6. Mariposas

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Disculpen la tardanza. En unos momentos subo el día 7 
Este capitulo es autoría de Hikari n-n

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Dicen que, cuando uno se enamora, siente como si un millón de mariposas revolotearan en tu estómago. Pero él nunca en su vida se había sentido de esa forma.
Tal vez había visto personas que le parecieron hermosas o agradables, pero nunca alguien que hiciera que su corazón se acelerara rápidamente, aunque realmente no le importaba mucho eso; cuando veía a su hermana mayor o a sus amigos con sus parejas, se preguntaba cómo se sentirán esas famosas mariposas en el estómago, aunque el pensamiento se marchaba tan rápido como llegaba.

O, al menos, fue así hasta que se reencontró con Yugi Mutou, y recordó varias cosas.

Yugi era como una blanca estrella en el firmamento, era el rayo de sol que hacía que sus días fuesen cálidos y brillantes. Él era la persona más dulce y amable que él hubiese conocido en toda su vida, con su blanca y brillante sonrisa, sus grandes y hermosos ojos amatistas y su corazón más hermoso que cualquier otro.
El solo verlo hacía que miles de mariposas revolotearan rápidamente en su estómago. Aun recordaba, como si fuera ayer, la primera vez que sintió eso.

Un tricolor de ojos rubí, de solo 6 años, paseaba por el parque en compañía de su gemelo y su hermana mayor; los tres se encontraban jugando cuando algo llamó su atención: vio a un pequeño niño de ojos amatistas persiguiendo un globo de estrella dorada, el cual era llevado por el viento, por lo que rápidamente se separó de sus hermanos para poder tomar el globo antes de que fuera imposible recuperarlo.

—Aquí tienes —exclamó amablemente extendiendo el globo hacia el menor, el cual se había detenido.

— ¡Gracias! —respondió el pequeño oji-amatista acercando su mano para tomar el globo, Yami decidió que lo mejor era ayudarle para que no volviese a perder su globo por lo que tomó su muñeca y ató la cinta del globo en ella tal y como Dany-nee solía hacer con Atem y él.

—Así no lo perderás de nuevo —explicó sonriendo amable —mi hermana hace esto siempre que nos compra globos a mi hermano y a mí.

—Ya veo ¡Muchas gracias! —la sonrisa que le dio ese pequeño niño fue tan brillante que sintió su estómago dar un pequeño vuelco, así como un pequeño calor en sus mejillas. Antes no había podido notar bien como era el menor, salvo por sus brillantes ojos amatistas, pero ahora que estaban cerca, pudo notar cuan tierno y adorable era el oji-amatista. Le recordaba a un pequeño bebé panda, como los que estaban en los zoológicos, era simplemente lindo, tal vez podríamos ser amigos, pensó rápidamente.

— ¿Cómo te llamas? —decidió preguntar.

—Mi nombre es Yugi —respondió el pequeño de ojos brillantes — ¿Cómo te llamas tú? —preguntó él, ladeando ligeramente su cabeza, curioso.

—Me llamo... —Yami estaba a punto de responderle cuando el grito preocupado de su hermana lo interrumpió.

¡Moonshine!Oh no, recordó que se suponía que estaba junto a sus hermanos cuando vio el globo de Yugi. Su hermana debió haberse preocupado mucho cuando notó su desaparición.

—Esa es mi hermana, ya tengo que irme —dijo antes de correr hacia donde escuchó la voz de su hermana mayor, pero antes, volteó un momento para despedirse del adorable niño —adiós Yugi —se despidió de él con su mano, solo para poder verlo unos segundos más antes de llegar con sus hermanos.


Una risa escapo de los labios del adolescente al recordar ese momento de su infancia. El regaño que le había dado su hermana después de eso fue memorable, pero valió la pena; aun después de todo ese tiempo, la imagen de un pequeño tricolor de ojos amatistas seguía en su mente y en su corazón.

Fue toda una coincidencia que años después se volviera a topar con él, en ese mismo parque, y más aún, por un globo de nuevo.

En cuanto volvió a ver esos ojos amatistas y esa brillante y hermosa sonrisa, sintió como si miles de mariposas revolotearan en su estómago, por lo que -sin pensarlo dos veces- invitó al menor por un helado.

Su primera cita.

Charlaron de todo.
De su vida, de sus gustos, de sus sueños, y de su familia y amigos.

Sorprendentemente, descubrieron que sus hermanas eran amigas, y que Yugi conocía a su primo, Seto. Asó como que Yami conocía a Ryou, uno de los mejores amigos de Yugi, el cual era novio de Bakura, un amigo suyo y hermano del novio de su hermana.
Ante estas coincidencias, los tricolores no pudieron más que reír por las ironías del destino, ya que sin importar qué se hubieran terminado conociendo, de una forma u otra.

Era el destino, pensaron ambos al mismo tiempo, sin saber que ambos estaban en lo correcto.

Después de eso, Yugi entro rápidamente a su vida, como si siempre hubiese pertenecido allí. Ahora no recordaba cómo era todo antes de Yugi, sin sus risas, su amabilidad, sus pucheros, sus miradas brillantes, su amor por cualquier tipo de juego, su bondad, su adicción a las cosas dulces, sin sus tardes jugando distintos juegos o saliendo con todos sus amigos, sin las miradas cómplices, ni el sonrojo que aparecía en su rostro cuando tomaba su mano.
Era como si nunca hubiese existido una vida antes de él, por eso, ahora mismo se encontraba una vez más en ese parque, esperando a su "amigo", sintiendo otra vez como miles de alas revoloteaban en su interior, pero ahora, en lugar de ser aleteos suaves o rápidos, parecían una tormenta de mariposas revoloteando furiosas dentro de su estómago, sin piedad, pero no las culpaba. Después de todo, hoy al fin le diría a su aibou sus sentimientos, con la esperanza de al fin ser algo más.

Una dulce voz sacó al mayor de sus pensamientos e hizo que las mariposas se detuvieran por un segundo antes de retomar con más fuerza que antes —Yami, siento la tardanza, pero el abuelo necesitaba que lo ayudara con algunos pendientes —se disculpó el tricolor menor, preocupado de haber hecho esperar mucho al oji-rubí.

—Descuida aibou, llegaste justo a tiempo —sonrió Yami, provocando un tierno sonrojo en las mejillas del oji-amatista — ¿vamos? —preguntó, extendiendo su mano para que el otro la tomara.

Yugi asintió, tomando la mano del mayor para comenzar a caminar por el parque, preguntándole a Yami por su día, comenzando así una plática muy amena entre ambos, y siguiendo sin saber el camino hacia el lugar donde Yami -con ayuda de sus amigos y hermanos- decoró con varios globos con forma de estrellas, donde confesaría sus sentimientos, sin saber qué pasaría después.

Aunque Yami tampoco sabía que no era el único que sentía mariposas revolotear en su estómago cada vez que estaban juntos.

Fictober 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora