Epílogo

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Daniel estacionó su motocicleta cerca del puesto de vigilancia de la universidad

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Daniel estacionó su motocicleta cerca del puesto de vigilancia de la universidad. No le importaba si tendría que caminar un poco para llegar al edificio administrativo y entregar los documentos que le faltaban. Guindó los lentes de sol en el cuello de su camisa de botones y colgó el morral en sus hombros. Iba liviano, pues solo contenía la carpeta con lo que necesitaba.

Avanzó como un estudiante más. Ya había podido imprimir el carnet y lo lucía enganchado en su pantalón. Le permitieron adelantar ese paso, porque solo le había faltado el fondo negro del título de bachiller y porque era el hijo de una de las docentes.

Había transitado por ese lugar varias veces para encontrarse con su madre, pero saber que iba a ser el sitio que lo formaría a nivel profesional por los siguientes cinco años le daba una sensación muy distinta. Nerviosismo. Temor. Expectativa. Emoción. Era una mezcla de emociones ante ese nuevo inicio. Y no saldría siendo por completo el mismo al terminar.

Se detuvo por un momento frente a la estatua que le daba la bienvenida a los que llegaban. Era la representación del personaje ilustre por el que recibió el nombre la universidad. No, no era el lugar en el que esperó estar meses atrás, pero tampoco se arrepentía de ello. Quedarse en casa y compartir con sus padres antes de ser veterinario y salir del nido no se sintió como un fracaso.

Sacó su celular y se tomó la foto que le prometió a la que seguía siendo su gran amiga. Buscó su chat con Melisa y se la envió de una vez.

Qué guapo, D. Arrasarás con las chicas en la universidad. Ya sabes, cero sobrinos todavía

Daniel sonrió ante el halago y la ocurrencia.

Gracias. Tranquila y recuerda que yo tampoco quiero sobrinos. Saludos para Justin

Respondió con una carita con lentes al beso que le lanzó. Ella le había regalado los lentes que cargaba el día que lo acompañó a comprar la motocicleta. Usó una parte de los ahorros que Melisa nunca supo fueron reunidos para irse con ella. Ya hasta le parecía tonto pensar en ello.

—Eh... disculpa. ¿Tú estudias aquí? —preguntó una voz femenina a su costado. Alzó la vista y giró para contestar—. Ah, ya veo que sí. Tienes el carnet. ¿Podrías decirme dónde queda secretaría para terminar de formalizar mi inscripción? Es que por internet decía una cosa, pero al parecer no es información actualizada.

Se trataba de una chica que también lucía recién salida de bachillerato como él. Su cabello negro estaba suelto y tenía ondas. Detrás de sus gafas había unos ojos marrones que se empequeñecían ligeramente en los costados por la sonrisa tímida que le ofrecía. Vestía unos pantalones de corte recto y un suéter tejido color mostaza.

—Sí, sí. Estudio aquí —dijo Daniel al recordar que ella esperaba por su respuesta—. Oh, bueno. La semana que viene empiezo, solo que ya pude sacar el carnet.

—Qué bien. Yo espero poder sacarlo hoy, o mañana. Mis padres están desesperados por tomarme una foto con él —replicó—. Me llamo Carolina, por cierto.

—Yo soy Daniel. Un gusto. —Él extendió la mano para estrechar la de la chica. A ella le pareció curioso el gesto, pero aceptó el apretón de manos—. Y sí, puedo llevarte. Lo que pasa es que hace poco cambiaron el lugar por unas remodelaciones que harán. Ven, yo de todas formas también tengo que ir.

Daniel y Carolina caminaron juntos para convertirse oficialmente en estudiantes universitarios. En medio de la ansiedad que causaba el inicio de esa nueva experiencia, les fue grato poder encontrar a alguien con quien conectar y darse apoyo en lo que les depararía el futuro. Después de todo, la vida son ciclos que se abren y se cierran, y en cada uno de ellos coincidimos con personas que pueden volverse importantes o dejar de serlo de maneras inesperadas.

 Después de todo, la vida son ciclos que se abren y se cierran, y en cada uno de ellos coincidimos con personas que pueden volverse importantes o dejar de serlo de maneras inesperadas

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El día que Daniel entendió el amorWhere stories live. Discover now