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20/04/17

NOTA: Las conductas que se mencionen a lo largo de este capítulo se consideran no aptas para cierto tipo de audiencia. Si eres sensible a este tipo de cosas como: autolesión, violencia emocional y física, te pido que dejes de leer y esperes el siguiente. Se recomienda discreción.
Si has decidido quedarte, pues bienvenid@ seas. Espero que les guste, disfruten amorcitos <3

FINAL: PARTE 1

ANTEPENÚLTIMO

Los beep lejanos se acentúan ajenos mientras intento coordinar los movimientos de mi cabeza que da vueltas sobre una superficie amoldada y suave.

El olor a antiséptico es fuerte pero agradable con el de la lavanda, hace frío y apenas puedo mover un dedo mientras abro los ojos con los párpados pesandome diez kilos cada uno.

Siento la ausencia de mis gafas.

¿Qué hora es?

Enfoco como puedo el lugar en el que me encuentro, la luz del día me ciega y debo cerrar los ojos de nuevo.

—Está despertando —se apresura a decir una voz femenina.

Escucho pasos en la habitación a medida que todo para mi se va esclareciendo. El dolor punzante de la sien me genera migraña, me cubro los ojos y me quejo, sintiendo el pinchazo de una aguja en mi muñeca.

Alguien me retira con suavidad la mano de los ojos y peor aún, me abre los parpados, alumbrando mis pupilas con una linterna pequeña.

—Reflejos pupilares normales. Su pulso se reguló, el suero que le suministramos la ha hidratado. —informan a lo lejos, pero yo no sé de que están hablando—. Deben tener mucho cuidado, su diagnóstico no es cualquier cosa y mucho menos algo que se tome a la ligera, señor Morgan.

¿Mi papá está aquí?

—Lo tengo presente. Nosotros cuidaremos de ella como lo indiquen, doctor. Lastimosamente no estaba enterado de la situación de mi hija respecto a su salud.

—El diagnóstico...

—¿Qué diagnóstico? —pregunto con debilidad apenas en un murmullo.

Ellos se vuelven hacia mi, el doctor tranquilo y mi padre apresurado, se aproxima con mi hermana mayor.

—Judy —Jay tiene el maquillaje corrido, ojeras y aún usa el mismo vestido de la cena. Como si no hubiese dormido nada—, Dios, que susto me diste.

Entonces se echa a llorar, sentandose a un lado de la camilla y abrazando mi torso. El estómago me arde y las entrañas me rugen como si no hubiera un mañana.

—Judy, ¿como te sientes? —papá besa mi sien—, ¿estás cómoda? ¿Necesitas otra almohada?

—Estoy bien. —asevero.

—No —sacude la cabeza—, no lo estás.

—Papá...

—Jude, aún estás débil, deberías... —niego ante las palabras del doctor.

—¿Qué diagnóstico? Fué estrés solamente, no debieron traerme aquí... —me desespero. Me intento quitar las agujas y el suero pero me detienen—, me quiero ir... —me tiembla la voz—, me quiero ir ahora...

—Jude...

—¡Ahora, papá! —su mirada de piedad me acompaña, mis ojos encharcados y los de mi hermana me confirman lo que ya sé.

—Jude, te aseguro que bastarán solo unos pasos para que te desplomes en el suelo del hospital. Estás débil ahora, necesitas reposo. —insiste el médico.

JUDE |njh| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora