CAPÍTULO 33

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17/Noviembre/2040

La tormenta había llegado de la nada. Los grandes ventanales del cuarto del hotel eran suficiente para dar una buena vista a la ciudad desde las alturas. Con una taza de café negro acompañándola esa madrugada se sentía más que energética. Había algo que le llamaba desde la lejanía, una extraña sensación que golpeaba una y otra vez dentro de su cabeza, dentro de sus recuerdos. Alguna extraña memoria queriendo salir a relucir, sin embargo, hacía bastante tiempo que las memorias de la línea anterior habían dejado de fluir dentro de su cabeza. No recordaba absolutamente nada, pero sabía que esa línea en algún punto de su existencia estuvo ahí.

Dentro de su pecho podía sentirlo: "¡Has algo!", gritaba provocando que sus huesos se paralizaran. ¿Hacer qué? ¿Por qué tenía ese dolor en el pecho que causaba confusión y horror? ¿Qué sucedía? Dejó a Madelaine al cuidado de sus hijos, su pelirroja compañera no dormía las horas humanas estípuladas, dos o tres horas le eran suficiente para dar energía a su cerebro para más de veinte horas seguidas. Lara no se escaparía tan fácil, no sin antes alertar a Madelaine de la ausencia de su pequeña diablilla. Oh, Lara ya le estaba comenzando a dar problemas con escapadas nocturnas. Lo que la horrorizó fue saber que, en una de esas escapadas, volvió con la ropa mojada... De sangre. Bañada en sangre, como si una bomba humana hubiera explotado a pocos centímetros de ella con todo y viceras.

Su hija estaba iniciando a cazar. Y, sus cazas, salían con gratos resultados. Se dio cuenta de las insignias de rango templarias escondidas en un baúl pequeño que escondía bajo la cama. Además de cazar, coleccionaba sus propios trofeos de las cazas. ¿Cómo podría tomarse algo así como "normal"? ¡Absolutamente no era normal que su hija de diez años comenzara a asesinar! Y algo no andaba bien. ¿Por qué no darle una reprimenda? No se entendía ella misma, todo lo contrario, dejaba que pasara como si eso fuera correcto.

—Maldita genética. -Murmuró llevándose con lentitud la taza de café a los labios.

Las gotas de lluvia comenzaron a cesar lentamente dándose cuenta de que el sol a la lejanía comenzaba a hacerse presente. Los primeros rayos del soo se filtraron por las ventanas llegando a tocar la cama donde Kara descansaba. Se giró viendo el rostro de su amada y hermosa esposa. Se veía demasiado tranquila, a diferencia de ella, la mayoría de las veces Kara sonreía, quizá soñando con su familia y comida azucarada. Un ser poderoso como Kara teniendo tiempo de paz y tranquilidad. Últimamente no había criminales a los cuales golpear producto del miedo de los cuerpos mutilados que se han encontrado los últimos días.

Culpan a Batman, claro. En la minoría de veces, pero en Gotham hay muchas razones y sospechosos a los cuales culpar de esas barbaridades, ¿National City y Metrópolis? ¿A quién culpaban por los cuerpos destazados encontrados? ¿Un asesino serial desquiciado? No. Héroes más que a los villanos, pues los cuerpos encontrados pertenecían a criminales buscados desde hacía años. Venganza propia, le llamaban.

Y claro que lo era. Venganza propia de una niña de diez años con instintos asesinos y psicopatas.

—¡Apaga la luz! —Exclamó Kara desde la cama tapándose completamente con la sabana.

Una sonrisa burlona cruzó por su rostro.

—Cariño, bebiste mucho alcohol alienígena.

—¡Ugh! ¡Idiota de mí creyendo que también te afectaría!

Lena no pudo evitar reír. Por un momento, la noche anterior, todas las noches, eran especiales con Kara. Esas noches en que podrían ser ellas dos sin la interrupción de los chicos. Nada de gritos ruidosos, nada de: ¡Mamá, mi peluche se perdió!, solo paz y tranquilidad donde los súper amigos sin responsabilidades se hicieron cargo de los hurtos de la noche anterior y esa madrugada.

JUNTO A TI [SUPERCORP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora