44_Un boleto de salvación

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Capítulo 44

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Capítulo 44

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No podía apartar los ojos del cuchillo en la garganta de Aksel.

—No imaginan lo que esperé este momento —declaró—, tanto que será mejor de lo esperado.

Con habilidad, clavó algo en el cuello de mi hermano. Me puse de pie y mamá gritó. Cuando las piernas de Aksel golpearon el suelo y sus ojos se cerraron, entendí que no había sido el arma, sino una aguja.

—Un sedante —confesó, al tiempo que el cuerpo de Aksel caía—. No se preocupen, esto será muy lento.

No me atreví a dar un paso y su vista se clavó en mi madre.

—Ven, Anette, no tengas miedo. —Extendió la mano para que la tomara—. No finjas que no lo harás —murmuró sin obtener lo que quería y eso cambió su expresión por una amenazadora—. O vienes o le rajo el cuello a este.

Pateó el cuerpo en el suelo y mamá se apresuró a obedecer sin que yo pudiera impedirlo. Una sonrisa se extendió en sus labios al tocarla.

—Siempre tan hermosa —dijo antes de tomar otra jeringa de su bolsillo y destapando la aguja.

Mis piernas eran de plomo. Solo pude ver cómo la sedaba, caía en sus brazos, inconsciente, y la dejaba en el suelo.

Se acercó, logrando que sus pasos resonaran por el comedor en lo que yo temblaba. Me sentí el mismo niño de trece años que descubrió al monstruo que tenía por padre.

No había cambiado mucho. Su piel más maltratada y los labios resecos. Los ojos inyectados en sangre y el olor a alcohol que lo acompañaba.

—Dime, Nikolai, ¿dónde escondes mi pistola? —El miedo me impedía hablar—. ¿Tengo que amenazarte o harás el juego más fácil?

—Mi... mi habitación... —balbuceé, pasando la vista por los cuerpos en el suelo—. Último piso... Hay unas cajas...

—Eso era lo que necesitaba.

Sentí una punzada en el hombro y su rostro se fue oscureciendo hasta desaparecer.

~❁ ✦ ❁~

—¿Quieres dormir eternamente? —cuestionó una voz lejana, áspera.

Mis párpados pesaban y tenía ganas de vomitar.

>>Tu madre y hermano despertaron hace mucho. —La mención hizo que recordara lo sucedido—. Tuvimos una bonita charla, por separado, claro.

Logré alzar la cabeza a pesar del dolor en el cuello y me costó entender que estaba en mi habitación. Mis piernas, atadas a la silla en que me sentara, las manos a la espalda y, para inmovilizarme por completo, reforzó con una cuerda rodeando mi pecho.

No te enamores de Mia © [LIBRO 2]Where stories live. Discover now