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29/02/17

Nunca había tenido la necesidad de explotar las ganas de tocar mi cuerpo, de acariciarlo, de disfrutar de mis manos sobre él.

Hoy al despertar de un sueño que se volvería un recuerdo, me insitó a ser yo quien tomara la iniciativa y lo besara tras seguir las órdenes de mi mismo subconsciente.

Me trepéencima del hombre y mientras mamá se duchaba y Jannis hacia sus deberes escolares, él y yo nos comimos a besos sobre el lavamanos del baño de invitados.

Sí, mi sueño intimo había sobrepasado los límites.

Mi sueño se veía tan real que desearía que fuera así todo el tiempo.

Sentir las manos de Niall vagando por todo mi cuerpo y disfrutando de ese momento tan perverso que mi mente estaba formando...

Eran las 8 de la mañana. Afortunadamente era un sabado, pero no como cualquier otro. Mi sueño me decía que aún faltaba algo más. La excitación que invadía mi cuerpo no se había esfumado del todo. Me dirigí al baño. Bajé mi pijama y mi calzoncito blanco de flores, y planté mi trasero junto a la barra del lavamanos.

Me sentía muy excitada, no dejaba de pensar como las manos de Niall acariciaban mis piernas, subiendo lentamente hacia mi zona íntima, como tantas veces lo ha hecho, metiendo sus manos en el short con el que según dormía. Solo con pensarlo deseaba más...

Metí la mano derecha entre mis piernas, ignorando las voces gritonas de Jannis en la planta baja. Tengo entendido que hoy será un buen día para mamá, importante para todos y para Niall.

Tendremos una cena y mi madre me obligará a usar uno de esos... horribles e incómodos vestidos largos y elegantes. Intenté refutar pero no tuve elección.

Mis dedos se fundieron en el vaivén de mi propia humedad, echo la cabeza hacia atrás y con mi mano restante me acaricio los pechos por encima de la camiseta, sintiendo la ausencia del top deportivo que siempre suelo usar.

Después habrá tiempo de arrepentimientos, esto me va a costar una penitencia de cuarenta ave marias, diez padre nuestro y un baño de tina con agua bendita.

Pero no importa.

Mi único objetivo ahora es correrme y me importa un carajo lo que suceda fuera de estas cuatro paredes.

Se siente bien pero no es igual a cuando él lo hace.

Sus dedos son mágicos, expertos y su lengua...

La frustración me obliga a dejar de tocarme. Me lavo las manos, con la entrepierna caliente y dispuesta.

No sé de dónde sacó el valor pero estoy decidida.

Mamá se encuentra en el primer piso con las personas que se encargan de montar la mesa y el banquete en el jardín trasero, listo para esta noche.

Agradezco la distracción pues cuando bajo, escucho a mi señor padrastro hablar por teléfono en su despacho.
Cuando entro, él está sobre la silla giratoria tras su escritorio, tiene el ceño ligeramente fruncido y revisa la hora en el reloj que posee en la muñeca.
Esa camiseta negra pegada al torso le queda tan bien...

Cuando me ve, es cuando por fin se esta despidiendo. Me sonríe y me pide un segundo para colgar. Tiempo que aprovecho para correr la puerta y trabarle el seguro. Comienzo a caminar en su dirección.

—Mi judie... —cierra el portátil y entrelaza sus manos sobre el escritorio apoyándose del mismo—, ¿Qué puedo hacer por ti? —sus palabras con doble sentido hacen palpitar mi centro. No me mido a la hora de quitarme las gafas, dejarlas sobre la superficie del escritorio y sentarme sobre su regazo con las piernas abiertas a cada lado de su cuerpo.

No le da tiempo de reaccionar pues mi boca ataca la suya sin más miramientos.

—Ayúdame... —el ligero balanceo de mis caderas lo pone duro al instante.

Obedece.

Me toma por el trasero y lo estruja con ganas, levantandome con su brazos hasta sentarme al borde del escritorio. Se hinca abriendome de piernas al momento de retirar la parte baja de mi short. Levanto la pelvis observando su mirada fija en mi mojado centro hasta que lo veo y lo siento con el rostro perdido entre mis piernas, alcanzando y saboreando lo que más le gusta.

JUDE |njh| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora