CAPÍTULO 21

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My immortal

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JUDE

Tengo miedo de todo lo que soy.

Donde mi mente parece una tierra lejana.

El silencio resuena dentro de mi cabeza... no hay forma que se detenga.

No sé si estábamos destinados a perder, o si solo necesitaba tocar fondo para darme cuenta de que lo había perdido a él.

Mi pecho se regocija en el manto de paz del prado que abraza mi cuerpo, tendida en el suelo sobre hojas de lavanda con un aroma tan exuberante que el mismo sello de la tierra se tatuaría en mi piel. Relámpagos de risa y saciedad.

Los ecos de la sonrisa de Lilith y su rostro es el espejismo que me conduce hacia un claro de agua en el que me sumerjo... hasta dejar de respirar.

Jude... me llaman- Judy... hablame... -levantan mi cuerpo.

Busqué a Lilith con desespero. Estaba en la orilla.

¿Qué pasa? No la encuntro bajo las rocas del claro.

No estaba.

Una fuerza superior y cientos de brazos sujetaron mi cuerpo, me sumergieron en la oscuridad del gran océano. Azul y negro. Profundidad, lamentos y agonía.

¿Qué es esto?

No había un claro.

Ni un prado.

Ni lavandas.

Había sangre.

Mucha sangre.

Real, reciente, húmeda.
Mis piernas estaban empapadas de ella.
Abrí los párpados donde una fuerte y destellante luz me recibió pero solo se trataba del cielo ahora oscuro.

Mi visión era borrosa, había perdido la noción del tiempo, mientras lloraba sobre la tumbona rogándole al cielo que me castigara por haber actuado como lo hice, por haber traicionado, mentido y engañado. Merecía ser castigada pero no de esta manera. Pedí por el perdón de aquellas personas a las que había lastimado sin pensar, redención...

Me negaba a aceptarlo pero era la única verdad, esta era mi realidad; Este era mi castigo.

Nada se comparaba a la lluvia de punzadas que llegó a mi vientre, ningún dolor se le asemejaba. Allí estaba, privandome de la capacidad de caminar, de moverme. Un dolor tan impresionante y desgarrador, imposible de detener cuando la hemorragia tampoco quería ceder.

Llamé a Nick con todas mis fuerzas... pero no escuchaba.

Jamás me deslindé de mis creencias religiosas, ya no era tan devota como antes. Ahora, después de todo lo que había estado tolerando, el poquísimo tiempo que llevaba estando consciente de mi estado, el estrés y la carga emocional me pasaron factura de la peor manera en que se puede joder a una mujer.

En un abrir y cerrar de ojos, finalmente había llegado. Mis oídos estaban tapados, única había un pitido recurrente, sonidos ahogados.
Sacó su teléfono móvil, atendió una llamada y lucia tan desesperado que las ganas de llorar para mi eran imperceptibles. Mi última petición fué pedirle desesperada que me llevara a un hospital. Asustada, llena de temores... porque después del sangrado no había mucho que hacer.

Tenía vagos recuerdos del traslado, muchas luces blancas, manos enguantadas sobre mi cuerpo, cables conectados a mis venas, un quirófano y mucho, mucho frío. Recuerdo la mascarilla que el médico me había colocado pidiéndome que contara hastavdiez en cuenta regresiva y después de eso, todo era completa oscuridad.

JUDE |njh| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora