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Capítulo 32

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Capítulo 32

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Decir que el viaje de regreso fue incómodo, era poco.

Nadie habló. Aksel mantenía la vista al frente, Sophie, con la cabeza pegada a la ventanilla, se recuperaba de la borrachera y media hora vomitando en el baño. Un par de veces la escuché sorber por la nariz, contenía las lágrimas.

Amaia no dejaba de evaluarlos a través del espejo e intercambió par de miradas preocupadas conmigo.

Intentó quedarse con Sophie, pero la castaña se negó. Entendía su conflicto y las ganas de estar a solas.

Había sido traicionada por alguien que creyó conocer, su novio. A la vez, enfrentaba sentimientos pasados que seguían ahí. No tenía idea de qué le pasaba con mi hermano y si no era cuidadosa terminaría acumulando más conflictos.

Para ella era momento de sanar y si no tomaba el tiempo de hacerlo, terminaría lastimándose y lastimando a otros.

Amaia se sentía culpable, como siempre. Convertía los problemas ajenos en suyos y ver sufrir a sus mejores amigos no le hacía bien.

Traté de ayudarla en la conversación que mantuvimos de regreso, aunque las palabras no fueran suficientes. No podía dejarla sola esa noche y sabía que ella tampoco quería estarlo. La convencí de quedarse conmigo, prometiendo un desayuno decente que prepararía mi madre.

Tomados de la mano y en silencio llegamos al último piso de la mansión y se vio feliz después de beber agua suficiente. Su ligero estado de embriaguez había pasado. Preparé el baño y me encargué de acomodar la cama en lo que se duchaba.

Retomé el libro que llevaba dos noches leyendo. Lo había encontrado en la antigua biblioteca y era tan viejo que me daba miedo pasar las páginas y romperlas.

Escuché sus pasos y supe que estaba en la puerta, en silencio, mirándome. Le di tiempo a hacer lo que fuera que estuviera haciendo. Iba con una de mis sudaderas. Le llegaba mitad de muslo y se veía hermosa con el cabello mojado.

—¿No marcas la página? —cuestionó, señalando al libro cuando lo aparte.

Apagué la luz e hice espacio para ella.

—Si estás prestando atención, no necesitas hacerlo.

Se acostó de costado, imitando mi posición y quedamos de frente, mirándonos en la penumbra azulada de mi habitación.

—Es la primera vez que vamos a dormir juntos —murmuró.

—Técnicamente, no. Ya dormimos aquí una vez.

—Yo no dormí ese día.

Claro que no, fue demasiado para ella. Que lo sobreviviera y siguiera allí parecía imposible.

No te enamores de Mia © [LIBRO 2]Where stories live. Discover now