33_Una oportunidad perdida

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Capítulo 33

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Capítulo 33

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Cuando desperté, Amaia dormía plácidamente en mi pecho. La suavidad de su piel invitaba a seguir durmiendo y disfrutar del mejor despertar de mi existencia. Lo habría hecho si la idea de subirle desayuno a la cama no hubiese saltado en mi mente.

Me moví con cautela y la arropé antes de vestirme. Al bajar, encontré una nota de mamá, estaba en el pueblo. Aksel seguía durmiendo. Quedé solo y sin esperanzas en la cocina.

Pasé veinte minutos mirando los huevos y calculando cuán mal podría resultar si decidía freír uno. Terminé preparando un sándwich que frío no se veía apetecible.

No fue buena idea intentar hacer jugo de naranja en lo que ponía el pan a la plancha, pero dudaba lograr algo mejor y me sentí satisfecho con el resultado. Me encargué de mostrar el sándwich por la parte más bonita y subí el desayuno en la primera bandeja que encontré.

Abrí la puerta para encontrarla despierta con el flequillo hecho un desastre y las puntas del cabello apuntando en extrañas direcciones.

—Arruinaste la sorpresa del desayuno —protesté, sentándome a su lado.

Tomó la sudadera que seguía en el suelo y se la puso.

—Me alegra que tu madre hiciera el desayuno.

—Lo hice yo —aclaré, nervioso y dejando la bandeja sobre sus piernas.

—Pensé que la cocina se te daba mal y que... —No pudo continuar cuando volteó el pan y encontró la parte quemada—. Retiro mis palabras, eres un asco.

Tuve que reír.

—Lo siento, juro que lo vigilé.

—Tranquilo, me queda el zumo.

Llevó el vaso a sus labios y creí que se atragantaría cuando tomó el primer trago. Su expresión la delató, aunque intentó disimular.

—¿Tan malo está?

Le había puesto suficiente azúcar y agua.

—Lo siento —se lamentó—, es terrible.

Cubrí mi cara sin saber qué decir. Era la primera vez que despertábamos juntos y podía estarla envenenando.

—Mamá salió muy temprano al pueblo —me excusé—. Creí que no estaba tan mal.

—No importa —aseguró, masticando con esa expresión amable que mostraba cuando intentaba no lastimar a alguien.

—No tienes que comerlo.

No me dejó quitarle el pan, protegiéndolo entre sus manos y alejándose de mí.

—Tengo hambre. —Le dio una segunda mordida—. No le quites comida a una chica con hambre.

Era lindo que lo comiera solo por mí, pero me preocupaba que terminara vomitando.

No te enamores de Mia © [LIBRO 2]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora