• Relato que incluye contenido para adultos. Aunque no sea gran cosa.
• Por respeto a la creadora del juego; aviso que solo pueden interactuar con éste si tienen la mayoría de edad requerida. Pueden esperar que salga otra la versión.
• Mención de abuso sexual, secuestro y negación a la libertad, consentimiento extremadamente dudoso y fetichismo de impregnación.
• No voy a prohibir que lean el relato, después de todo, por algo éste libro busca sumergirse en lo prohibido...¿no?
⟨⟨ 𝙊𝙝, 𝘿𝙖𝙧𝙡𝙞𝙣𝙜 ⟩⟩
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Con una torcida sonrisa surcando su rostro de tez grisácea, un excéntrico rubor de tonalidad azulada teñiendo los colorados pómulos, advertía con excesivo morbo la manera en que su erecto miembro entraba y salía de entre las cálidas paredes vaginales que devoraban su venoso falo bombeante.
Su virilidad palpitante podía contemplarse por una milésima de segundos al momento de retirarse de aquel húmedo interior femenino. La extensión de su pene era cubierta por los restos de un líquido de brilloso tono escarlata. Dejando en evidencia el fiero arrebato de inocencia que aquella zona íntima profanada poseyó alguna vez.
Gruñidos de enfermiza satisfacción emergían de su jadeante garganta. Sumamente complacido por aquel detalle rojizo que lo marcaba como el primer hombre que enterró su entusiasmado miembro entre la cavidad vaginal de la temblorosa fémina que permanecía sumisa ante su desgarradora pasión.
Pasional encuentro por el cuál su horrorizada víctima era obligada a enfrentar entre las celestes cobijas que se esparcían con desarreglo sobre el colchón donde sus unidas figuras se encontraban situadas.
Las joyas pintadas en un profundo azul, un atisbo de centellante locura reflejándose en un punto carmesí de sus dilatadas pupilas, contemplaban con sumo placer la desnuda figura femenina que se hallaba bajo la dominación de sus impulsos sexuales.
Con las muñecas unidas por una soga firmemente atada por encima de su cabeza, los azabaches mechones de su melena viéndose alborotados por la indecente actividad que compartían sus sudorosos cuerpos, la desorientada mirada siendo cubierta por una oscura venda que impedía que sus temerosos ojos fueran testigos de la apariencia de su atroz secuestrador, enrojecida piel perlada decorada por desmesuradas mordidas sangrantes, la arqueada espalda que se tendía en las mantas azuladas, los montes femeninos que rebotaban por cada precisa embestida y las gruesas piernas que se mantenían abiertas para facilitar los seductores movimientos pélvicos que atacaban su intimidad latente.
