♠ · Capítulo 23 · ♠

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Capítulo 23

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Capítulo 23. Verdaderamente inoportuno.

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—Lo siento —balbuceo en dirección del chico al cual le acabo de vomitar encima mientras me sostengo la cabeza con fuerza, sintiéndome horriblemente mareada.

Él no se mueve, solo se queda viendo con fijeza su ropa y zapatos, ahora sucios, como si evaluara los daños que le he causado. Después de un par de segundos, el chico levanta la vista, revelando su rostro. Un par de ojos color azul intenso chocan con los míos, lanzándome una mirada casi tan profunda como las que me da Aleksandr.

—¿Y tú quién eres? —inquiere él, alzando una ceja.

Limpio mi boca con la manga del jersey que tengo puesto mientras pienso en qué responderle, cuando a mis espaldas los pasos apresurados de alguien se escuchan, y segundos después siento que alguien se detiene detrás de mí.

—Pensé que estabas en Florencia.

La copia pequeña de Aleksandr (ahora le llamaré así, por falta de nombre) me mira de reojo por un breve lapso de tiempo. Luego vuelve su vista a Aleksandr, que ahora ha colocado sus manos en mis hombros como gesto protector.

—Las que debían estar en Florencia eran las gemelas, y por lo que me han contado, creo que ya sabes que están aquí.

Aleksandr no dice nada más y empieza a guiarme lejos del vómito mientras bordeamos al chico con el que choqué, yendo en dirección a las escaleras. Antes de irnos por completo, Aleksandr habla en su dirección.

—Y manda a alguien a que limpie eso.

Me dejo guiar por el pelinegro hasta su habitación, donde el ruso solo hace entrar y cerrar la puerta a sus espaldas, para tomar el bordillo inferior del jersey y empezar a sacármelo.

—Cuidado con la cabeza.

Lucho un poco para poder sacar mi cabeza por el estrecho cuello de la prenda, pero al final si lo logro sin haberme ensuciado. Cuando ya está en sus manos, Aleksandr camina con ella al baño y la tira en el cesto de la ropa sucia.

—Ve a lavarte la boca, tu desayuno lo subirán en un par de minutos...

—Sin nada de huevo frito —le recuerdo, temiendo otra vez tirar hasta la bilis por la boca al percibir su repugnante olor.

Aleksandr saca otro jersey de su cómoda, esta vez uno negro con letras doradas, y se aproxima a mí con la intención de colocármelo.

—Si, Becka. Sin nada de huevo.

Le regalo una pequeña sonrisa y alzo los brazos, dejando que me ayude a pasar la prenda con mayor facilidad por mi cuerpo.

—¿Y a qué hora podré quejarme?

Poker Face {A #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora