♦ · Capítulo 40 · ♦

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Capítulo 40

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Capítulo 40. Te lo prometo.

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No estaba segura de lo que haría luego de escaparme, pero lo que si sabía es que ya no estaba sola y debía empezar a pensar de la manera más sabia posible. No podía arriesgar a mi hijo por un sentimiento que ni siquiera había identificado.

Había pasado momentos con Aleksandr en los que me hizo sentir como nunca nadie lo había hecho, eso es verdad, pero Céline tenía razón en lo que dijo: Era peligroso estar con él.

Además de que la cuestión de que habían encontrado a mis padres verdaderos fue tan inesperada que todavía estaba siendo procesada por mi cerebro. Y aunque tenía algunas dudas, se podría decir que estaba emocionada por ello.

A lo mejor podría empezar una nueva vida con ellos, como si nada hubiera pasado aquella semana en Las Vegas, aunque tuviera un recordatorio constante de ello.

Lo que más me tenía picada, era que todavía no me hacia la idea de ser una niña robada, y mucho menos a estas alturas del juego, pero estaba segura de que con el tiempo superaría ese sentimiento confuso que esa noticia me dejó.

Y sé que se supone que debo estar feliz y que por ningún momento debí haber dudado, pero ya no quería confiar en nadie ciegamente. No podía.

Céline y yo estábamos a punto de irnos, cuando recordé que debía llevarme algo conmigo, y aunque ella al principio se negó a dejarme llevar nada conmigo por miedo a que tuviera un rastreador, insistí en tomar una sola cosa: La caja del conjunto de bebé. Claro que ella nos sabía qué era, ya que había sacado la ropita de su caja y escondido en mi chaqueta.

Ya con el conjunto bien guardado y nuestro plan repasado, Céline apagó de manera remota todas las cámaras de la mansión. Sólo tendríamos unos minutos para irnos. Pero al momento de abrir la puerta para salir, la figura de Anastasia del otro lado nos espantó a las dos.

—Hola, Becka. Disculpa molestarte, ¿pero has visto a...? ¿A dónde van?

—¿Que a dónde vamos? Pues a ningún lado, la verdad —balbucee, nerviosa, aunque mi mentira era evidente. Teníamos abrigo, botas y bufanda.

Obviamente, como Anastasia no era ninguna ciega, se dio cuenta de ese dato, por lo que sus labios se volvieron una mueca triste al instante.

—¿Vas a irte?

La respuesta a su pregunta era obvia, pero aún así asentí. Me había encariñado con ella en el poco tiempo que habíamos pasado juntas, y ahora lamentaba nunca pensar en ella como sabía que ella lo hacía en mí. Su regalo de navidad, un collar con un dije de copo de nieve que traía puesto, era testigo de ello.

Ahora la cuestión era, ¿Ella me delataría?

La sola idea de ella delatándome me dolía en gran manera, aunque ya mi cerebro esperaba otra traición. Se estaba volviendo tan regular que ya era lo primero que llegaba a mi cabeza.

Poker Face {A #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora