Epílogo.

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"Tus palabras son filosas dagas que se clavan en mi corazón con fuerza"

—Quiero la verdad.— Dice. Miro su rostro lleno de tantos sentimientos que me impiden hablar.

Traición.

Enojo.

Ira.

Pero sobre todo, dolor.

—No es algo que te pueda decir sin lastimarte.— Digo cambiando la vista a la ventana de la oficina. Él suelta una risa amarga que me eriza la piel y me pone más nervioso de lo que estoy.

—¿Qué me podrías decir que me lastime aún más? Jugaste con mis sentimientos, me abrí a ti y ahora resulta que eras un maldito espía. Dime ¿Cómo puedo tomar el control de esta situación si mi corazón está destruido y mi cabeza perdió la cordura?

Suspiro.— No soy un espía, diría que no soy un Lord pero te mentiría más de lo que hice. Te contaría la verdad, pero no deseo hacerlo.— Digo, él me mira con sus ojos rojos por la ira.

—Quiero que te vayas.— Pide. Sonrío triste, me levanto de mi asiento para tomar la carta que le dejaron sobre mí. Él simplemente cambia de lugar la mirada hacia un espacio lejano.

—Si te sirve de consuelo, te mentí sobre mi personalidad pero jamás sobre mis sentimientos.— Abro la puerta y salgo. Los guardias me miran con odio, otros con los que solía divertirme solo miran al suelo.

Salgo de aquel lugar tan rápido como puedo, camino haciendo que mis caderas se muevan.

Miro la pulsera en mi muñeca y una lágrima se me escapa. La limpio rápido.

Jamás te olvidaré, Wang Yibo.

Me subo a un taxi y le doy la dirección de mi antigua casa, pago y bajo cuando llegamos. Camino hasta la cinta amarilla la cual rompo y al fin me permite entrar.

Subo a mi habitación para cambiar mi vestuario y dejarlo en una esquina, termino de colocarme los pantalones y luego las zapatillas junto con la chaqueta negra.

Abro la caja de la mesita de noche encontrando dinero y varios pasaportes, los pongo en la mochila al igual que un poco de ropa extra. Tomo mi arma y las balas, y las llaves que están ahí.

Me coloco la mochila y cierro mi chaqueta, bajo las escaleras con rapidez. Enciendo todas las hornallas de la casa y salgo de allí caminando hasta el garaje; lo abro dejando ver algunas cosas viejas y algo tapado. Me acerco a ello y lo destapo.

—Hola preciosa.— Tomo el casco para montarme en ella, la enciendo para luego mirar el reloj en mi muñeca. Saco el pedal y arranco suave, me alejo de la casa en el momento exacto en donde se escucha una explosión y la alarma de los autos.

Acelero con un solo propósito: volver a ser yo.

***

"Estás en lo correcto, ayer se reportó una explosión en una de las casas en la cual hace poco ocurrió un crimen. Los policías no encontraron ninguna evidencia, se dice que fue muy bien planeado, con esto serían más de 40 casos perfectos y sin ningún error, cosa que alerta a los policías que sospechan de una nueva mafia."

Termino de contar las balas para dejarlas en su lugar. Miro la hora soltando un suspiro.

—¿Por qué nunca creen que los donceles pueden ser asesinos?— Detrás de mí la voz de Zanjin hace escándalo. Yo simplemente me quedo en mi lugar con los binoculares.

—Los hombres creen que los donceles solo sirven para hacer cosas del hogar, su mente es primitiva.— Comento, él se burla llegando a mi lado.— Si quieres ser más silencioso asegúrate de no chocar con ninguna rama.

El Rey de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora