Capítulo 18: Ladrillo a Ladrillo

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Creo que no solemos hablar mucho nosotros... esto suele ser más cosa de Sakura-Chan, o Kakashi-Sensei, o Ino. Incluso Satsuki os ha hablado alguna vez creo... todos salvo yo. Supuestamente, soy el protagonista de esta historia, debería de hablaros más... pero es que hoy no me apetece, dattebayo. ¿Qué os voy a contar? Bastante tengo con mis cosas... Podéis verme aquí de nuevo, sentado en la sala de espera para entrar al puto despacho de la torre Hokage. Otra vez como cuando tenía cinco años, otra vez aquí esperando sentado en una puta silla con esas máscaras de porcelana de los guardias del Hokage atentos a cada movimiento que haga. Las viejas costumbres nunca mueren, quizás van ya más de cien visitas... este despacho casi iguala al Ichiraku como mi lugar más concurrido. Algunas veces tienen razón al llamarme, como cuando jiji me convocó para abroncarme por llenar de laxante el depósito de agua de la academia. ¿Me pasé? Si tenemos en cuenta que bloqueé todos los retretes y cerré el agua justo antes, si, muchísimo. ¿Lo volvería a hacer? Voy a procurar no reírme... digamos que no volvieron a molestarme en bastante tiempo...

Pero otras, como esta vez, no entiendo el motivo. Que yo sepa, no he hecho nada malo, y aún haciéndolo, Baa-Chan y yo nos entendemos, no haría falta usar al cuerpo Anbu para llamarme. Bastaría un grito de la peor Hokage de la historia y aparecería en su despacho a la voz de ya. Pero hoy ha actuado raro, y eso me preocupa... Cuando aparecieron Neko-Chan con su pelo morado, y otros cuatro Anbu más, solo suspiré y me dejé conducir con Baa-Chan, pero algo dentro de mi se está revolviendo, inquieto. Algo no cuadra. Shizune-Nee ha estado demasiado atenta por si necesito algo, demasiado... cercana. Que a ver, Shizune-Nee es buena persona, yo encantado, pero aquí noto un tinte... de segundas intenciones. Siempre he tenido olfato para las segundas intenciones, y ahora huele muy fuerte. El sonido de dos Anbu de mi... escolta... hablando en voz baja me pone de mal humor. Ahí están... cuchicheando... qué puta manía, si tienen algo que decir, que lo digan dattebayo. Me reclino en el respaldo con fastidio... normalmente me da igual que murmuren, pero hoy no estoy de humor. No... hoy tengo mi mente en otra parte...

(Flashback inicia)

-En serio...- se quejó la pelinegra, mientras negaba con hastío y atravesaba las calles rumbo a los campos de entrenamiento.- ...no entiendo lo tuyo con el ramen, literalmente hemos perdido una hora de entrenamiento porque no dejabas de repetir... e incluso te has pedido otro para el camino...- recriminó veladamente con los ojos entrecerrados, mientras a su lado un chico rubio con chándal naranja casi engullía el humeante contenido de un cuenco de plástico con una expresión de puro goce.

-Tú... glurp... nunca lo entenderiíashh...- pudo balbucear entre bocado y bocado, para luego tragar con fuerza tras mirarle Satsuki con una mueca de desagrado por hablarle con la boca llena.- Lo siento... pero es que no puedo evitarlo, es una puñetera maravilla de plato: su textura, olor, sabor... si los ninjas de Oto hubiesen destruido el Ichiraku, me habría enfadado de verdad dattebayo...- declaró, y Satsuki arqueó una ceja mirando a un lado. Tras el ataque de Oto y Suna, todos se preocuparon por sus seres queridos, por los edificios militares, sus casas... pero Naruto no, en cuanto salió del hospital, el ojiazul ignoró por completo si su piso seguía en pie y fue directo a comprobar el estado del Ichiraku... joder, llegó incluso antes que los Ichiraku, que lo encontraron esperando en la puerta, vendado de pies a cabeza, para tomarse un cuenco... de locos...

-A ver, no está mal, pero exageras...- el gesto de incredulidad de Naruto hizo a Satsuki apresurarse.- Y no, no voy a volver a pasarme una hora discutiendo sobre ramen... además, no entiendo dónde lo metes, te has comido cuatro cuencos y ahora este, y solo estamos a mitad de día... comiendo como comes, deberías de estar como Chouji, o hacer tanto ejercicio como lee para bajarlo...- inquirió la joven, y Naruto respondió sorbiendo el caldo del cuenco y suspirando al aire con felicidad.

-El ramen es mi amor verdadero, lo más parecido a una madre que he conocido, nunca me hará engordar ni me obligará a entrenar, solo quiere mi bien dattebayo...- declaró, para luego mirar a Satsuki con un gesto travieso.- Pero tienes razón, hemos perdido mucho tiempo en el Ichiraku... supongo que tendremos que atajar por esos tejados y no pasar por la frutería de la señora Haro...- la sugerencia del Uzumaki fue respondida por una mirada gélida de Satsuki.

Satsuki Shinden: Punto de no RetornoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant