Promesa

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Petra caminaba hacia su habitación con una mirada de molestia y desagrado, estaba muy molesta por tener que escuchar esa música tan deplorable, lo que para ellos era música para ella era un ruido infernal que esperaba que pronto termine, como el sonido de la melodía era alto no podía dejar de escucharlo y eso la molestaba aun más.

—Oye, ¿sabes de donde sale esa música?— preguntó su hermano quién se cruzo con ella en el pasillo

—Obviamente son de los mucrosos de a lado—dijo su hermana fastidiada, estaba muy molesta como para ser educada

—¿Y ese mal genio?— se cruzó de brazos empezando a molestarse por el tono que uso Petra al hablarle

—Que te importa, métete en tus asuntos, Eren— le respondió más molesta que antes

—¡Hey! Cuida el tono en que me hablas—le reprochó ya molesto

—Ay por favor, no me vengas tú a dar clases de modales cuando eres un fiestero

—Hablas como si tu fueras una santa paloma

—No voy a discutir contigo, tengo cosas más importantes que hacer— dicho esto entro a su cuarto y se encerro en el

Ambos hermanos nunca se llevaron muy bien, mayormente iban por separado, ya que entre ambos habia un pacto que consistía en no involucrarse en la vida del otro pero casi siempre se involucraban en la vida del otro, no por preocupación sino para chantajearse cuando uno de ellos no respetará el pacto, como siempre obtuvieron lo que quisieron sin hacer ningún esfuerzo hacían lo que querían, actuaban de manera egoísta sin pensar en los demás, solo en sus beneficios, sin embargo si no se les consedia ninguno de sus caprichos actuaban como niños hasta que se les hiciese caso, era la única forma que conocian de conseguir algo.

Eren fue a su habitación no le importaba la vida de su hermana a menos que lo perjudicara, se sento en su computadora y empezó a ver las redes sociales donde vio unas notificaciones, al parecer varias chicas le estuvieron escribiendo diciendo quien sabe que, Eren ni si quiera se molesto en ver esos mensajes, el estaba aburrido de las típicas chicas coquetas, era aburrido para el hablar con esas chicas caprichosas que de lo único que hablaban era sobre los típicos temas de moda y demás, siempre era lo mismo estaba con una un dia y al otro con otra, ninguna le decia que no y eso hizo que su ego subiera hasta las nubes teniendo la idea de jamás habría una chica que no se fijará en el.

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Sus ojos solo miraban sus manos que estaban en su regazo con una mirada tranquila y serena, sin embargo su cabeza estaba en otro lugar, estaba pensando en su difunto esposo, en que debia hacer ahora que el no estaba, ¿Como iba a seguir adelante sin su esposo a su lado? Estaba atemorizada, Carlos era la única persona que siempre la apoyaba y ahora que ya no estaba se sentia tan sola, que lo único que podia ver era la oscuridad, sentía tantas ganas de seguir llorando hasta que no tuviera lágrimas, quería estar con Carlos. De la nada sintió unas manos calidas tomar las suyas, levantó la vista y vio que quien lo había hecho era su hija que le daba una mirada preocupada teniendo a lado su lado izquierdo a Levi y al otro a Pedro

—Mamá ¿como te sientes?— preguntó con un tono delicado y tranquilo

—Estoy bien, hija, solo estaba pensando un poco— intento darle una sonrisa pero no lo logro

—Mamá pareces cansada, será mejor que vayas a descansar— propuso Levi que apesar de su mirada seria su voz era preocupada

Rocio no tenía ganas de oponerse, de hecho ella lo necesitaba, necesitaba un tiempo sola para pensar en lo que debía hacer, en como podría aguantar su dolor, y sobre todo trataría de sacar un poco de su dolor estando sola, no podía permitir que sus hijos la vieran llorar, fue suficiente que la vieran llorar en el funeral de su esposo.

La Enemistad Entre El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora