♠ · Capítulo 11 · ♠

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Capítulo 11

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Capítulo 11. La venganza es dulce, Señor Vólkov.

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Cuando Enara me mencionó que Aleksandr saldría, no me preocupé en preguntarle por cuanto lo haría, cosa de la que me arrepiento.

El muy indeseable se irá por tres días, y como si no pudiera esperar para largarse, lo hace a las seis. Así que aquí estoy yo, a las seis menos treinta, explicándole a Enara una y otra vez mi plan, para que nada salga mal y mi venganza sea perfecta.

—Cuenta tres minutos —le vuelvo a repetir, entregándole el reloj que me había prestado anteriormente—. Y cuando pasen esos tres minutos justos, abres la puerta de la oficina. Sin tocar, sin hacer ruidos que alerten de tu próxima llegada y de golpe. ¿Entendido?

Enara asiente, sin entender de qué va mi venganza exactamente mientras yo sonrío maliciosamente.

Vamos a darte una cucharada de tu propia medicina, rusito.

Cuando son las seis y treinta y uno justos, toco la puerta de la oficina dos veces y luego abro, sin esperar a que me él dé el permiso. A mis espaldas cierro la puerta.

—¿Vas a salir? —es lo primero que pregunto mientras sonrío con inocencia, paseándome por la oficina. La respuesta de Aleksandr tarda en llegar, pero lo hace.

—Si.

—Y... ¿No vas a invitarme? —le pregunto ahora mirándolo. Sus ojos me escudriñan desde su asiento detrás del escritorio mientras me siguen por los pasos que doy en su dirección.

—Si quieres ir, vístete. No voy a esperarte.

—Y no quiero que lo hagas.

Mi tono "seductor" lo alerta de mis intenciones, pero antes de que el ruso pueda reaccionar, me subo a horcajadas encima de él, disfrutando ver sus ojos confusos y su ceño fruncido por sorpresa.

Tomando la ventaja de que todavía Aleksandr no reacciona, paso mis manos por detrás de su cuello, entrelazando mis dedos en su nuca y empezándome a mover con lentitud encima de él. Su cuerpo al instante reacciona y se tensa.

—¿Cuál es la debilidad de un hombre? —murmuro mientras me muevo a un ritmo cada vez más profundo sobre su miembro, que por cada segundo que sigo provocándolo, crece y se endurece debajo de mí.

Un gruñido sale de su garganta casi al mismo tiempo que presiono más mi sexo contra él, causando que sus manos se aferren a mi cintura.

Ahora que lo pienso, esto no fue tan buena idea. Mi cuerpo reacciona incluso más rápido que el suyo a los estímulos.

—¿De qué hablas?

—La debilidad de un hombre, ¿Cuál es, Aleksandr? ¿Será el dinero? ¿O quizás los lujos?... O una mujer —vuelvo a hablar mientras sigo moviéndome suavemente sobre su miembro, que ahora ya tiene un tamaño más que aceptable y no para de crecer.

Poker Face {A #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora