Capítulo 12

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"Nadie había visto al diablo cuidar a un ángel, y nadie vio a un ángel defender al diablo"


—Lo lamento...— Pasa el cepillo por mi cabello mientras que yo veo como los de servicio nos dan pequeñas miradas. Sus socios se fueron y ahora él estaba pegado a mí como garrapata.

Abrigo mis dedos con la sudadera y abrazo mis piernas, al mismo tiempo que descanso mi cabeza allí. Él sigue cepillando mi cabello húmedo dejándolo sin vuelta. La mujer que metió mi teléfono en arroz me lo entrega con una mueca; en la otra mano tiene una taza de chocolate caliente.

—Lo lamento señorito...su teléfono no prende.— Hago una mueca tomando la taza, hago que lo boten y miro mis uñas mordidas por la ansiedad.

—¿Quieres ir de compras? Puedo comprarte lo que quieras.— Le doy un gran sorbo al chocolate y aspiro mi nariz, me levanto dejando la taza en la mesa.

—No hace falta, estaré en la habitación.— Lo dejo con el cepillo en mano y una expresión de culpa.

En cuanto llego tomo un libro que jamás leí y que al fin puedo leer tranquilo. Me tapo con la sabana para empezar mi lectura.

Aun intentando concentrarme en ella no puedo evitar sentir culpa por mi madre, ahora mismo debe estar en la ventana viendo la lluvia caer.

En dos días seria el aniversario de la muerte de mi padre y debía ir con ella. Es el único día en donde parece volver a la realidad.

Y era el único día en donde podía tener una madre y no sentirme solo. Aunque ahora ya no me puedo sentir solo, no con Yibo a mi lado.

Y es extraño, porque lo acabo de conocer. Es imposible que pueda sentir algo por él más que agradecimiento y lealtad.

Aunque para empezar él me obligó, yo no me resistí.

Salgo de mis pensamientos en cuanto la puerta se abre dejando ver a la mujer de limpieza, ella corre hasta donde mi con una sonrisa.

—El señor fue personalmente a comprarle algunas cosas...debe sentirse realmente culpable.— Comenta, doy una pequeña sonrisa. Ella me da una mirada cálida, sé que tiene que decir algo más así que la miro con detenimiento. —Él jamás había hecho tal cosa señorito, no desde...creo que de verdad, encontró a su ángel.— Ella sale rápido dejándome con la cabeza llena de preguntas sobre lo que quiso decir.

El jamás había hecho tal cosa desde ¿Quién?

Dejo el libro a un lado para acomodarme en el lugar de Yibo, aprieto la almohada contra mí sintiendo su olor.

El sentimiento de culpa me invade.

No solo porque no soy lo que todos creen, sino porque muy dentro de mí, sé que algo empieza a calentar mi corazón.

Y eso no me traerá absolutamente nada bueno

***

Siento una pequeña caricia en mi frente, con ella se mueve mi cabello. Intento alejar a esa pequeña molestia moviéndome de lugar, logrando sentir la respiración de otra persona. Abro mis ojos viendo como estoy encima de Yibo, él me mira divertido. Yo simplemente me alejo para tallar mis ojos y estirar todo mi cuerpo, al final de la cama observo como hay varias bolsas. Yibo se levanta de la cama.

—¿Cuándo te cambiaste?— Pregunto, él se burla.

—Mientras tu babeabas mi almohada llegue y me di una ducha. Hice bastante ruido pero parecías estar demasiado dormido, por poco creo estabas muerto.— Se coloca al frente de las bolsas dejando ver su pecho, trago un poco para concentrarme en sus tatuajes.

—¿Quién es Mei?— Pregunto, puedo ver sus hombros tensarse. Abre una bolsa dejando ver una caja, me la entrega dándome un nuevo celular. Se acerca a mí dándome un beso en la frente, me toma por ambas mejillas y las presiona.

—Era mi madre...— Deja un pequeño beso en mis labios para volver a su posición, aún sigue tenso pero intenta disimularlo enseñándome que más compró.

—¿Es un tema fuerte, no?— Asiente, muerdo mi labio un poco intentando cambiar de tema. Pero una pregunta cruza por mi mente y no puedo evitar decirla en voz alta. —¿Qué le pasó?— Pregunto, él junta sus cejas negando.

Por un momento puedo ver sus ojos batallar entre el enojo, la ira, el dolor y la pérdida.

—No te metas en lo que no te importa, Bell'uomo.— Deja las bolsas en la cama y sale de la habitación a toda prisa. Cierra la puerta con tanta fuerza que pego un pequeño salto en la cama, toco mi pecho acelerado y dejo el teléfono a un lado.

Veo las cosas que compró, incluyendo una mochila nueva impecable. Había libretas y cosas de la universidad, tomo la última bolsa encontrando un abrigo en ella.

Lo aprieto contra mi pecho y miro la puerta.

Limpio todo y también lo guardo, me acomodo en la cama en silencio. Sonrío al ver la mochila, ¿Cómo no amar a ese hombre si se preocupa por todo?

Saco ese pensamiento rápidamente de mi cabeza y miro a la puerta, esperando que entrara.

Yo había ocasionado esto, pero si se fue es porque necesitaba tiempo y espacio. No lo iba a arrinconar ni presionar, cuando quisiera volver lo haría y ahí me disculparía.

Lo que quedaba de la noche la pase en la cama sin apetito ni sueño. La lluvia seguía igual de fuerte y yo estaba cagado de miedo por el viento y porque Yibo no llegaba.

Suspiro mirando el reloj cuando noto que son casi las dos de la madrugada. Me pongo de pie notando el piso frio, camino afuera de la habitación viendo como no hay nadie, la poca luz se corta al instante en que cae un trueno.

Pego un salto y salgo corriendo a buscar a Yibo. Bajo las escaleras buscándolo en la cocina; ni siquiera los guardias o las sirvientas estaban. Camino hasta la sala viendo por las puertas de cristal, pero frunzo el ceño al no ver a nadie afuera. Eso hasta que otro rayo cae y hace un poco de luz dejando ver a alguien.

Con un arma.

En frente de mí.

—Mierda— Digo en cuanto la persona desaparece. Corro hacia atrás sintiendo algo resbaladizo en el suelo haciéndome caer. Me levanto rápido para seguir caminando, pero antes de poder llegar a la habitación choco con un pecho duro.

Maldita suerte.

El Rey de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora