Capítulo 79 - Relato antiguo

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Vysarane caminó en silencio hasta la puerta, pero a pesar de su esfuerzo por pasar desapercibida, escuchó la respiración de su amigo tras la puerta trasera, lo único que pudo hacer fue sonreír; el sureño la había leído como un libro abierto.

—Sabía que intentarías ir primero. —Dijo Kirstán mientras se apartaba de la pared y acercaba sus pasos a la joven guerrera —. Iré contigo. —Agregó.

—De haber querido podría haber salido por el tejado para evitarte, lo sabías, ¿verdad? —sonrió.

—Pero no lo has hecho. —Contestó en el mismo tono.

Vysarane rio, sabía que el sureño no la dejaría partir así como así, no tenía más remedio que aceptar su compañía.

—Ya le he dicho a Uren que te acompañaría... Aunque todavía no sé a dónde. —Admitió de buen humor, a pesar de conocer perfectamente los riesgos le gustaba correr—. Pero confío en ti, después de todo lo que has pasado, seguramente seas la persona más indicada para actuar sin que la descubran, especialmente en un momento como este... —Agregó en un tono agridulce.

—Vamos a la taberna dónde estaba Uryon. —Explicó ella.

—¿En pleno día?

—Sí, no hace falta decir que debemos ir con cuidado...

—Uren ya estaría tachándote de loca... Pero como he dicho, confío en ti. —Contestó.

—Vamos, una pareja que aparezca de día no llamará tanto la atención. —Sonrió la joven y agarró del brazo al sureño para salir una vez más a las calles de Ner.

Lo primero que Vysarane sintió afuera fue una marea de gritos y vendedores ambulantes que intentaban vender sus mercancías, así como varios soldados que pululaban entre los puestos para garantizar que ningún altercado comenzara.

—¿Los oyes? —preguntó Kirstán, a la vez que miraba con disimulo hacia una patrulla, a solo unos metros.

—Sí, debemos ir en esa dirección. —Contestó ella, sin dejar de escuchar el sonido metálico que las armaduras imperiales emitían.

La joven se apegó a su compañero y caminó con lentitud entre la muchedumbre.

—No se han fijado en nosotros. —Dijo, una vez estuvieron detrás.

—¿Sabes un atajo hasta la taberna?, pasar enfrente del cuartel no parece lo más sabio a esta hora. —Le susurró el sureño.

—Por allí. —Señaló ella, e imitó el dulce tono de voz para disimular, divertida.

Ambos mercenarios sentían una profunda comodidad al lado del otro, jugar el papel de enamorados era tan natural para ellos como respirar... A pesar de la fama que habían tenido allí hace años, nadie los reconoció.

A medida que se acercaban a la taberna, la joven tapó casi por completo su rostro y se apoyó en el sureño, sabía que Uryon podría deambular cerca.

—¿Lo oyes? —murmuró Kirstán, a la vez que detenía sus pasos frente a la puerta.

—No, hay demasiado ruido aquí afuera, si está en su habitación ni si quiera yo lo podría escuchar. —Murmuró—. Pide tú, el tabernero vio mi rostro... Yo me mantendré oculta en una esquina. —Agregó y le indicó con la mano que entrara...

Una vez adentro media docena de aldeanos los miraron con curiosidad, pero disimularon rápidamente al hacerse con una de las mesas más apartadas.

—Maestro, un par de pintas, por favor. —Kirstán alzó la voz y le acercó dos monedas de plata.

El posadero le entregó las bebidas casi de inmediato, la ausencia de clientes era notable durante la mañana.

—Toma. —Vysarane oyó al tabernero hablar con un seco tono de voz—. No tenemos lugar para ti y tu concubina. —Agregó, mientras la señalaba con la mirada, no podía verlo pero sí oírlo, y debía obligarse a disimular.

—No es mi concubina, es mi amada. —Contestó el sureño, genuinamente ofendido por el insulto.

El tabernero le echó otro vistazo a ella y volvió la mirada al sureño, que claramente le sacaba más de dos décadas.

—Lo que tú digas. —Contestó, sin convicción.

Kirstán suspiró y cogió las dos jarras para llevarlas hasta la mesa.

—¿Lo has oído? —preguntó.

—Que piense lo que deba, mientras no nos reconozcan, me sirve. —Sonrió, y agarró una de las jarras.

Justo cuando le iba a dar el primer trago, la joven se detuvo en seco, podía escuchar con claridad la respiración de la persona que buscaban, en la escalera.

—Está aquí. —Murmuró y señaló con disimulo hacia el piso superior.

—¿Lo seguimos? —preguntó Kirstán, reluctante.

—No, disimula. —Le susurró mientras bebía para pasar desapercibida—. Si sale se encontrará con Tendriel. —Agregó, sin dejar de escuchar hacia donde iba Uryon.

El imperial caminó hasta la entrada y salió sin decir palabra alguna.

—Quiero entrar a su habitación, dejarle un pequeño regalo. —Dijo la joven mientras le daba otro sorbo a su jarra, antes de incorporarse—. Necesito que distraigas al tabernero. —Le explicó en un instante, y dirigió sus pasos hacia arriba, había escuchado al posadero entrar a la cocina.

El sureño esbozó una brillante sonrisa y miró con orgullo a la joven.

—Suerte, si regresa, nombraré mi fruta favorita, espero que lo oigas. —Contestó y le dio un largo trago a su pinta, antes de caminar hacia la barra, mientras Vysarane subía como un felino los escalones de la taberna.

Una vez arriba Vysarane se concentró y escuchó todos los sonidos que provenían de cada habitación, mientras buscaba aquellas que estaban vacías.

Por fortuna, a pesar de lo ocurrido en Ner durante los últimos meses, la taberna seguía ocupada por completo, y solo había un cuarto sin nadie dentro...

Vysarane no titubeó, en un abrir y cerrar de ojos la joven se acercó a la puerta con una ganzúa y un tensor de Erien, el cerrajero de la capital, y los introdujo en la intrincada cerradura.

Había aprendido muy joven que emplear las herramientas adecuadas servía para entrar y salir de los lugares más insospechados en apenas minutos, y ella, con su extraña condición y aquellas ganzúas lograba abrir cualquier puerta en meros segundos.

Cuando sintió un «clic» tiró de la puerta y la cerró el instante que entró en completo silencio... Pero al dar el primer paso notó un extraño calor de lo que parecía ser papel quemado a su lado, sin llegar a identificarlo.

—«Mierda...» —Maldijo para si, y palpó alrededor del gastado mecanismo, al lado del papel había un saco repleto de polvo.

No había sido descubierta, pero la marca que aquella silenciosa trampa había dejado sin duda alertaría al imperial una vez regresara, y sin su visión, le sería imposible reconstruirla...

Pero en vez de correr al percatarse de su error, Vysarane cogió el corto mensaje de papel que el nuevo sacerdote le había entregado y lo dejó sobre la única mesa que había dentro.

En el trozo de papel se podía leer lo siguiente:

Cumplid la condena que las diosas impusieron sobre vosotros el mismo día que mi compañero murió en vuestras manos.

—Adur

Una vez activado el ingenioso mecanismo, la joven estaba convencida de que Uryon y su maestro irían con todos los soldados que pudieran amasar hacia la iglesia... Vysarane no pudo evitar sonreír mientras imaginaba el destino que le esperaba a los responsables de la muerte de su maestra...

VysaraneWhere stories live. Discover now