◍𑂺ི⸼🍓⃕. Caraluna.

233 35 0
                                    

A veces la luna se
vuelve mi condena.
──────«•❁•»───

La desesperación lo estaba ahogando de forma casi inaudita, todo eso no tenía ni una pizca de sentido. Era claro que el destino a veces te envuelve en un mar de problemas y confusiones, pero esta era definitivamente peor que otras.

Ahora, el hecho de que se hayan quedado en su casa a cenar (por qué si, sus extraños amigos también fueron invitados para saciar su hambre), además de ser un tanto... aterrador, era medio preocupante. Pues ahora que la cena había sido un éxito y todos, a excepción del azabache, tenían sonrisas plasmadas en sus rostros, podían fácilmente descansar y regresar a sus casas.

Cosa que para tristeza de Harry, fue imposible. Debido a que su amado padre ofreció su hogar como ayuda hospitalaria mientras planeaban la boda. A lo que ellos aceptaron con gran felicidad. Tampoco era tan malo, pensó él.

Pero esa noche simplemente el dormir se veía lejano, así que decidió salir por un rato a su jardín. Buena decisión, de no ser por que una peculiar persona estaba ahí. Decidió que lo mejor era irse, pero no contó con que se diera cuenta.

– Harry, disculpa, no te vi. ¿Tu tampoco podías dormir? – el lindo rubio, por qué a pesar de que no le gusta no está ciego, lo saludo. El fingió no darse cuenta de su presencia y por fin hablo.

– Malfoy, no te vi. Y si, no podía dormir. Supongo que tú tampoco. – trato de no sonar nervioso, pues ahora todo lo traía demasiado alterado.

– Si... Supongo que todavía es difícil poder estar tranquilo. Todo paso muy rápido. – mencionó mientras alzaba el rostro hacia arriba, mirando el delicado cielo. Que hacía relucir su rostro y hacía ver sus delicadas facciones aún más divinas de contemplar, mostraba su bello rostro como la cosa más hermosa traída al mundo, como al sonreír sus ojos parecían dos medias lunas y sus labios entreabiertos le regalaban una forma aún más delicada de verse. Parecía tener un pacto con la luna para que se diera a reflejar característicamente su belleza natural. – ¿Tú que dices? –

Por fin reaccionó al escuchar nuevamente su delicada voz. – Creo que digo lo mismo. Aún se me hace extraño, jamás pensé que llegaría un día así. – y no mentía, sus planes eran distintos, sus planes eran junto a una pelirroja pecosa que amaba con todo su ser.

– Sabes, pensaba darte este peculiar regalo mañana, pero a lo mejor te lo doy ahora ya que estás aquí. – el azabache alzó una ceja un tanto confundido y a la vez angustiado.

Hasta ese momento recién se daba cuenta de que justo donde el rubio platino estaba sentado, también había una caja envuelta en papel de color verde esmeralda. El rubio agarro esa interesante caja y lo que vio lo dejo desconcertado pero a la vez completamente feliz. Un pequeño gatito negro descansaba con total tranquilidad.

– Ahora está dormido, por eso decidí ponerlo ahí. – Harry se deleitó con la belleza de aquel gatito y también la del rubio, ambos realmente perfectos.

Lo quito levemente de la caja, tratando de no quitar las mantas de su pequeño cuerpo, para así luego acurrucarlo entre sus brazos. – ¿Tiene algún nombre en especial? – pregunto viendo felizmente al rubio.

– Hedwig, como tú gatito de aquella vez... ¿Recuerdas? Todavía éramos demasiado pequeños. – fue ahí cuando el azabache recordó aquellas ocasiones en las que ambos salían a Halloween, donde tristemente la última vez que se vieron se perdió aquel gatito negro. Sonrió con nostalgia y suspiro.

– Muchas gracias. – no supo que lo impulso pero le dio un pequeño beso en los labios. Uno donde ambos quedaron estáticos. – Lo siento...

El evidente sonrojo de ambos contrastaba perfectamente, haciéndolos ver cómo bellos cómplices de algún acto impuro.

– No te preocupes. Fue solo un beso. – dijo el rubio un tanto abochornado. – ya me voy a dormir, que tengas una linda noche, Harry. – y justo para retirarse le devolvió aquel pequeño beso en la mejilla.

El corazón del azabache parecía querer salir de su pecho. Pero trato de controlarse. – Buenas noches. – fue su último susurro.

Mientras se apoyaba en el barandal de aquel balcón, que le permitía contemplar mejor su jardín, se quedó viendo a la luna, recordando el deleite de ver a aquel particular rubio, y como si fuera un pecado trato de quitarse la culpa. Terminó suspirando hasta que un fuerte ruido lo desconcerto, así viendo a quienes menos esperaba.

ִֶָ ˚˖🍓 Las cartas no mienten (Drarry) ִֶָ ˚˖🍓Where stories live. Discover now