Capítulo 8

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   Deje de contar los días. Creo que ya incluso había pasado un mes. Lo había borrado de mis contactos y creo que esto es un nuevo acto de superación personal.
  Cuando mi padre me pregunto si quería algo por mi cumpleaños le dije que si. Quería volver a mi casa. A casa. Al lugar donde siempre estuve. Mi padre y mi madre no vivían muy lejos, así que él viene a veces. Vuelvo a vivir sola. Vuelvo a ir al instituto y pues bueno no había montado una fiesta en mi casa... aún. 
   A Laura la veía todos los días en la escuela y a veces venía a casa a pasar la tarde.
  Si aún os hacéis la pregunta, la respuesta es no. No me había vuelto a escribir, pero no pasa nada, hay más hombres en el mundo ¿no?
  Me debatía si comprar pizza o hamburguesa para la cena ¿Qué más da verdad? Cinco kilos más o cinco kilos menos, al final es lo mismo.
 Me decido finalmente por la pizza creo que está contiene más calorías así que me felicitó mentalmente.
Me gustaba vivir sola. Ya había tomado la decisión de que cuando cumpliera 18 intentaría mantener yo por mi propia cuenta. 
   En la escuela sacaba la nota más alta para que mi padre me dejase en paz. Aunque creo que extraño vivir en su casa, extraño sentirme como si tuviese una familia.
  El timbre suena, abro y es mi pizza que llego. Le doy los 15 euros al repartidor mientras este me mira con mala cara por sacármelos de entre las tetas. Examinó al repartidor con disimulo. Tiene ojos castaños al igual que el pelo, el cuerpo es normal, así que no, descarto cualquier posibilidad. De hecho es soso no tiene nada que me llame la atención.
  Había tenido 4 citas. Dos de esas si se lo hubiesen propuesto — y no hubiesen sido unos imbeciles por querer follarme — podían haber llegado a ser novios pero no, ellos decidieron ser gilipollas.
 Pulso la cámara del whatsapp para hacer una videollamada con mi madre. Se supone que cuando alguien se va dejas de tener comunicación con este, pues con ella no había pasado, al contrario creo que he hablado más con ella en este mes que en toda mi vida.
— ¿Que piensas comer?
— Pizza — digo — millones de calorías.
— Vas a engordar — me advierte.
  Lo sabia. Incluso creo que he cogido peso. Ventajas de sólo comer comida rápida.
 Me pasó un rato hablando con ella. Me cuenta que en las Islas está conociendo a un hombre. A otro más. 
— Mamá voy a ver algo en la laptop, así que hasta mañana — me despido
— Adiós hija, no comas tanto. — grito y yo me desconecté.

  Otro día más. Analizaba las ecuaciones como si fuese lo más interesante del mundo. Estaban fáciles. Las resuelvo con éxito y vuelvo a atacar el refrigerador.  Hay dos latas de algo que se llama pescado enlatado, hago una mueca de asco y lo tiro a la basura. Odio el pescado y al parecer en mi congelador no hay más que eso.
 Bueno supongo que es hora de hacer la compra.
  Tenía una lista de cosas, cereal, leche, jamón, queso, carne y ya. Esos eran mis gustos. En el súper mercado no había nadie más que viejas. Señoras que seguramente se les había vencido algún alimento y venían a buscar más o señoras que vendrían al bingo que quedaba justo enfrente de el súper y pasaran por aquí para hacerse una merienda.
 
— Ajá. 
 Siento la voz a lo lejos pero ni siquiera me concentro en ella. Me quedo mirando la saga de Harry Potter que tengo en la computadora, ya la he visto mil quinientas veces pero no importa, me encanta, así que creo que la puedo ver mil  quinientas y una vez.
— ¡Valeria hazme caso! — protesta el señor que tengo en frente.
— Ajá.
Intento centrarme en su voz pero se me hace imposible. La película me distrae demasiado.
— ¡Valeriaaa! — exclamó.
Me cago en la puta.
—¿Que? — digo mirándolo finalmente.
— ¿Qué haces?
— ¿Me has distraído de la película para preguntarme qué hago ? — pregunte atónita — pero ¿Tu eres tonto o qué? Si estoy frente a una laptop con la vista en ella ¿Qué se supone que hago? ¿Comprar drogas?
— ¿Te drogas? — preguntó sorprendido.
— Si, me meto tres kilos diarios — digo irónica.
— Ay mi madre, hija mía las drogas son malas.
Pongo los ojos en blanco.
— Papá es sarcasmo — le informó y el da un suspiro — ¿Pero tú te sientes bien? ¿Como carajos me voy a drogar? ¿Me ves pinta de fumeta?
— No lo sé, es que últimamente estás muy rara — dice y luego me lanza una ojeada — además te vistes diferente.
— Me visto como cualquier persona de mi edad. — protestó.
— Te pones cosas demasiado cortas. 
— Joder, no me voy a poner un vestido por la rodilla.
— Pues se te vería mejor, pareces una puta así.
— ¿Como que una ...?
No me dejo terminar.
— Puta.
Palidezco y por un segundo no se que decirle.
— Es ropa de puta — vuelve a su argumento inicial o bueno, al único que ha utilizado.
— Pero ¡si es un vestido de flores!
— Puta dije.
  Genial. Mi padre se negaba a entender que era ropa normal. No se lo iba a discutir. Ropa de puta ni ropa de puta.¿ Qué de malo tienen los vestidos? Nada, pero para él si.
— Por cierto, te tengo un regalo — el miedo me inundo.
Oh no.
Qué no sea el mono por favor.
— Bueno, en realidad dos — anuncia.
Ok...
  Habían un paquete y supongo qué hay debía estar mis regalos . Le quito todo el papel de color a la caja, la abro y saco lo qué hay dentro.
— ¡Papá gracias!

Hablo entusiasmada cuando veo las brochas de maquillaje que están en su cajita.

— Ah , lo otro te lo compro Amanda
Saco de la caja una bolsa . La abro viendo lo qué hay dentro. Un vestido rojo, rojo y creo que es de esta temporada.
— ¡Ayyyy!— la emoción se nota en mi voz — ¡Gracias! Me encanta .
— El mono se me quedo, lo siento.
 ¿Lo sentía? Pero si yo me alegraba de que el mono no estuviese ahí metido.

  Diez minutos . La sopa duraba diez minutos en hacerse ¿Podía aguantar diez minutos? Permíteme que lo dude.
  El cronómetro suena advirtiendo que de acabó el tiempo y ya puedo comer. Qué hambre, dios.
  Empiezo a devorar la sopa como si no hubiese un mañana y sabe bien. Genial. Definitivamente la comida recalentada no sabe mal.
 Mi madre había decidido adelantar su vuelo,  al parecer sus vacaciones en las islas tienen los días contados. Según ella llegaba dentro de 4 días y yo, yo tenía que preparar la casa para ello.

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