Capítulo 8

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Harry se las arregló para encontrarles un compartimiento cómodo y vacío en el Expreso de Hogwarts, soltando un gruñido amenazante cada vez que otro estudiante intentaba abrir la puerta y unirse a ellos. Cada vez que Harry hacía huir a algún alfa de dieciocho años, notaba que Draco escondía una pequeña sonrisa en la manga.

Era un día relativamente claro y Harry se encontró observando el paisaje familiar con bastante nostalgia. Sin embargo, a la segunda hora, Draco había empezado a inquietarse mucho más, dejando escapar pequeños resoplidos mientras se movía en el asiento junto a Harry.

"Me resulta difícil ponerme cómodo", admitió Draco cuando Harry le preguntó. "Me duele la espalda un poco".

"¿Quieres que te un masaje?" se ofreció Harry. Se le daban muy bien los masajes deportivos que evitaban los calambres después de partidos de quidditch especialmente intensos.

"Sí, por favor", contestó Draco con timidez, sin embargo, cuando Draco intentó girar hacia la ventana para dar acceso a Harry, el omega soltó un siseo de dolor.

"Espera", le indicó Harry, colocando las manos sobre las huesudas caderas de Draco y levantándolo sobre sus muslos para que los dos quedaran mirando hacia el mismo lado.

"¡Oh!" exclamó Draco sorprendido.

"Ahora vamos a moverte un poco hacia adelante", murmuró Harry mientras ayudaba al joven a colocarse en una posición que no le forzara la espalda pero que también le permitiera a Harry comenzar su masaje.

Harry sonrió cuando Draco dejó escapar un suave gemido de alivio cuando el alfa hundió sus dedos en la carne tensa. "Avísame si lo quieres a otra presión", le dijo Harry. Al ser un alfa mucho más grande, a Harry le preocupaba un poco no conocer su propia fuerza cuando se trataba del delicado cuerpo de Draco.

"Un poco más fuerte", pidió Draco, con las puntas de las orejas enrojecidas.

Harry se mostró dispuesto a hacerlo, sujetando la cintura de Draco con los dedos mientras sus pulgares deshacían los nudos con movimientos profundos y circulares.

"Sí", siseó Draco, arqueando su largo cuello y dejando al descubierto la pálida columna de su garganta mientras Harry sentía que un nudo especialmente apretado empezaba a aflojarse y a disiparse.

A Harry se le secó la boca cuando su mirada se detuvo en la unión no marcada entre el cuello y el hombro de Draco, justo donde iría una marca de unión. La piel era tan blanca y cremosa, con las tres pecas oscuras reconocibles. Harry no pudo evitar mover una de sus manos para frotar la nuca de Draco, sólo para ver el satisfactorio contraste de sus complexiones.

"O-Oh," Draco jadeó, un poco sorprendido. "Está bien, sólo me duele la parte baja de la espalda".

Harry se apartó con pesar, dándose cuenta de que tal vez había estado demasiado cerca de las glándulas aromáticas de Draco para el característico sentido del decoro del omega.

Draco dejó escapar otro gemido tartamudo cuando Harry cambió su técnica y recorrió profundos surcos junto a la columna de Draco. La respiración de Draco era ruidosa en el compartimento, por lo demás silencioso, y Harry apretaba los dientes cada vez que el omega se retorcía en su regazo por la satisfacción.

"¡Oh, Dios mío!"

Harry parpadeó sorprendido al ver a la señora del carrito que acababa de abrir la puerta, con una caja de ranas de chocolate benéficas de temporada en la mano.

Draco chilló con mortificación mientras intentaba saltar del regazo de Harry, quejándose cuando el repentino movimiento amenazó con deshacer todo lo bueno que había logrado el masaje. Harry abrió rápidamente las piernas, haciendo que Draco se deslizara entre ellas, atrapándolo efectivamente en el asiento donde no podía hacerse más daño por vergüenza.

The Lily SpellWhere stories live. Discover now