• Éste relato fue removido desde su libro original para formar parte de estos One-shot's.
• Sin contenido explícito o sexual.
• Personajes infantiles protagonistas.
• Quizás, como lector, ya hayas leído éste relato, pero, aún así, te pido que apoyes ésta parte recién reorganizada.
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Sobre una pacifica villa rural se extendía un vasto y azulado cielo; el cual poseía entre su celeste extensión elevada nubes tan esponjosas como blanquecinas mientras que estas últimas tenía consigo curiosas formas que dejaban volar la imaginación de todo aquel que las contemplara desde su inalcanzable distancia. Los números molinos que se encontraban esparcidos por la vivida villa giraban sus hélices con el apoyo de los fuertes vientos que azotaban con esmero cada zona de la isla.
Una relajante calma sumergía aquella rural villa. Embriagando con su silenció y paz a todo aquel habitante o visitante que estuviera en dicho lugar.
Mientras la serenidad reinaba, a las orillas de la isla donde las olas terminaban llegando, se encontraba un pequeño infante de melena oscura como el carbón, con mechones rebeldes yendo a cualquier dirección que se les plazcan, su rostro infantil era decorado por un puchero posado en sus labios a la vez que sus orbes tan oscuros como la más densa noche reflejaban un evidente aburrimiento, en aquel aniñado rostro destacaba una cicatriz en una de sus mejillas cercana a uno de sus ojos, el joven niño poseía un tono de piel cobrizo. Una tez morena que competía contra un tono bronceado de piel.
Entre sus pequeñas manos tenía una rama caída de algún árbol y con esta golpeaba el líquido marino que se acercaba hacía las orillas para después regresar, repitiendo así un ciclo imparable, chapoteando gotas en su dirección; humedeciendo levemente sus ropajes cuando estas chocaban contra las prendas que vestía descuidadamente.
—Estoy aburrido... —murmuró entre dientes aquel de melena azabache. Frunciendo ligeramente su ceño debido a su situación.
Los oscuros orbes del infante contemplaban el extenso mar que tenía frente a si, en espera de cierto capitán pelirrojo volviera hacer acto de presencia en la tranquila villa, mientras fugaces ideas de como matar el aburrimiento que lo invadía se pasaban por su mente sin control alguno.
Pero ninguna era lo suficientemente buena para animar al fastidiado jovencito de tez morena.
El niño se decidió por quedarse un poco más jugando con el agua marina, que ahora era su peor enemigo si llegaba a caer entre sus profundidades, pero, aún con ese hecho el joven no abandonaba su emoción y pasión por éste junto con la libertad que algún día podría ofrecerle aquel mar indomable.
