♦ · Capítulo 8 · ♦

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Capítulo 8

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Capítulo 8. Una mentira y un traidor.

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Echo agua otra vez sobre mi cara y luego me sostengo del lavamanos. Miro de reojo a la puerta cerrada del baño y exhalo con nerviosismo.

Mis padres están esperando por mí del otro lado, y yo estoy aquí dentro, encerrándome como una cobarde. No quiero alargar más las cosas, pero no quiero salir y que me encuentre con la triste realidad de que todo esto fue pensado.

Tanteo con mi mano la toalla de cara que está a mi lado, y cuando ya mis dedos la tienen bien sostenida, la halo y la llevo a mi rostro. Me seco el rostro, y luego de dejar la toalla donde estaba, me dirijo hacia la puerta y la abro. Cuando lo hago, lo primero que siento es el frío del aire acondicionado, seguido de la mirada pesada de mis padres.

—¡Becka! —mi madre corre hacia mí y me abraza, envolviéndome en sus brazos con fuerza—. Estoy tan feliz de verte.

No respondo a su abrazo o hablo, acción que ella nota al instante y por la cual ella se separa de mí, confusa.

—¿Estás bien, hija? —habla mi padre mientras se coloca detrás de ella. En ningún momento me toca o hace un intento de acercarse a mí.

Él solo me ve con ojos de cordero inocente, como si supiera que una parte de mi busca constantemente cualquier acción o mirada que confirme que ellos saben algo respecto a esto.

—No preguntes tonterías, Paul. Es obvio que no está bien —le riñe mi madre a mi padre, volviéndome a abrazar.

Ellos dos parecen estar dispuestos a seguir con su teatro, pero se ven silenciados cuando hablo.

—¿Ustedes tienen que ver algo con esto?

Beatrice, como se llama mi madre, me separa de ella al instante, mientras finge sorpresa.

—¿Algo que ver con qué?

Aprieto mis labios y mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas.

—Me vendiste —ya no es una pregunta, es una afirmación—. Me vendieron como a un objeto.

Mi madre me mira con arrepentimiento e intenta volver a abrazarme, pero no se lo permito.

—¡Aléjense de mí!

—No seas una malagradecida, Becka —habla mi padre con enojo mientras sigue a espaldas de mi madre, escondiéndose como el cobarde que es—. Te lo dimos todo, ¡Todo! Y nunca te pedimos que trabajaras para obtener algo que desearas, ¿Y así nos pagas?

—¿Y así nos pagas? ¿Te atreves a usar esas palabras en esta conversación, cuando fueron ustedes lo que me usaron como una paga? No fui otra cosa que un objeto en sus vidas, que cuando vieron la oportunidad de utilizarlo, no se lo pensaron dos veces.

Poker Face {A #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora