Capítulo 67 - Cuenta atrás

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El amanecer llegó al interior de la mina justo cuando Kirstán se levantó, antes que cualquiera de sus compañeros.

Al sureño le sorprendió ver a Vysarane todavía acostada sobre uno de los improvisados sacos de dormir que habían ocultado en el interior de las cavernas artificiales, antes de ir a su antiguo hogar.

Ante la soledad de madrugar primero, cogió su espada, y se dirigió hacia el habitáculo donde presenció la increíble habilidad que la joven mercenaria había adquirido.

Cada día repetía aquella rutina en solitario y blandía su espada contra la nada, para incrementar su fuerza y aguante.

Pero después de unos minutos, Kirstán escuchó los pasos de alguien detrás.

—¿No podías dormir? —preguntó Uren.

—Desde que nos hemos escondido me he acostumbrado a dormir solo unas horas, pronto me transformaré en un enano. —Bromeó este.

—Viniendo de ti, me lo creería. —Rio el líder mercenario—. ¿Quieres practicar?, por los viejos tiempos. —Propuso.

El sureño adoptó una posición defensiva—. Cuando digas. —Contestó.

Uren desenvainó su espada y arrojó la funda al suelo.

El primero en lanzarse hacia delante fue Kirstán, después de ojear la nueva posición que su amigo había adoptado.

En el pasado ambos estaban igualados en habilidad, y durante su tiempo de camaradería, habían ampliado su aptitud de combate enfrentándose el uno al otro en incontables ocasiones.

Pero en cuanto el sureño comprobó la renovada agilidad de su líder, supo de inmediato que este había combatido contra enemigos desconocidos en Senfel.

—¿Con cuantos enemigos has terminado al sur? —Preguntó a la vez que retrocedía unos pasos.

El semblante del mercenario se endureció. Uren golpeó con más fuerza de la que pretendía, y logró desequilibrar a Kirstán.

—Más de los necesarios. —Respondió en un tono sombrío.

El sureño se percató de inmediato de su error; había tocado una herida que aún no había sanado.

—Entonces. Saca tu frustración luchando conmigo. —Sonrió.

El líder mercenario miró a su compañero y después de unos segundos comenzó a reír.

—Te he echado de menos. —Agregó antes de cargar una vez más en su dirección.

Al cabo de unos minutos ambos estaban empapados en sudor, pero ninguno mostraba señales de querer detenerse, hasta que ambos oyeron la voz divertida de su pupila, que los miraba sin haber alertado a ninguno de los dos.

—Habéis empeorado. —Declaró Vysarane, y acercó sus pasos hacia los dos guerreros, que detuvieron las estocadas para mirarla.

—¿Y tú?, tengo curiosidad. —Preguntó Uren, mientras volvía su cuerpo hacia la joven mercenaria.

Vysarane mostró sus dientes al reír.

—A mi también me gusta empezar el día con un poco de ejercicio. —Desenvainó su hoja.

—¿De dónde has sacado esa espada? —Preguntó, mientras miraba el flamante acero de la joven.

—Se la robé a un noble de una vitrina, me dio pena dejarla ahí cogiendo polvo. —Respondió ella, preparándose—. No te preocupes, todavía tengo la daga que me regalaste. —Agregó.

El capitán rebelde soltó una sonora carcajada, y apuntó con su espada hacia Vysarane.

—Veo que todavía mantienes tu honor. —Se preparó, su respiración podía escucharse por todo el habitáculo.

Uren fue el primero en dar un brinco hacia delante, mientras agarraba su espada con firmeza.

La joven, en vez de recibir aquella estocada, dio un salto hacia la derecha y esquivó grácilmente los sablazos de su maestro.

El rebelde continuó tras ella sin alcanzarla ni una sola vez, hasta que Vysarane se agachó bruscamente, sin haberle dado la espalda ni un solo instante a pesar de su condición, y saltó hacia él.

En un abrir y cerrar de ojos, el filo de la joven se había detenido a solo centímetros del cuello de Uren.

—Yo gano. —Sonrió.

Uren miró a la guerrera, sorprendido, pero después con un semblante de orgullo.

—Veo que no has perdido el tiempo en la capital. —Dijo mientras recordaba el pasado, con una voz más alicaída de la que pretendía—. Pero sabes que te habríamos ayudado si hubieras decidido quedarte junto a nosotros, ¿verdad? —agregó y la miró con tristeza.

Vysarane guardó silencio y volvió su rostro hacia el túnel donde habían descansado.

—No quería... —Detuvo sus palabras, mientras un profundo suspiro escapaba de su boca—. No quería que ocurriera lo mismo con vosotros. —Logró decir.

Kirstán se acercó con un semblante de triste sorpresa, quería asegurarle que se equivocaba.

Pero Uren detuvo a su amigo antes de que este pudiera hablar.

Aunque sabía que no cargaba una pizca de culpa, el líder mercenario también había sentido la responsabilidad de haber involucrado a amigos en situaciones que significaron su final; y ella había sido la única superviviente de su aldea, ella había presenciado el final de su querida maestra... El líder mercenario comprendía aquel anhelo de apartarse de sus seres queridos.

—Lo has hecho bien. —Dijo, sin apartar su vista de la joven guerrera.

Vysarane no pudo evitar esbozar una sonrisa, antes de caminar hacia el lugar de descanso.

—Voy a actuar hoy. —Comentó, mientras intentaba ignorar aquellas punzantes palabras.

—¿Tan pronto? —preguntó Kirstán.

—Quería esperar a verte, pero ya estamos reunidos y tenemos a Adur de nuestro lado. Es el momento ideal. —Explicó, sin detener sus pasos. Los dos guerreros comenzaron a seguirla.

—Dale un par de años y heredará tu posición. —Rio el sureño, sin molestarse en discutir lo arriesgado que resultaría llevar a cabo su misión.

—Algo me dice que después de esto tardaremos una buena temporada en verla de nuevo. —Alzó la voz intencionalmente.

Pero la profunda honestidad de Vysarane le respondió de inmediato.

—Ya os dije que debía ir a Aben'dil... Pero intentaré encontraros de nuevo después. —Agregó antes de sumirse en un profundo silencio, actitud que ambos recordaban con un extraño cariño, a pesar de lo frío que pudiera parecer...

VysaraneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora