era yo el de la mala suerte.

—Adiós mamá. — me despido de ella apagando su luz. Puedo ver como cierra sus ojos lista para dormir.

Tal vez aferrarse a las cosas sea malo, pero para mí, solamente hay una cosa que no me está tan mal.


Me aferro al tubo de metal mientras doy una vuelta en él, mis pies quedan separados en el aire mientras caigo de una forma que enloquece al público. Suelto el tubo para desprender aquella suave tela de mi cuerpo, ahora solo estoy cubierto por una ropa de encaje.

Aquella pequeña tela la tiro para volver al tubo, y termino mi rutina con éxito.


***


—Mesa 5, entrégales esto. — Me dan una bandeja completa de alcohol y cigarros.


—No soy mesero. — Intento negarme, pero ella simplemente me deja eso de mala gana.


¿Lo ven?...por eso las personas no progresan en la vida, por ser tan...


—Su pedido. — Entrego la bandeja viendo a varios hombres con armas, y a dos tipos en la mesa. Dejo eso viendo como uno de ellos me devora con la mirada. Hombre más asqueroso.

Antes de que pueda retirarme, puedo ver como el hombre en traje tiene un pedazo de tela en su regazo.

Un pedazo de tela que conozco muy bien.

—Eres bueno bailando, ¿eres nuevo verdad?— pregunta. Lo ignoro, sirviendo el vaso de alcohol. Al primero al que se lo doy es al que me pregunta, al último al hombre en traje.

En cuanto se lo doy, siento mi cuerpo temblar, su mano se extiende tomando el licor. Puedo ver como la manga de su traje se sube y deja ver algunos tatuajes. Su mirada choca con la mía, pestañeo varias veces perdiéndome en su mirada. Me da una pequeña sonrisa que eriza mi piel.

Una alerta suena en mi cabeza en cuanto los guardias me miran y el chico en traje me analiza.

—No me pagan por hablar con los clientes, solo por atenderlos. Tengan linda noche. — Y como si fuera Flash, salgo corriendo de ahí.

Esa mirada...

Esas son de las que te invitan a pecar y a no volver sano.

El Rey de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora