Visita 9

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La noche cubrió todo su alrededor mientras lo único que quedaba iluminado era el altar del templo.

Hidan seguía abrazándola, y ninguno de los dos mencionó nada durante todo ese tiempo.

Tenten había casi olvidado con el tipo de persona que se encontraba, y aunque el miedo se había desvanecido aún no estaba preparada para corresponder aquellos impulsos que llevaban a Hidan a quererla para él.

Volteo hacia la estatua del dios del templo y miró la expresión pacífica en los ojos de la misma que se iluminaba con la poca luz de las velas dándole a Tenten un escalofrío, imaginándose que  esa expresión de amabilidad no era más que una fachada.

—¿Estás lista para rezarle a Jashin?

Apenas había notado que Hidan separó la cabeza de su pecho y rompió el abrazo ahora viéndola con diversión sonrió ligeramente al ver la sorpresa en el rostro de la chica.

—Te dije que no creo en dioses —Tenten habló mientras desviaba la mirada volteaba de nuevo a la estatua— ¿Qué significa la espada y las monedas?

—La recompensa de hacer justicia con su propia mano.

Tenten guardó silencio ante la explicación, pensando en que era exactamente a lo que Nina se refería, un dios que tuvo que hacer justicia por si mismo para salvar a sus creyentes aunque eso implicara que su templo quedara abandonado.

Cerró los ojos y la imagen de la guerra llegó hacia ella.

A veces era necesario la justicia por tu propia mano, la vida te arrebatada las cosas preciadas sin preguntarte si estas preparado.

—No puedo... —dijo en un susurro, sabía que el la veía y la escuchaba con atención mientras ella seguía cerrando los ojos, sintió como él se tensaba junto a ella— yo no puedo ser tuya... no puedo quedarme, tengo que regresar, tengo que proteger a mi aldea.

Sintió el empuje de su cuerpo al suelo y cayó de espaldas bruscamente, abriendo los ojos sorprendida deseo no haberlo hecho.

Hidan estaba de pie frente a ella, la oscuridad los rodeaba todavía pero las velas iluminaban ligeramente la mirada de él fija en ella que estaba marcada con una frialdad pura, un escalofrío pasó por todo su cuerpo, por alguna razón extrañó que él sonriera fuera de la cordura, porque esa mirada le hizo tenerle miedo de nuevo como en el principio.

La mirada fría de un asesino.

Si los ojos eran una ventana del alma Tenten creyó en ese momento que Hidan no tenía una propia, había un vacío en ellos que podía consumir a cualquiera con solo mirar los ojos de color violeta que no reflejaban nada en absoluto, deseó que se acabara, deseó arrepentirse de sus palabras de inmediato, pero se quedó congelada y sin habla los minutos eternos de silencio en los que simplemente la miró de aquella manera.

Finalmente Tenten pudo articular sólo una palabra, su nombre.

—Hidan...

Después de eso lo único que él hizo fue darse la vuelta y caminar de manera brusca a la salida del templo, cerró la puerta detrás de él y la oscuridad cubrió por completo a la chica escuchando el eco de una cerradura cayendo del otro lado de la puerta.

Se levantó y trató de abrirla pero estaba cerrada por fuera, la madera era vieja pero resistente, forzó la puerta sin éxito, después pegó el oído a ella y supo que él se había marchado dejándola encerrada ahí.

Frustrada Tenten maldijo mientras golpeó la puerta con los puños y una patada.

Volteo a su alrededor en busca de otra salida, la oscuridad que la rodeaba la hizo temblar abrazándose a sí misma, miró la estatua del dios de Hidan.

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