Capítulo 18

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"Los recuerdos se los llevó el viento, tus caricias parecen inventos, una revuelta de mi corazón para no olvidar lo que nunca pasó entre nosotros".

CAPÍTULO 18

El calor del verano y los intensos rayos del sol, que parecían quemar la piel en los lugares donde estos caían directamente, acechaban y atacaban sin piedad a cualquiera que se atreviera a caminar sin ninguna protección. Incluso debajo de una sombrilla o escondiéndose tras unos enormes lentes de sol era imposible no sentir el ardor.

Los más jóvenes parecían agradecidos por la mínima cantidad de tela que podían vestir culpando al termómetro, por finalmente sacar esos bikinis del fondo del armario para lucir una espectacular figura en la piscina, y sobre todo, porque el ciclo escolar estaba dando sus últimos respiros.

Los mayores, al contrario, se quejaban de los bochornos matutinos, de las prematuras manchas que les aparecerían en el rostro debido al sol, de lo necesario que eran los campamentos de verano para los niños, argumentando que debían desarrollar independencia y habilidades sociales, eso sin contar sus quejas sobre el bullicio y las fiestas hasta altas horas de la noche de los vecinos que celebraban haber aprobado alguna asignatura.

Gulf dio un sorbo a su frappé y se llevó el croissant a la boca dejándole un marcado mordisco. Sin ser muy obvio, se giró solo un poco para seguir poniendo atención a las conversaciones que extraños mantenían en las mesas contiguas. Sabía que no estaba bien hacerlo, que si lo descubrían estaría en problemas y sería señalado como alguien extraño y no deseado, sin embargo, se encontraba desayunando solo y esa fue la única forma que encontró para mantener su mente en un lugar alejado de sí mismo.

La bulliciosa cafetería cerca de la universidad era el lugar más salubre donde podía desayunar, y estar seguro de que después de ingerir sus alimentos no tendría que salir corriendo en busca de un sanitario, o caer una semana entera en cama por una intoxicación. Su primer año había sido todo un desastre por eso.

Miró su celular, que descansaba junto al plato con mantequilla y un vaso con jugo de naranja, tentado en hacer una búsqueda que se había prohibido hace tiempo. Ya había pasado casi un año desde que estuvo en San Telmo con Mew y a pesar de haberle dejado su número en más de una superficie, nunca recibió una llamada o un mensaje suyo, tampoco supo que hubiera regresado allá.

No esperaba una declaración de amor como primera interacción, con un "hola" le hubiera bastado, pero eso tampoco llegó. Se había resignado a que verdaderamente no volvería a verlo, pero se preguntaba si eso lo hacía librarse de su promesa de no buscarlo.

No tuvo tiempo de tomar una decisión, en dos segundos la cafetería estuvo completamente llena y no pudo concentrarse ni en los demás ni en sus propios pensamientos. Guardó sus cosas y nuevamente se internó en los edificios para tomar el resto de sus clases.

Alrededor de las cuatro de la tarde por fin llegó a casa. Dejó los zapatos en la entrada junto a su mochila, llevó hasta la mesa la comida que había comprado en el camino y se arrojó al sofá como si estuviera regresando de un largo viaje y necesitara un descanso urgente.

Así parecía, su casa daba la impresión de que hacía mucho tiempo nadie habitaba ahí. El polvo comenzaba a acumularse sobre los muebles y en el piso, los alimentos perecederos ya eran incubadoras de colonias de hongos en el refrigerador, su habitación simulaba una zona de desastre después de un temblor y los utensilios de limpieza brillaban por su ausencia.

Era consciente del desastre en el que vivía, no le agradaba, sin embargo, no tenía el tiempo de limpiar cada rincón todos los días, y los fines de semana parecía un enfermo terminal postrado en una cama debido al cansancio.

Lunas de octubreWhere stories live. Discover now